Las cuatro y media
Se produjo un instante de oscuridad. Miraba con expresión horrorizada, cuando ciñó el brazo alrededor de mis hombros para asentirme con un gesto que habían dado cuerda al reloj de la muerte. Pero no hay que darse por vencida, decía. Pasé unos días intentando convencerme de que todo aquello estaba ocurriendo de verdad. No me gustaba pensar en eso, pero no quedaba otro remedio. Supongo que podría decirse que todo es producto del azar, y que, aunque no lo esperaba, lo presentía. Aún así, tienes miedo. A la luz temprana del sol, miré el reloj. Daba la sensación de que estaba parado y no me sorprendí al comprobarlo. Estaba siendo empujada hacia un túnel oscuro y cualquier cosa que me rodeara me lo iba a estar recordando. Fue en ese momento cuando las preguntas dejaron de bullir en mi cabeza porque ni yo ni nadie me iba a poder responder y me dije que si no me quedaba tiempo, significaba que no me quedaba tiempo. De repente, sentí el deseo de volver al lugar donde había vivido casi toda la vida y recorrer sus calles con los ojos de una nueva perspectiva, aquellos que sabían que cada vez había menos distancia que recorrer para hallar la luz que empezara a elevarse desde el horizonte. Recorrí de nuevo esos caminos que un día como hoy he querido dejar olvidados, pues a mi paso por ellos, me percato que aún sostienen esos sueños, que a lo largo de los años, fui hilando para construir mi ardua vida. Abandonaba la ciudad y tomaba el camino de la sierra. El simple olor de la tierra me hacía sonreír. Brillaba el sol y el viento susurraba entre el torrente montañoso que me acogía. Todo aquello volvía a despertar mi interés por la vida, por mirar con entusiasmo sin estremecerme. Luego, el viento se serenó de inmediato y el sol se escondió. Aquel panorama montañoso quedó habitado sólo por el silencio. La situación, poco a poco, se asemejaba aún más a una oscura noche de invierno, cuando las montañas empezaron a ocultarse entre la espesa niebla. No veía absolutamente nada y terminé convenciéndome de que en esas condiciones no podía conducir el coche. Pensé que, si mi memoria no fallaba, el próximo pueblo tenía que ser adonde quería ir desde que comencé el viaje y que debía llegar allí antes de que cayera la noche. Así que, bajé del coche y con la ayuda de una linterna, intenté atravesar aquella niebla densa que se agolpaba en la zona. Más tarde, sin saber el tiempo que estuve anduviendo pues mi reloj volvió a pararse, comprobé que mi intuición era fiable. Había llegado a Dorian. Su aspecto permanecía siendo el mismo, casas vestidas de humildad y sencillez, que traducían el modo de ser de las personas que ese pueblo albergaba. Pero, se le había incluido un elemento más, un elemento melancólico porque la luz era incapaz de filtrarse entre la niebla para iluminar el umbral de las casas, un elemento que sólo se puede percibir si estás condenado a pasar tu vida, lo que queda de tu vida, sin otra compañía que los recuerdos del pasado. A lo lejos, parecía acercarse alguien pero en aquel momento era incapaz de reconocerlo. La respuesta más probable es que se tratara de don Luis, el profesor del colegio, aquel hombre no paraba de pasear si no encontraba el modo o los modos de respaldar sus absurdas hipótesis tan alejadas de la realidad.
- “ ¿ Te has perdido ? ” - preguntó aquel hombre desconocido que no alcanzaba la edad que debía tener ya el jubilado profesor don Luis.
- “ Probablemente. ¿ Estoy en Dorian ? ” - quise asegurarme.
- “ Sí, en Dorian. ¿ Usted es de aquí ? ” - inquirió aquel desconocido.
- “ Pues … sí ” - asentí con desconfianza.
- “ Me llamo Víctor. Soy periodista. Llevo un par de días aquí. Me hospedo en la casa de los Azcano ” - me explicó.
- “ Ah, sí, los Azcano… buena gente - recordé - un día de estos les haré una visita. Mi nombre es Sandra. Mi casa está en una calle paralela a la de la casa de los Azcano. ”
- “ ¿ Acaba de llegar a Dorian ? ” - repuso él.
