Los códigos de barras: el mayor monopolio del mundo.
¿Nunca antes ha sentido curiosidad por saber cómo funciona el sistema de códigos de barras en el mundo del comercio?
Pues descubrirá que constituye el mayor monopolio consentido del mundo; en España, por cierto, muy superior al de la SGAE o las Cámaras de Comercio.
La organización a nivel mundial que se encarga de la asignación de números (prefijos de empresa) para códigos de barras es GS1, con sede en Bruselas.
Esta organización tiene delegaciones en cada país que se encargan de asignar los números (que comienzan con los prefijos otorgados al país; en España es AECOC y el prefijo es 84). Cada organización local tiene plena libertad para fijar tarifas de asociación, anualidades y condiciones pero en la práctica funcionan como un lobby monopolístico, pues ninguna asociación admitirá a ningún miembro que pertenezca a otro país.
Curiosamente esto contraviene las normas de libre circulación de empresas en la Comunidad Económica Europea, pero a nadie parece importarle.
Las tarifas de asociación no parecen seguir ningún patrón establecido ni lógico pues, en un país donde el coste de la vida es muy elevado, como el Reino Unido, la cuota de entrada es de 260 GBP, mientras que en España se exigen 601 EUR más una anualidad de 190 EUR por anricipado.
En unos países como España la asociación tiene el carácter de institución privada, libre, voluntaria y sin ánimo de lucro y por tanto sus cuotas están exentas de IVA. En otros, las cuotas están sujetas a impuestos y su caracter es empresarial.
En realidad, cuando un empresario necesita etiquetar sus productos con un código de barras, lo que le cobran es un elevadísimo canon y una cuota de por vida por apuntarle en una hoja de cálculo Excel. No hay más. Le dicen qué números puede usar (100, 1000 o 10000, según la cantidad de productos y el tamaño de la empresa) y a correr.
Este estado de cosas constituye el mayor monopolio de facto que existe en el mundo, pues ni GS1 ni ninguna delegación local cuenta con respaldo legal ni gubernamental alguno. Es decir que, aunque en principio se titulen como organizaciones sin ánimo de lucro, son asociaciones privadas. Nadie puede obligar a un empresario a afiliarse a una organización privada para poder etiquetar sus productos con un código de barras.
¿Hay alguna forma de evitar la asociación a GS1 a perpetuidad?
Si, por supuesto.
Cuando se constituyó GS1 en 2002, se hizo a partir de la extinta organización norteamericana UCC que asignaba los números UPC en USA. Unas cuantas empresas que formaban parte de UCC vieron reconocidos en los tribunales sus derechos sobre sus bancos de números, obteniendo permiso para comerciar con ellos y, por tanto, prohibiendo a GS1 que los asigne.
Estos bancos de números son los que se venden por unidades. Están plenamente reconocidos por el sistema UPC y EAN, no tienen fecha de caducidad y están plenamente aceptados en cualquier tienda de cualquier país del mundo.
Ni qué decir tiene que todos los años se venden por miles a pequeños empresarios y emprendedores de todo el planeta que solamente necesitan etiquetar unos cuantos productos y que evitan, así, mantener con su dinero y a perpetuidad el mayor monopolio que se conoce en el mundo desarrollado, por cierto, ante la pasividad de los políticos norteamericanos que cuentan con las más avanzadas leyes antitrust del mundo.
Existen unas pocas empresas por todo el mundo y en España desde hace algunos años viene dando este servicio La Tienda de las Barras (www.latiendadelasbarras.com).
Algunos números.
AECOC cuenta en España con casi 30.000 afiliados. Por 190 EUR al año cada asociado, sale, ... un dineral.
Que, por cierto, debe constituirles un problema pues, por ley, no pueden dar beneficios a final de año.
Esto trae como consecuencia la organización de eventos por todo lo alto venga o no a cuento, como, por ejemplo, la celebración del 25 aniversario de la fundación de AECOC al cual asistió lo más granado de la clase empresarial española. Los más destacados forman parte (sin sueldo) del Consejo de Dirección.
El desconocimiento de los sueldos de los directivos de AECOC y en general, el desconocimiento de a qué se dedican los que trabajan en AECOC como no sea la supervisión de una hoja de cálculo Excel con 30.000 filas es lo que ha permitido este estado de cosas en el que una organización voluntaria y privada aparece (por la inercia y la costumbre) a los ojos de todos como si fuera oficial y obligatoria.
Y no lo es.
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