Escaleras p'arriba, escaleras p'abajo. Pt. I
Deseo descubrir títulos para las historias que escribo. El lugar, sombrío y lleno de paja y hojas prematuras de un árbol otoñal, se apagaba en el horizonte mientras los cristales de la ventana a la que me estaba asomando se vaporizaban con la humedad del exterior de la casa. Estaba anocheciendo. El idiota de Charli tenía que venir con las llaves, estaría demasiado ocupado para atender a otras peticiones amistosas. Enganchado supongo al Altísimo como lo llama él, para mi es simplemente Jesús. Soy atea, mi padre siempre lo desaprobó. Era un canalla, un borracho, violador empedernido amparado por la gloria de Dios. Pero, alejando los temas personales, aquí me encontraba, con mis amigos en una casa desconocida . Las ventanas, ahora impermeables a causa de la humedad, tenían barrotes que las encarcelaba en una penumbra inquietante, dando lugar a una imagen grotesca y carente de libertad. La luz del exterior proyectaba fielmente el contorno de los barrotes en el suelo, enrollándose en el cabezal del sillón y acabando en la parte posterior del mismo. Alguien dijo algo. Era difícil reconocerlo, no en la parte práctica, sino en la psicológica. El cabrón de Charli había cortado la luz, la oscuridad era sublime. Alguien decía algo, eran gritos de angustia, eso seguro. Alguien se levantó y pidió ayuda, buscando ansiosamente un botiquín para socorrer a Fernando, Había empezado a subir al piso de arriba y cayó estrepitosamente un piso y media rodando por las escaleras. La imagen, aunque divertida, resultó ser una proyección de las ciencias ocultas en su grado más alto. El cabrito decía que algo le había empujado por las escaleras, que no se había resbalado. Una media hora antes de este suceso alguien había dicho, en la completa oscuridad, que había escuchado en el piso de arriba. La casa estaba dividida en tres: el piso de abajo, donde nos encontrábamos nosotros, con un aseo, la cocina y poco más, el segundo y el tercer piso. El tercer piso lo podríamos catalogar de buhardillas. Debíamos subir allí, un amigo de Charli, Juan Carlos, que vivía en esta casa antaño asegura haber guardado unas cuantas latas de comida y un par de bidones de agua de 5L antes de cancelar su excursión a los Picos de Europa. Yo y otra amiga decidimos subir, debíamos ir al aseo y de paso subiríamos al tercer piso, deshaciendo la oscuridad con una linterna que había traído un amigo.Nos levantamos y empezamos a subir, escaleras arriba, dejamos de escuchar los murmullos de nuestros compañeros. En la claridad de la linterna se distinguía una alfombra roja dispuesta a lo largo de todo el camino incluyendo los escalones, acompañada de un juego de mesas a cada lado y candelabros, lamparas de pared y demás parafernalia paternal. Seguíamos escalones arriba mientras la madera crugía a nuestros pies, la humedad se intensificaba conforme avanazábamos de escalón. Llegamos a la puerta que abría el tercer piso.
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