- “ Sí. Vengo de la ciudad y, por la niebla, tuve que dejar mi coche unos kilómetros atrás. Espero que la niebla desaparezca mañana y así puedo recoger mi coche ”
- “ ¿ Que desaparezca la niebla ? " - intervino vacilante - “La gente de aquí dice que desde hace muchos años la niebla ha cubierto todo el pueblo. ”
Le miré con extrañeza, como si sus palabras o las mías no guardaran congruencia con el tema de conversación que estábamos tratando. Finalmente, me despedí, no sin antes comprometerme en visitar a la familia Azcano al día siguiente. Cuando llegué a mi casa, daba la sensación de que no habían pasado tantos años. Todo estaba igual que como lo dejé. Sin embargo, volví a presentir esa soledad que me ahogaba, que fue disipándose cuando recordé la conversación que mantuve con aquel hombre, Víctor, y volví a intuir que algo en ese lugar, en ese pueblo, no marchaba igual que siempre. Ese aire melancólico que desprendía, lo causaba una niebla que nunca había estado allí, al menos que recuerde, y tampoco habían pasado tantos años como para poderlo olvidar. Sólo habían pasado cinco años. Dormí unas horas, no recuerdo cuántas. El reloj se paró en la misma hora en que apareció esa niebla. Las cuatro y media. Con la poca luz que entraba del sol por las calles, me di cuenta de que la mañana había comenzado. Me asaltaban las extrañas dudas que, poco a poco, iban naciendo de mí: ¿Qué hacía un periodista en un pueblo como Dorian? ¿Por qué se hospedaba en la casa de la familia Azcano si al parecer no guardaban ningún vínculo familiar? ¿Qué clase de información quería obtener de Dorian?.
Durante los pocos segundos que siguieron, la mente fue un torbellino de ideas: que los Azcano habían tenido una trifulca familiar por culpa de la herencia, que habían sido ganadores de un concurso de televisión o que habían visto un ovni. Tras sopesar las causas más posibles, terminó triunfando aquella idea que me iba a sacar de todas las dudas: ir a visitar a los Azcano.
Cuando abrieron la puerta, supieron reconocerme de inmediato. Las preguntas se agolparon, una tras otra, y todas no se dejaban escapar por la imaginación, porque seguro que a nadie le han preguntado: ¿Te has casado? ¿Tienes hijos? ¿Tienes trabajo? ¿Te pagan bien?...
Más tarde, cuando la ocurrencia pareció amainar, me atreví a preguntarles.
- “ Ayer me encontré con Víctor, ya saben, el periodista que se hospeda con ustedes ” - comenté con expectación.
- “ Sí, está aquí porque… ” - contestó la señora Azcona
- “ Calla. No des detalles ” - masculló el señor Azcona
- “ ¿ Quieres más café ? ” - prosiguió la señora Azcona pero, esta vez, cambiando el tema de la conversación de una forma disimulada
- “ No, gracias. Voy a intentar recoger mi coche ” - expliqué - “ Ayer lo tuve que dejar a la salida del pueblo ”
- “ Ya nos lo dijo Víctor ” - intervino el señor Azcona - “ Es mejor que no intentes recuperar tu coche, ya es un milagro que pudieras llegar aquí”
- “ Por cierto, veo que el único reloj que tienen en su casa también está parado. Marcan las seis en punto. Llevo dos días sin saber qué hora es ” - comenté al instante de observar esa casualidad
- “ Sí, lleva parado tres años ” - aclaró el señor Azcona, sin querer dar más detalles
- “ Bueno, creo que me voy a marchar. Ha sido un placer volver a verles” - me despedí
- “ Lo mismo para nosotros ” - respondieron
Cuando abandoné la casa de los Azcona, todo me volvió a parecer más extraño aún. El señor Azcona nunca fue parco en palabras, parco en “detalles”. El señor Azcona siempre se había caracterizado por ser un hombre dicharachero. Sin embargo, la señora Azcona mantenía su serenidad y templanza. Al comprobar que la niebla proseguía, olvidé mis intenciones de ir a buscar mi coche y me desvié hacia otra calle para dirigirme a la única tienda del pueblo, “La Casa de Fermina”. Sabiendo todos que “La Casa de Fermina” era la única tienda del pueblo, todos sabíamos quién era la más rica del pueblo. Aún así, Fermina no se llegó a casar nunca. Rechazó a todos los pretendientes habidos y por haber. Se decía que su corazón únicamente le correspondía a un amor imposible. Se decía incluso que ese amor podría ser el cura don Rafael, pero que nadie se atrevía a confirmarlo. Cuando entré en la tienda, doña Fermina estaba allí, como era habitual. Lo extraño es que el lugar no estuviera muy concurrido, aunque años atrás, recuerdo que Fermina empezó a perder clientela porque algunos marcharon a la ciudad.
