El partido de vuelta
Escribo esta columna bajo un cielo nublado y en un lunes en el que apenas comienza a despuntar la luz del día. Me acompaña mi café, la radio –que nunca cesa- en la que suena bajito el jazz (ese regalo de los dioses) y en la casa el silencio dulce que es el anticipo del santo escándalo de la vida familiar que habrá de empezar en cuanto despierten mis hijos.
Estoy bien, estoy vivo y creo que soy un hombre feliz. Hago lo que amo (y me pagan por ello), tengo salud y en mi cabeza bullen cientos de proyectos que le dan sentido a mis días; no puedo pedir nada más y sería un sujeto infame si no agradeciera a Dios por tantos dones. Cuando me siento así, en este modo pleno, siempre me pregunto si todo esto es un regalo de los cielos o el fruto de mis actos en la tierra. Anticipo mi respuesta: son las dos cosas juntas.
Creo que las personas debemos dejar en las manos de Dios aquello que sólo a Él le compete y debemos, en consecuencia, focalizarnos (vete apuntando este término) en lo que deben ser nuestras tareas. Trabajar día a día, tramo a tramo, por la consecución de nuestros deseos es un alto deber al que no podemos renunciar sin pagar las terribles consecuencias.
En mi día a día convivo, presencial o virtualmente, con personas que trabajan muy duro por consolidar sus sueños. No me es difícil ver cómo es que aquellos que resisten, que aguardan y son pacientes son los que producen frutos más abundantemente. En esta cultura del “fast food” y del consumo bulímico se nos ha inoculado la idea de que todo debe ser aquí y ahora, como si los siglos que nos anteceden no nos hubieran enseñado con suficiencia que lo que tiene un valor sobresaliente reclama, para ser conseguido, un esfuerzo igualmente notable.
Si tú, que ahora me lees, te encuentras en un estado de desesperación, de confusión o angustia porque nada de lo que anhelas parece estarse dando, te invito para que busques la soledad, el silencio y el reposo del alma. Las emociones negativas son malas consejeras y siempre nos murmuran al oído sus palabras mentirosas; piensa, amigo, amiga, que no hay trabajo que no sea premiado, que la pasión y la disciplina siempre pagan y que en la vida, como en el futbol, siempre habrá un partido de vuelta.
Me despido deseándote, como siempre, un excelente día.
Dr. Álex Ramírez- Arballo es profesor en Penn State University. Es un apasionado de la tecnología, la filosofía, los negocios en internet y afronta todo esto desde una perspectiva humanista. Publica diariamente en su sitio:www.orbired.com
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