Excursión a la villa romana de Arellano
Desde hace ya algún tiempo me gusta organizar excursiones en las que se aprovecha el tiempo para ver algún lugar interesante o realizar alguna actividad entretenida.
Estas excursiones tienen para mi mucho valor, y eso es por varios motivos a saber:
Por un lado es una magnífica excusa para encontrarnos toda la familia y pasar un día juntos, de otra forma llegaría un momento en que los hermanos ni nos veríamos y los primos dejarían de hablarse e incluso dejarían de conocerse.
Por otro lado lo paso fenomenal organizándolo todo. Dónde iremos, que actividad desarrollaremos, donde comeremos… Paso momentos muy agradables buscando destinos por internet, restaurantes, eligiendo la fecha y todo lo que conlleva preparar una salida de este tipo.
Una vez que estamos allá, disfruto muchísimo viendo el lugar donde he decidido ir, ya sabéis lo mucho que me gusta viajar. También me encanta sacar un montón de fotos para traerme a casa un buen recuerdo y poder hacer con esas fotos un montaje fotográfico, cosa que me distrae sobremanera.
Así que saco mucho partido a este tipo de actividades, de manera que practicamentei lo hago de forma egoísta.
En esta ocasión, para esta excursión elegí trasladarnos a ver las ruinas de una villa romana que no hace mucho adecuaron para poder ser visitada en el término municipal de Arellano.
No me supuso ninguna dificultad elegir este destino. Hace tiempo que tenía noticias de él y desde el primer momento tuve intención de conocerlo.
Nos apuntamos para ir mi hermano Carlos junto con su mujer Perdón y sus dos hijos Sara y Daniel, mi hermana Elena con su Marido Jesús y sus hijos Pablo y María. También se apuntó mi primo Ignacio, su esposa Belén, la hija de Ignacio Beatriz y una amiga de esta que creo que se llamaba Marta. Yo fui con mis dos hijas Laura y Cristina.
Con el fin de ir todos juntos, quedamos el domingo debajo de mi casa a eso de las diez de la mañana, pero el sábado me llamo mi hermano diciendo que ellos junto con la familia de mi hermana saldrían algo más tarde y que una vez que estuvieran en la villa romana me llamarían. Al parecer mí cuñada Perdón tenía el sábado una cena con las compañeras de su trabajo y les sería complicado salir para las diez.
Tal y como habíamos quedado nos juntamos Ignacio con los suyos y nosotros a las diez y emprendimos el viaje hacia Arellano con bastante buen humor. Decidimos parar en algún sitio que viéramos aparente antes de llegar para tomar un café.
Lo hicimos en Dicastillo, una población preciosa con casas solariegas y blasonadas. Cuenta con un palacio que hoy es hotel, el palacio de la vega.
En la plaza mayor encontramos una cafetería. Aparcamos los coches y entramos. Como suele ocurrir en estos pueblos en la cafetería había prácticamente de todo, panadería, prensa, bar, chucherías…
Como ya eran las once del medio día y vi que el propietario del establecimiento estaba dando buena cuenta de un envidiable bocadillo de tortilla de chistorra, le pregunté si podría hacerme otro como el que se estaba comiendo. A esas horas prefiero tomar algo más sólido que un simple café. El buen hombre me dijo que me hacía cualquier tipo de bocadillo. Yo insistí en el de tortilla de chistorra, al que se sumaron prácticamente todos los que íbamos. Los acompañamos con cerveza los adultos y con agua los pequeños.
Serían las doce del mediodía cuando llegamos a la entrada del recinto donde se encuentra la villa romana. Es una nave rectangular, blanca, diáfana, sin ninguna columna. Se encuentra en un paraje maravilloso, de campos con montañas al fondo. A la entrada del recinto existe un gran olivo.
Para acceder al recinto tuvimos que adquirir las entradas a razón de un euro por persona adulta y cincuenta céntimos por cada niño. Con la entrada te dan un librito en el que se explica tanto la historia del yacimiento como las diversas partes del mismo.
En el interior del recinto hay unos paneles explicativos muy interesantes y aclaradores de lo que estás viendo.
Te dejan sacar tantas fotos como quieras.
Esta villa data del siglo I d.C. Entre los siglos I al III este edificio fue destinado a la elaboración del vino, con su sala de prensado, lagares y bodega. Durante los siglos IV al V d.C. además de bodega también se dedico a centro religioso de culto a Cibeles y Attis.
A lo largo del recorrido se puede contemplar la cámara del humo, la sala de cocción, la sala de prensado de la uva, la bodega con unas grandes tinajas, el peristilo de la villa, los dormitorios, las cisternas donde almacenaban el agua, el salón principal con los mosaicos auténticos, la sala del mosaico de las musas, el taurobolio donde hacían los sacrificios de los toros y el establo.
La visita nos llevó aproximadamente una hora. Nos pareció muy interesante. Yo iba con la duda de si les gustaría a mis hijas ya que por la edad que tienen no me pareció la más apropiada para visitar este tipo de recintos. Quedé sorprendido al ver que les entusiasmó. Las dos me hicieron saber que habían disfrutado de lo lindo con la visita. Quedé satisfecho al sentir que había acertado con la elección del lugar.
Una vez fuera del edificio, hicimos unas cuantas fotos de grupo y finalmente decidimos ir ha Estella a tomar algo antes de comer.
La parte vieja de Estella es preciosa. Dimos un paseo por sus calles y nos tomamos un par de cervezas.
A las dos y media de la tarde teníamos reservada mesa en el camping de Ayegui. Ayegui es una pequeña población muy cerquita de Estella.
El camping cuenta con un gran comedor en el que por 14 euros comimos el menú. Era self service y constaba de un plato frio para empezar, luego un primer plato, un segundo plato y postre. No está mal el menú para ser fin de semana.
Después de la comida estuvimos un buen rato de sobremesa mientras los hijos correteaban por el exterior.
A media tarde decidimos dar por finalizada la jornada y regresa a Pamplona.
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