- “ ¿Me recuerda, doña Fermina? ” - la pregunté mientras me acercaba a ella
- “ Mmmm……sí. Eres Sandra, ¿ verdad ? ” - me contestó - “ ¡ Cuánto tiempo sin saber de ti ! ” “ Todavía me acuerdo de cuando insistías en comprarme chicles con dos pesetas cuando, en realidad, costaban cinco ”
- “ Sí, en aquellos tiempos tenía poco dinero, pero ahora menos ” - le dije sonriendo - “ Vine ayer. Voy a pasar un tiempo por aquí. Por casualidad, ¿ sabe qué hora es? Mi reloj lleva parado dos días. ”
- “ Son las doce y diez ” - respondió mirando su reloj - “ Pues, muchos marcharon como tú a la ciudad. Y, dime, ¿qué te trae por aquí? ”
- “ He venido porque estoy de vacaciones ” - le dije
- “ Así que, ¿no vas a estar aquí por mucho tiempo? ” - preguntó
- “ No. Es posible que sólo me quede aquí tres meses y regrese a la ciudad ” - aclaré
- “ Espero que cambies de opinión y decidas quedarte aquí. Esto está quedándose cada vez más vacío ” - comentó
- “ El tiempo dirá ” - respondí a la vez que me despedía - “ Hasta mañana ”
A la mañana siguiente, pensé que aún no había recogido la imagen de otras calles del pueblo, así que decidí pasear por la calle Luis Mina. Desde luego que, mientras observaba el resto de lo que me quedaba por ver del pueblo, empecé a creer que Fermina tenía razón. El pueblo se estaba quedando vacío. Empezaba a resultar extraño cruzarse con alguien que viviera allí. Pero algo llamó mi atención, en una de las casas que trazaban la calle Luis Mina, capté la imagen de un niño asomado en la ventana que fijaba su mirada directamente sobre mí. Su expresión era triste, sus ojos humedecidos y su cuerpo permaneció inmóvil durante esos instantes. Luego, mi mirada se apartó cuando apareció un pequeño golpe de viento. Al momento, volví a mirar hacia esa ventana, pero el niño ya no estaba. De repente, apareció Víctor. Salía de aquella casa. Empecé a sentir tanta curiosidad por su trabajo como por aquella casa, así que, me acerqué para preguntarle:
- “ Buenos días, Víctor ” - le saludé
- “ Buenos días, Sandra ” - me respondió - “ ¿ Qué tal ? ¿ Cómo te encuentras ? ”
- “ Bien. Ayer estuve en la casa de los Azcona. Pensé que te encontraría allí, pero no estabas ” - le comenté
- “ No. Estaba trabajando ” - me dijo
- “ ¿ En qué estás trabajando ? ” - le pregunté
- “ En algo muy complejo de entender ”
- “ ¿ Tiene que ver con esa casa ? ”
- “ Es posible. Me tengo que marchar ”
- “ ¿Qué hay en esa casa ? ” - proseguí
- “ Es mejor que no lo sepas. Tampoco intentes entrar allí ” - dijo alejándose
Él no tenía ni idea acerca de mi realidad, de que no me bastaba con permanecer sentada en el sillón, contemplando la calle desierta, atormentándome con insistentes preguntas a altas horas de la madrugada sobre el porqué de mi enfermedad, que debía tener la mente ocupada en otros asuntos que ni me iban ni me venían antes de arrojarme al suelo de grava sin avisar.
Alcé la cabeza para encontrar alguna respuesta a aquellas preguntas que le hice, mirando nuevamente hacia aquella casa. Nadie parecía habitarla. En los años que viví en Dorian, nadie había habitado esa casa. Nadie sabía a ciencia cierta qué ocurrió antes de fuera abandonada. Me fui acercando a la casa, la curiosidad que se me había despertado parecía convertirse poco a poco en miedo al decidir averiguarlo. En aquel momento, una voz escogió por mí.
- “ No entres en esa casa, Sandra ” - replicó
- “ Sólo quería saber quiénes viven en esa casa ” - aseguré - “ Hace mucho tiempo que ha estado deshabitada, don Rafael ”
- “ Esa casa sigue estando vacía ” - afirmó
- “ No puede ser que esté vacía. Hace unos minutos vi a un niño asomarse en la ventana ” - le dije
- “ ¿ Estás segura de que has visto un niño dentro de esa casa ? ” - me preguntó - “ ¿ Estás segura de que captaste una imagen clara de lo que era ? ”
- “ Bueno, la imagen era algo difuminada, como desvaída ” - le expliqué - pero se podía ver claro que era un niño
- “ ¿ Seguro ? A lo mejor, lo que viste fue producto de tu imaginación, además, ya sabes que los fantasmas no existen ” - dijo don Rafael
- “ No, no existen ” - le di la razón, volví atrás, abandoné mi intención de entrar en esa casa y proseguí mi camino.
