Las Crónicas de Xan
Hay hombres que pasan por la historia, otros… hacen historia. Es el caso de Xan. Las Crónicas de Xan, narran la historia de una leyenda viviente, una colosal obra con incontables y titánicas batallas. He aquí un pequeño preámbulo de esas Crónicas, relatando una de las muchas contiendas que este héroe de la noche ha librado.
Allí estaba yo acompañando a este paladín nocturno. Había presenciado ya increíbles confrontaciones, pero no podía imaginar siquiera lo que se avecinaba. Nueve Valkirias preciosas bailaban formando un círculo, mirándose unas a otras. Jóvenes y llenas de energía danzaban demostrando su sexualidad pero sin dejar que ningún varón pudiera acercarse. Muchos cazadores las observaban impotentes, soñando con poder siquiera respirar al lado de ellas, pero su cerco era impenetrable y puedo afirmar sin lugar a dudas que nunca había visto mujeres tan guapas y todas juntas. Individualmente poseían una belleza capaz de desmoralizar al más osado, siendo nueve, todos observaban admitiendo su imposibilidad de afrontar tal reto.
Pero allí estaba Xan para demostrar la diferencia entre hombres y Dioses. Con una confianza inquebrantable y forjada en contiendas mayores que ésta que describo, allí se dirigió tranquilo y con una sonrisa imbatible a librar una épica batalla, otra más, una entre innumerables.
Con una naturalidad tan rotunda que dejó a las ninfas desarmadas, se adentró en el aparentemente inaccesible círculo, situándose en su centro. Una vez allí, rodeado por estas furiosas guerreras, un brillo iluminó los ojos de este adalid, y comenzó la fiera lucha. No una a una, no, a todas a la vez empezó a hablar. Estas desconcertadas no podían creer lo que estaba ocurriendo, en un segundo se habían quedado desarmadas, su seguridad como Valkirias imbatibles había desaparecido. Ya solo eran moscas intentando escapar de la telaraña que este campeón había tejido en apenas un instante. Debo reconocer que ellas lucharon con valentía, pero nada podían hacer, el enfrentamiento tocaba a su fin, habían perdido; hipnotizadas por la conversación de nuestro campeón, solía podían suspirar lascivas a su alrededor. Como un encantador de serpientes, las tenía danzando a su son.
Este valedor se acercó a mí y me dijo firmemente: “únete a la batalla y disfruta el sabor de la victoria”. Por un instante tentado estuve de hacerlo, pero entonces comprendí la verdad, yo no era más que un insecto al lado de un Dios, así que algo me inmovilizó y solo pude al igual que las derrotadas aguerridas, observar hipnotizado. El resto de hombres que antes observaban acobardados a estas sirenas nocturnas, no daban crédito a lo que sus ojos acababan de presenciar. La derrota les había golpeado furiosamente, nunca volverían a ser los mismos.
Ya eran suyas, le pertenecían, ardientes de placer gemían admirando al primero que las había derrotado y dispuestas a hacer todo lo que él dispusiera, y así lo hicieron…
Narrador: El hombre de Negro
El hombre de Negro
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