Identidad ganada, identidad perdida
Serian ya casi las nueve y treinta de la noche, yo regresaba de la casa de mi prima, donde por error días antes y luego de hacerle una visita, había dejado olvidados una serie de CDS que necesitaba para completar la instalación de un software en una computadora que tenia en casa. Antes de ir sentí pereza, pero realmente necesitaba esos CDS, y solo tenia que trasladarme al área de Fountainebleau para recogerlos. Pensé en el recorrido, y se me hizo excusa para disfrutar de una buena música durante el camino en mi auto. Y vaya recorrido. Tomar la 97 avenida desde el Doral y bordear la 836 por la 12 calle hasta la 107 avenida, y de allí, seguir por Fountainebleau boulevard hasta la casa de mi prima. En el camino , vi un puente en construcción que se eleva sobre la 836 y llega hasta Fountainebleau directamente sin salir de la 97 avenida, lo que podría hacer mas corto el camino, pero no, días antes había leído en la prensa local que aun faltaban tres meses para su terminación. Esto me daba igual en cierta forma, pues después de las horas de trafico, se hace agradable cualquier recorrido en Miami, ademas de ir en mi auto disfrutando de una buena música en aquella bonita y estrellada noche del sur de la florida.
Lo cierto es que después de aquel recorrido que disfrute, yo ya estaba de vuelta en casa y creí que ya nada extraordinario implicaría en la interrupción de mi labor. Pero de pronto, y mucho antes de subir las escaleras que me llevarían a la habitación donde me esperaba aquel computador, recibí una llamada a mi celular, y en medio de una broma que acababa de gastarle a mi esposa, al contestar la llamada, escuche de la voz de mi madre en un tono de desespero, relatarme lo que acontecía en aquel momento. Al oír lo que me dijo, hubo un segundo de confusión y perdí el aliento. Mi abuela había sufrido un infarto esa noche y su estado era delicado. Enseguida, y después de reaccionar, abrigue una esperanza. Mi abuela se había salvado ya de varios acontecimientos similares y pensé que este no seria la excepción. Por un momento me sentí tan seguro de ello. Pero en el cambio de los minutos , las esperanzas fueron diluyendose. Nadie, y después de varias llamadas, me lo quiso decir directamente. Pero bueno, como los culpo, ellos sabían en cierta forma del gran apego que existía entre mi abuela y yo, y en ese momento ellos no serian tan precisos para hacerme encarar esa realidad, aunque me dejaron saber lo prudente que seria hacer arreglos para ir en viaje al país de donde somos, de donde nacimos y crecimos, y en donde mi abuela habría dado su ultimo respiro.
La verdad, es que el viaje no lo hicimos tan de inmediato, hubo que hacer muchos arreglos para desprendernos de las ocupaciones y fue después de veinticuatro horas cuando estábamos arribando a Venezuela definitivamente. La experiencia de llegar a mi país fue por demás extraña, había cantidades ilimitadas de recuerdos que se venían a mi desde el momento mismo en el que arribe al aeropuerto, ademas de recibir la impresión de ver una cuidad que en medio de la noche y casi dormida, inútilmente intentaba deshacerse de sus sombras para darme un recibimiento inusitado e iracundo en vista de mi inesperada visita. Lo que me haría caer en cuenta ademas, de que esa ciudad llena de sombras, se hacia ajena ante aquel acontecimiento que me hizo volver a ella.
Y allí me encontraba, cegado, turbado y en los limites de la impresión, buscando agarrarme de ese perenne brotar de recuerdos que venían a mi mente como una especie de tabla de salvación, pero que lejos de rescatarme, generaban en mi, un desfile de sentimientos encontrados que no hacían mas que confundirme y me entregaban a un desespero de nervios ante la proximidad de mi destino.
Al llegar al lugar y después de unas horas, aquella presión habría bajado un poco, pero me sometí al escarnio de mis culpas y mis errores. Pensé en lo poco que hice y lo mucho que pude hacer por mi abuela, tanto, que llegue a sentirme vulnerable y deshabido de mi destreza para comunicarme con las personas que allí se encontraban, por lo que tuve que darme muchos alientos para mantenerme firme ante aquellos acontecimientos; que en contradicción a lo que sentía, igual debía seguir escuchando a esas personas en las veces que me repetían quien soy, aquí estoy y aquí voy, aunque en el fondo yo sabia que eran solidarios y sinceros, pero que mi alma se negaba a dar la receptividad debida.
Y así se fueron las horas, y con ellas , el acontecimiento vivido. Aunque después, en los días siguientes y como en serpentina, hubo una repetición de hechos en mi mente que apuñadaban mi alma como buscando hacerse de nuevas heridas en lugares donde aun no las había, como rompiendo cualquier vestigio de consuelo y resignación. Solo el amor de mi abuela, el estar entre sus mas preciados recuerdos, allí en su casa, y ver su personalidad plasmada en cada una de sus pertenencias, me llevaron a recuperar una identidad que mas que olvidada, estaba allí guardada para mi, y en cierta forma, me hicieron sentir bien respecto a la vida que nos toco vivir juntos. Eso fue lo que me hizo saber que debía continuar...
En ciertas ocasiones alcance encontrarme con la ciudad, pero mis intentos de reconciliación fueron en vano. No había cabida al regocijo y el reconciliarme con mi ciudad significaba regocijarse. Fue pocos días después, en una madrugada tibia, que el momento de mi partida había llegado y desde el propio instante en el cual me dirigí al auto que nos llevaría a aeropuerto, sentí el recelo de aquella ciudad que me vería partir. Yo quise asumir aquel momento como mágico , pero no , la ciudad igual me hacia su reclamo. Y fue en medio de aquel silencio y después de meditarlo en los pocos minutos que allí me quedaban, que alcance escuchar como en un susurro a mis oídos, lo que aquella ciudad, mas que un reclamo, me afirmaba:
- Tú ya no perteneces aquí...
No se cuantos meses pasaron y una noche me vi cruzando por aquella prolongación de la 97 avenida que se elevaba sobre la 836 pues ya estaba terminada, y saben que, el recorrido fue muchísimo mas corto según lo indico el cuenta millas de mi auto, pero cuan largo, demorado y aburrido se me hizo el regresar a casa esa noche...
Pedro A. Olmeta
Pedro Olmeta
Verdaderamente, que el estado de nuestras identidades tanto como con la que se nace y la nueva adquirida, es una mezcla de elementos (sentimientos y recuerdos) bastante dificil de separar uno del otro, ya que nos dejan marcas profundas haciendonos muchas veces como autocriticas y si estamos o hicimos los mejor.
Pedro, te felicito nuevamente por este articulo, ya que hay sentimientos en el que me identifican. Te deseo exitos y adelante siempre.
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