Al día siguiente, volví a salir a pasear, al mismo tiempo que dejé de preguntarme el porqué la niebla no se alejaba de aquel pueblo, tal vez, porque empecé a comprender que la niebla formaba parte de él. Mis dudas sobre el porqué se guardaba tanto silencio alrededor de aquella casa no hacía más que acrecentar mi interés por volver a recorrer la calle Luis Mina para situarme enfrente de ella. Estaba dispuesta a ignorar el miedo y entrar en la casa para comprobar si era cierto lo que vi. Cuando llegué, me pareció que nadie iba a volver a interrumpir mis intenciones, así que, entré. Permanecí en silencio, inmóvil en el pasillo, mientras observaba lentamente lo que había a mi alrededor. Me sorprendió ver que la casa estuviera amueblada si nadie vivía allí. De repente, oí un susurro detrás de mí. Rápidamente, me giré y no vi a nadie. Volví a sentir que el miedo empezaba a apoderarse de mí, del mismo modo que quería pensar que me lo podría haber imaginado. Retorné a mi posición anterior para volver a ojear la casa. El mismo silencio que inundaba la casa, volvió a interrumpirse cuando oí unos pasos, acompañados por el crujir de la madera, que procedían de la planta de arriba, acto seguido fijé mi mirada hacia donde se dirigían aquellos pasos, y allí estaba, al final de la escalera, volví a ver a aquel niño mirándome fijamente. Al aparecer tan repentinamente, me asusté y con una voz temblorosa, le dije:
- “ Hola, ¿ Cómo te llamas ? ”
El niño permaneció callado. Luego, dejó que rodara una pelota por las escaleras. En el instante que aparté mi mirada de él, volvió a desaparecer. Recogí aquello que dejó caer para darme cuenta de que llevaba escrito un mensaje: AYÚDAME.
En ese mismo momento, Víctor entró en la casa.
- “ ¿ Qué haces aquí ? Ya te dije que no entraras en la casa ” - me dijo
- “ Tenía que comprobar si era cierto que vive un niño en esta casa. Le acabo de ver. Está en la planta de arriba. Me ha dado esta pelota. Mira lo que pone escrito ” - le indiqué
- “ Sí venía escrito algún mensaje, ya no está. Se habrá borrado. En cuanto a si vive aquí un niño, es poco probable. Los últimos inquilinos vivieron aquí cerca de un año y se marcharon hace dos meses ” - explicó
No le quise responder. Me quedé con aire pensativo. Ya eran dos personas que me negaban la existencia de un niño en la casa. No quería entrar en razón. No quería creer que todo eran imaginaciones mías. Así que, tras la advertencia de Víctor para que no lo hiciera, decidí subir las escaleras y echar un vistazo por la primera planta. Abrí de par en par todas las puertas entreabiertas que guardaban en silencio aquello que ya, a lo último, me desesperaba por querer saber. Las habitaciones estaban vacías. Realmente, no había nadie.
- “ Si nadie habita esta casa, ¿qué interés tiene la casa para ti ? ¿ por qué no puede entrar nadie aquí ? ” - le pregunté
Con aspecto dubitativo, parecía plantearse si contarme o no aquello que guardaba con tanto recelo. Al final, se inclinó por revelar la verdad.
