Aventuras y desventuras de un freelance (2ª parte)

AUTOBIOGRAFÍA DE UN FREELANCE (2ª PARTE)

Hola hola... mis queridos y sufridos lectores.... aquí estoy de nuevo para seguir contándoles mis aventuras y desventuras en la senda del auto-empleo, no sin sorna, no sin sarcasmo, y con mucho "cariño"

En la primera parte de mi aventura de grumete cosmopolita les contaba cómo galopaba por la urbe en busca de billetes de metro con los que justificar viajes no hechos para que el pedorro de mi "jefezucho" no me cortara la cabellera. También mencioné sin mucha "prosopopeya" mi paso por los cuarteles del "glorioso E.E." Y acababa explicando mi llegada a una empresa de betunes y ambientadores gobernada por una especie de demente obseso y pervertido del que, sin mencionar nombres, porsupuesto, tengo inexorablemente que contarles algunas cositas.

Era un hombre por aquel entonces (año 1984) de mediana edad, alta estatura, que tenía una calva como la tonsura de los frailes, gruesas gafas de pasta (de moda por aquellos tiempos), y que siempre se paseaba por la oficina rascándose las partes pudendas delante de las mujeres que allí trabajaban. siempre nos preguntábamos por qué lo hacía. Algunos pensaban que era porque adolecía de alguna enfermedad de transmisión sexual, otros decían que era un guarro que no se aseaba lo suficiente y que por eso le picaba, y había un tercer grupo, que era el más numeroso y en el cual yo me encontraba. Éramos los que pensábamos que el tipo era un pervertido reprimido que andaba jactándose de que tenía apéndice viril y que como era el director podía tocárselo delante de todos sin que nadie pudiera decirle ni pio. Sobra decir que jamás le vimos rascándose delante del presidente de la compañía, ante quien era poco más que un perrito faldero.

¡Qué personaje! Gozoso en la humillación ajena, cada día era una tortura verle la cara. Mal director financiero, sin duda. De hecho, el jefe de mi departamento, que se llamaba Tomás y que se enganchó a la coca, consiguió mediante ingeniosos "teje-manejes" contables (factibles gracias al nulo control administrativo que el pervertido director propiciaba) hacerse con una respetable suma de dinero con que financiar su vicio. En aquellos maravillosos años 80, Tomasito, menudo pero avispado como él solo, se hizo con varios millones de las vetustas pesetas que "ipso-facto" convirtió en polvito blanco para la nariz.

Se preguntarán ustedes... "si era tan avispado, por qué le pillaron?" mmm... ¡buena pregunta! Pero de fácil respuesta. Le

pillaron porque su vició creció y creció hasta que empezó a cometer tonterías, como por ejemplo tramitar la devolución fraudulenta de un saldo contable favorable a un cliente de manera que dicho saldo terminó en un cheque a nombre de su esposa.

Y aunque parezca increible, engatusó al cajero de la oficina del Banco Santander donde cobrábamos la nómina para que le pagara a él mismo ese cheque a nombre de su mujer. Tal era el poder que aquella fábrica multinacional de betunes tenía sobre los bancos (facturaba miles de millones de pesetas al año por aquel entonces) y tal era la confianza que tenían a Tomasito, mi jefe y el Jefe de Créditos de la empresa. Ese método de apropiarse de saldos contables, lollevó a cabo repetidamente durante al menos dos o tres años. Lo que sucedió es que al principio, sabía qué saldos contables

manipular, ya que por su antigüedad o problemática individual del cliente todos sabíamos que no iban ya a reclamar. Pero al final de su periodo de adicción, se descontroló de tal modo que se apropiaba de saldos recientes, algunos de ellos era indudable que el cliente lo reclamaría, como así pasó. Fué mi compañera, Nieves, la que atendió la llamada... jamás lo olvidaré:

"No señor, si señor, si... pero... aquí me consta como que se le ha devuelto mediante cheque nominativo a nombre de.... qué raro.... ¿y no han recibido el cheque?... bueno, no se preocupe, vamos a ver qué ha pasado..."

Y así fue como tirando del hilo se descubrió el pastel. La amenaza de la carcel se ceñía repentinamente sobre la cabeza del pobre "yonky" Tomasito, que pasó de prestigioso "Yupi" a basura humana "visto y no visto"

¡Qué momento tan fascinante aquel en el que pudimos ver la cara del pervertido rasca-huevos cuando se dió cuenta de que el pequeñajo Tomás lo había puesto en la picota! Ahora sí que se rascaba, pero ya no por exhibicionismo, sino por desesperación, como los monos cuando les vence la sarna.

De Tomás nunca supimos nada más... fue una nube de secretismo la que cubrió toda esta historia. El pervertido director tuvo que dimitir. En su lugar vino un niño pijo recién licenciado que era muy buena persona pero que no duró ni un año víctima del estrés. Todos ibamos viendo cómo los nervios se comían mes a mes al nuevo y bonachón director financiero. Los síntomas eran alarmantes: "tics" en su cara, formas exhuberantes de "des-peinados" impropias de un yupi que se precie, zapatos castellanos cada día más sucios, ya que se pisaba un pie con otro incansablemente cuando estaba sentado, y lo peor de todo, incoherencias fatales a la hora de dirigir que nos hacía mirarnos unos a otros a la cara con gesto de papa frita, impotentes ante tanto desatino.

En lugar del Yupi tomasito, entró una mujer, Felisa, muy delgada, recio el ademán,escueta en el vestir, ambiciosa. Todos decían que era lesbiana, especialmente las mujeres, pero claro, yo no daba crédito ni descrédito a las habladurias, porque entre mujeres, en las oficinas, el despelleje suele ser brutal (No sé por qué, pero es mi experiencia de más de 20 años de pobre oficinista). Pobre Felisa, la recuerdo con cariño, fue una de las varias personas que en menos de tres años murieron de cáncer en aquella oficina. (sin comentarios...)

¡Qué oficina tan loca! Si Almodóvar hubiera visto aquello por un agujerito, estoy absolutamente convencido de que habría podido hacer la mejor de sus películas. Imagínense ustedes que aún no les he hablado del ex-legionario, que se sentaba a mi izquierda en el departamento de contabilidad y que llevaba las conciliaciones bancarias. Qué buen tipo era, pero bebía como un cosaco. Ni tampoco les he hablado del ex-niño de San Ildefonso, que se sentaba frente a mí y a quien el canto de la lotería le había dejado alguna extraña fijación mental que le convertía en un malvado. ¡Ah! y el campeón de todos los relatos, Jose, que se sentaba a mi derecha, recatado como un "petimetre", tranquilo como un coala, lento de cuerpo y de mente, enamorado mortalmente, como Don Quijote, de una Dulcinea a la que sorprendió en la cama con el hermano de ella y cuyonefasto descubrimiento le provocó una especie de catalepsia que le tuvo recluido durante varios meses en su habitación y que en los pocos momentos de lucidez que le sobrevenían trataba de suicidarse de las maneras más absurdas. (ésto lo supimos porque su pobre madre, con quien vivía en un piso de Manuel Becerra, nos lo contaba cuando iba a la oficina a llevar el parte de baja)

Pero estos eximios personajes desbordantes de literatura, serán objeto de otro capítulo. Por cierto... ¡juro solemnemente que todo lo que les cuento es absolutamente cierto y que nada pertenece a la ficción!