- “ Verás, como sabrás, soy periodista. Trabajo para el `Mystery Case´. Hace un mes, la familia que se hospedaba aquí, los Campoy, se puso en contacto conmigo. Al parecer, habían sufrido experiencias que son difíciles de explicar. Me contaron entre otras cosas que los objetos eran movidos de un lugar a otro, que oían ruidos, que veían sombras humanas y que aparecían mensajes escritos por las paredes clamando ayuda ”
- “ He vivido aquí muchos años. Y, durante mucho tiempo esta casa ha estado abandonada. En el pueblo no se ha oído comentarios sobre si se trata de una casa encantada ” - comenté
- “Por la información que he podido obtener, esta casa se construyó en 1940 para que en ella viviera un joven matrimonio, los Grijalbo. Los dos venían de familias bien avenidas y acomodadas, pero había algo que jugaba en su contra, y es que ella no estaba enamorada de su marido. Cuando este descubrió que su mujer tenía un amante, acabó con las vidas de su mujer y su amante. De él, se cree que se tiró al mar, pero nunca fue hallado su cuerpo. Muchos años después, la casa pasó a ser propiedad de un sobrino del matrimonio, quien hace un año alquiló la casa a los Campoy ”
- “ ¿ Crees que esas experiencias extrañas giran en torno a los amantes ? ” - le pregunté
- “ Lo más seguro es que sea así ”
- “ Se trata de espíritus que no tienen suficiente energía para comunicarse ” - intervino de forma inesperada el profesor don Luis. Y, prosiguió -
“ Para los que no creen en estos fenómenos raros, dirían que son: alucinaciones, electricidad estática, campos magnéticos , ultrasonidos, infrasonidos, ionizaciones del aire…. Pero, también, cabe la posibilidad de que se trate de extrañas presencias que intenten ponerse en contacto con nosotros para transmitirnos algo relacionado con sus vidas o con la nuestra ”
- “ Y si recurrimos a lo fácil, eso último explicaría los mensajes escritos por las paredes - continuó Víctor - Aunque intentamos aclarar lo que en esta casa ocurre, aún no se ha logrado dar una explicación lógica ni científica de cuanto aquí se presencia ”
- “ ¿ Habéis presenciado alguna entidad ? ” - les pregunté
- “ Cada vez que entro en esta casa, tengo la impresión de estar siendo observado. Cuando la casa parece estar en calma, puede comenzar a oírse susurros o a oírse pasos que se van acercando hacia ti. He llegado a ver siluetas y sombras que se escapan de la vista de forma muy rápida ” - me explicaba Víctor- “ Pero, aún no tengo la convicción de que se trate de la señora Grijalbo y su amante ”
- “ Nadie más ha vivido en esta casa. El sobrino del matrimonio Grijalbo apenas pasó tres meses en esta casa. Se marchó porque decía que tenía que atender asuntos de trabajo fuera ” - añadió el profesor don Luis -
“ Con el paso del tiempo, empiezo a creer que sabe perfectamente lo que ocurre en esta casa y que si sale a la luz, no le será fácil venderla o alquilarla ”
- “ Pero, al parecer, no se negó en ningún momento en que se investigara en su casa ” - aclaré
- “ El sobrino de los Grijalbo es primo de la familia Campoy. Y yo conozco ambas familias desde hace muchos años ” - comentó Víctor
La lámpara del salón empezó a moverse, como si una ráfaga de aire se hubiera colado por la ventana, lo curioso, es que todas las ventanas estaban cerradas.
- “ Uno de ellos está aquí ” - explicó el profesor don Luis
- “ Sí ” - afirmó Víctor
Me quede paralizada por el miedo cuando se empezó a oír como arañazos sobre la pared. Poco a poco, volvió a aparecer otro mensaje: AYUDA AL NIÑO.
- “ ¿ Qué quiere decir ? ” - pregunté
Nos volvimos a quedar sin respuesta. Nos quedamos esperando un buen rato. No volvió a ocurrir nada. Podría decir que la tarde pasó, aunque no sabía precisar qué hora exacta era. Víctor no llevaba reloj. Y al profesor don Luis se le había parado el reloj, también. Me despedí de ellos. Y me dirigí hacia mi casa. Sentí que había aprovechado suficientemente bien el día. Por fin, sabía qué hacía aquel periodista en Dorian, qué clases de hipótesis obsesionaban al profesor don Luis y qué misterios se escondían dentro de la casa situada en la calle Luis Mina. A la luz del sol, me planteé volver a reunirme con Víctor y con el profesor don Luis, pero antes, pensé en ir a la tienda de Fermina.
- “ Buenos días, Fermina ” - la saludé
- “ Buenos días, Sandra ” - me respondió - “ ¿ Qué tal ? ¿ Cómo nos encontramos hoy ? ”
- “ Bien, aunque, es el cuarto día que estoy aquí y sigo sin saber qué hora es. ¿ Podría decirme la hora ? ” - le pregunté
- “ Ehh… si. Son las doce y diez ” - me respondió
Me quedé mirándola estupefacta cuando me respondió que eran las doce y diez. Era la misma hora que me dio el día anterior.
- “ ¿ Te ocurre algo, Sandra ? ” - añadió
- “ No. Sólo que me alegro que te funcione el reloj ” - contesté- “ Hasta mañana ”
Desde luego que, sin lugar a dudas, el hecho de que los relojes de todos los que vivían en Dorian estuvieran parados respondía a una causa común, y si todo se debiera a una causa común como un campo magnético o eléctrico, o por la ionización del aire,…. entonces, ¿ por qué todos se habían parado a distinta hora ?. ¿ Y ese niño ? ¿ Era el hijo de la señora Grijalbo y su amante ? ¿ Había que ayudarle porque no encontraba a sus padres ?. No sé. La verdad es que todo era un quebradero de cabeza, pero me mantenía apartada de otro tipo de pensamientos más angustiosos. Empecé a pensar que ese niño podría tener aproximadamente diez años y que para saber su nombre y apellidos, tendría que visitar el cementerio y localizar su tumba. Mientras me aproximaba al lugar donde siempre había estado el cementerio, me di cuenta de que todo aquello había desaparecido, no era más que terreno llano. Pero, ¿ por qué ? ¿ habían trasladado a los muertos en otro lugar ?
La respuesta sólo me la podía dar don Rafael. Cuando llegue a su iglesia, directamente le hice la pregunta:
- “ Buenos días, don Rafael. ¿ Por qué trasladó a mi familia a otro cementerio sin mi autorización ? ”
- “ Veo que aún no te has dado cuenta, Sandra ”
- “ ¿ Cuenta de qué ? ” - añadí- “ ¿ Qué es lo que tengo que saber ? ”
- “ Cuando llegaste a Dorian, ¿ no encontraste nada extraño ? ” - me preguntó
- “ La verdad es que todo me parece extraño: la niebla, las calles vacías,… Pero, dígame, ¿ dónde está enterrada mi familia ahora ? ”
- “ Sandra, lo que tú conoces de Dorian, aquí ya no existe. Coincidirás con personas que conocías de Dorian y podrás conversar con ellas, pasearás por calles que te harán recordar que estás en Dorian, pero en realidad… ”
- “ En realidad, ¿ qué ?, ¿ estamos muertos ? ”
- “ Somos almas que vagan en otra dimensión del espacio. A medida que pase el tiempo, nuestra energía se irá reduciendo y desapareceremos totalmente ”
- “ No es verdad lo que me está diciendo ” - negué con la cabeza toda afirmación que quisiera darme
- “ Lo es. La niebla te intentará alejar de la total oscuridad. Los relojes se pararán justo para marcar la hora de tu muerte. Y, los cementerios no tendrán sentido aquí ”
La verdad es que pasé cuatro días tratando de dar una explicación lógica a todo lo que estaba ocurriendo desde que llegué a Dorian, y cuando, por fin, alguien como don Rafael me ofrecía una explicación, no le quise creer. Me marché de allí, siendo consciente de que tarde o temprano debía asumir la realidad, la que don Rafael me quiso transmitir.
Días después o horas después, ya no lo sé, me convencí de que seguir trazando teorías sólo conducían a una pérdida de tiempo. Yo estaba muerta. Don Rafael, también. Los Azcano, también. Fermina, también. El profesor don Luis, también. Víctor, también. La señora Grijalbo y su amante, también, salvo que estos tenían tan poca energía que apenas podían manifestarse. Y, aquel niño,… ¿ pero quién demonios era aquel niño ? ¿ qué quería de nosotros ?. Esa respuesta sólo la podría obtener si nuevamente me adentraba en esa casa. Cuando llegué a la calle Luis Mina, y me acerqué a aquella casa, dejé de tener esa sensación de miedo porque nunca había oído que un fantasma pudiera asustar a otro fantasma. Recordé también lo que me dijo don Rafael de que hay personas en el pueblo que no saben o no quieren saber que están muertas. Por ello, cualquier conversación que mantuviera con Víctor o con el profesor don Luis no debía incluir la frase: - “ ¡ Buah !, ¿ Por qué vamos a asustarnos por lo que pase en esta casa si nosotros también somos fantasmas ? ”
Seguro que uno de ellos se desmayaría. Yo casi lo hago.
- “ ¡ Buenos días, Víctor ! ¡ Buenos días, don Luis! ” - exclamé
- “ ¡ Buenos días, Sandra ! ¿ Cómo te encuentras ? ” - saludó el profesor don Luis
- “ ¡ Buenos días, Sandra ! ¿ Qué tal ? ” - saludó Víctor
- “ Bien, ¿ y vosotros ? ¿Hay alguna novedad? ” - pregunté
- “ Al parecer, ese niño que le mencionaste a Víctor, se le apareció. Fue en la cocina. Llegó a decir tu nombre. Llegó a decir: SANDRA. Y, después, de inmediato, desapareció ” - explicó don Luis
- “ Cuando le has visto, ¿ te pareció haberlo visto antes ? ” - me preguntó Víctor
- “ No, en realidad, no le conozco. Nunca antes le había visto ” - contesté
- “ ¿ Estás segura de que no puede tratarse de alguien cercano a ti ? ” - me preguntó don Luis
- “ Si ” - afirmé
- “ Por cualquier razón, ese niño quiere tu ayuda. Intentará acercarse a ti, por ello, no debes sentir miedo. Sólo así, podemos resolver todo el misterio ” - comentó don Luis
- “ De acuerdo ” - dije - “ Voy a dar una vuelta por la casa e intentar percibir algo ”
Me mantuve parada durante unos minutos en el pasillo de la casa. Víctor y el profesor don Luis se quedaron en el salón para proseguir con su estudio e investigación mediante cámaras fotográficas y cinematográficas, instrumentos de medición térmica, filtros luminosos y acústicos, etc.
De repente, un juguete cayó de la primera planta. Se trataba de un coche pequeño, que fue lanzado desde arriba con la intención clara de llamar mi atención. Me decidí a subir, negándome a que me siguieran Víctor y el profesor don Luis. Pensé que ese niño jugaba al escondite, no por diversión, tal vez por miedo. Cuando accedí a la primera planta, todas las puertas estaban cerradas, salvo una. Me dirigí exactamente hacia esa puerta, no sabía por qué, me dio la sensación de que alguien me estaba invitando a entrar. Abrí la puerta del todo. La habitación estaba vacía. La habitación correspondía ser el dormitorio de un niño. La cama se situaba a la izquierda, el armario a la derecha, y enfrente, el baúl de juguetes bajo una gran ventana decorada por cortinas blancas. Miré debajo de la cama, dentro del baúl, dentro del armario,… no había señales de aquel niño. Cuando abandoné la habitación, me di cuenta de la distancia que separaba las habitaciones y que ese espacio podría dar lugar a otras funciones. Volví a la habitación, abrí el armario, observé unos instantes el fondo del armario, y daba la sensación de no haber llegado a lo más profundo, cuando encontré una grieta empujé para mí la tabla que forraba aquel interior de armario y,
- “ ¡ Te encontré ! ” - le dije con expresión sorpresiva a la vez que sonriente
El niño se encontraba encogido y empezó a temblar.
- “ No tengas miedo. Me llamo Sandra. ¿ Y tú ? ” - le pregunté
- “ Carlos ” - añadió
- “ Me han dicho que me estabas buscando. ¿ Sabes el porqué ? ” - le pregunté
- “ Tú puedes sacarme de aquí ” - me respondió
- “ ¿ Sacarte de dónde ? ” - inquirí
- “ De Dorian ” - contestó
- “ Hay mucha niebla. No se puede salir ” - le dije
- “ Podemos intentarlo ” - contestó - Mis padres me están esperando
En ese momento, me acordé de las palabras de don Rafael cuando dijo “ la niebla te intentará alejar de la total oscuridad ”. Y, ¿ si se pudiera interpretar al revés ?, que la total oscuridad fuera la que se halla en el pueblo Dorian. Tal vez, atravesar esa niebla pudiera ser la única salida de volver a la vida o la perdición, pero el niño tenía razón, podemos intentarlo. El único obstáculo que habría que solventar es que nadie tratara de detenernos en nuestra decisión. Pero, ¿ quién lo haría ?. Todos a cuantos mencioné la niebla, expresaban la misma opinión. No intentar atravesarla. Supongo que, todos tratarían de impedirlo, impedir tomar la iniciativa de cambiar nuestro destino. No lo podía permitir. Así que, tan sólo me limité en decirle mi decisión:
- “ Vamos a intentarlo. Cógeme de la mano y no te sueltes. Debemos intentar salir de esta casa a toda prisa. Intentar que no nos alcance nadie y atravesar la niebla ”
Acto seguido, bajamos por las escaleras con sigilo, y cuando por fin conseguimos acercarnos a la puerta, comenzamos a correr hacia la calle Luis Mina. Víctor se percató y salió detrás de nosotros:
- “ ¡ Eh ! ¿ Qué hacéis ? ” - gritaba
Miré tan sólo un instante detrás de mí, pretendiendo que con mi mirada comprendiera que mientras hubiera un atismo de esperanza que me permitiera salir de allí, nadie podría detenerme. Quería abrazarme a la vida como nunca lo había hecho. Sentir cosas que no había sentido antes porque me había dejado llevar por el miedo. Y aprovechar al máximo cada hora que marcara el reloj antes de pararse.
- “ ¡ Eh ! ¡ No intentéis cruzar la niebla ! ” - insistía Víctor
- “ ¡ No te pares ni mires atrás ! ” - le dije a Carlos
- “ ¡ Eh ! ¡ No crucéis la niebl…! ” - dijo Víctor
Poco a poco, fuimos perdiendo la voz de Víctor, y con ello, su presencia. No sé cuánto tiempo anduvimos entre la niebla, pero mi esperanza seguía manteniéndose. Cuando creímos llegar al final, algo nos arrastró y nos hizo perder el conocimiento. Cuando desperté, me encontré desubicada, no sabía dónde estaba, no tenía más que agujas pinchando mis venas y mi cuerpo se hallaba inmóvil en una cama de hospital. Mientras, intentaba recordar cómo había llegado hasta allí, alguien accedió a mi habitación interrumpiendo mis típicas jornadas de reflexión:
- “ ¿ Qué tal, Sandra ? ¿ Cómo te encuentras ? Por fin, te despertaste ” - me dijo el doctor Saiz
- “ ¿ Qué me ha pasado ? ” - le pregunté
- “ Mientras conducías, perdiste la consciencia a causa de una insuficiencia cardíaca. Fue una suerte que el golpe con el coche no fuera muy grave ” - me explicó - “ Además, tengo una buena noticia ”
- “ ¿ Cuál ? ” - le pregunté
- “ Hay un donante. Hemos comprobado que su órgano es compatible. Así que, dentro de unas horas podemos someterte a una operación de trasplante, claro que, si estás de acuerdo ” - me explicó
Asentí con la cabeza.
- “ Bien. Voy a por los papeles ” - comentó
- “ Perdone, doctor Saiz ” - le dije
- “ ¿ Si ? ” - me preguntó
- “ ¿ Podría decirme el nombre del donante ? ”
- “ Si ” - contestó hojeando sus papeles - “ Se llama Víctor Campoy. Tenía 30 años. Murió hace apenas una semana, por accidente de tráfico. Iba a Dorian para escribir un artículo ”
- “ Gracias, doctor ” - le añadí
Esa noticia me entristeció, hasta el punto de hacerme dudar si estaba haciendo lo correcto. Conocí a Víctor Campoy, claro que le conocí. Me acuerdo que me habló de la existencia de unos fantasmas en la casa de la calle Luis Mina. Y, lo más seguro, que no tuviera constancia de que él también formaba parte de esos fantasmas. Con total seguridad salí de aquel pueblo cubierto de niebla llamado Dorian, dispuesta a abrazar la vida como dije en el momento de abandonarlo, y ahora, ¿ por qué dudo de querer vivir ?.
- “ Despierta, Sandra. ¿ Qué tal ? ¿ Cómo estás ? - me preguntó ”
- “ Bien ” - contesté con voz seca
- “ No intentes incorporarte. Es mejor que guardes reposo durante unos días. La operación ha salido bien ” - me dijo el doctor Saiz - “ Un niño de la planta de pediatría te ha dibujado esto. Dice que te conoce y que te manda un abrazo ”
- “ ¿ Se llama Carlos ? ” - le pregunté
- “ ¿ Os conocéis ? ” - respondió - “ Es mi sobrino ”
- “ Le conozco de verle por el hospital. Aquí se puede conocer a mucha gente ”, expliqué
- “ Ya le diré que te di el dibujo. Casi se enfada conmigo si no lo hacía ” , dijo
- “ Dile que gracias. Que pronto le haré una visita ” , comenté
Carlos nos había dibujado a los dos juntos, cogidos de la mano. Estaba en lo cierto. Los dos pudimos salir de esa total oscuridad, manteniéndonos unidos, agarrándonos a la esperanza e ignorando el miedo y la angustia que nos puede llegar a invadir. Pasaron unos días, y cuando me vi recuperada, decidí ir a visitar a Carlos para darle las gracias.
- “ ¡ Hola, Carlos ! ” - le dije
- “ ¡ Hola, Sandra ! ¿ Te gustó mi dibujo ? ” - me preguntó
- “ Si, mucho. Gracias ”
- “ De nada. ¿ Conoces a mis padres ? ”
- “ Si. Les he pedido verte ” - le dije
- “ ¿ Te han puesto un corazón nuevo ? ” - me preguntó
- “ Si. Porque me cansaba mucho. No podía andar, ni correr, ni saltar,… ”
- “ A mí me han puesto una médula nueva, porque tenía leucemia. Ahora mi tío dice que me encuentro perfectamente ” - tras una pausa - “ ¿ Conoces a mi tío ? ” - preguntó
- “ Si. Me dio tu dibujo ”
- “ ¿ Quieres que te haga otro dibujo ? ”
- “ Si, me gustaría mucho ”
- “ ¿ Mañana puedes venir a verme ? ”
- “ Claro que sí. Hasta mañana ”
- “ Hasta mañana ”
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