Agua para todos, por favor
Víctor Hugo: Primero, fue necesario civilizar al hombre en su relación con el hombre. Ahora, es necesario civilizar al hombre en su relación con la naturaleza y los animales
Los paisajes típicos de La Guajira y las más hermosas obras de sus destacados pintores incluyen siempre el molino de viento, el burro transitando por caminos polvorientos y en su lomo un par de garrafas llenas de agua, o la mujer wayüu con una mochila enorme en cuyo interior va una múcura con el líquido precioso.
A los paisajes de La Guajira pueden añadirse los de otros pueblos de Colombia y el mundo: largas filas de personas en espera de que le llenen un recipiente; carrotanques perseguidos por la multitud; vehículos de tracción animal adaptados como pequeños vehículos cisternas; y padres de familia en cuyos hombros se sostiene una balanza de cuyos extremos cuelgan dos baldes repletos del vital elemento.
En las épocas no lejanas se decía que quien vendía el agua era un mezquino. Eran, indudablemente otros tiempos. Hoy en día el agua no solo se compra o se vende sino que, en algunos casos, no se consigue, aunque haya dinero para adquirirla.
La Onu reveló hace unos días un informe con el que prende todas las alertas sobre el problema de la escasez del líquido, no en La Guajira o en Colombia, sino en el mundo.
En medio de las cifras el analista puede encontrar al menos una noticia buena y otras ( más de una) muy malas.
La buena noticia consiste en que al menos por ahora, no hay escasez; las fuentes hídricas son suficientes para abastecer a los habitantes de todos los países en todos los continentes.
No está cercano, según el informe, el día en que los ríos se mueran y los humanos y las demás especies nos quedemos sin una gota de agua para la supervivencia.
No se ve cercana, entonces, la pesadilla de un inmenso desierto en forma de esfera en donde el color azul de antes deje de existir.
Sin embargo, esa es la única buena noticia del extenso documento. Si bien es cierto que no hay escasez de agua, existe, en cambio, un problema grave por el cual la humanidad se encuentra sufriendo de sed: el agua está muy mal repartida.
El agua que tenemos alcanza para las necesidades domésticas, agrícolas e industriales, siempre y cuando se tomen las medidas necesarias para permitir que llegue a todos los hogares, las empresas y los sembrados.
Esas medidas deben ser urgentes para evitar la inequidad, las desigualdades y la pobreza.
De acuerdo con el informe sobre Desarrollo Humano, en el cual Colombia figura en el puesto 70 entre 177 naciones, la ineficacia de los procesos políticos pone a la población pobre en desventaja.
El desabastecimiento de agua y la crisis sanitaria en el mundo contribuye a que anualmente mueran un millón ochocientos mil niños. El problema tiene tanto impacto que el agua está causando más muertes que los conflictos armados. Privar de agua a las poblaciones más vulnerables es una forma sutil de violencia, de marginalidad y de guerra.
Según cálculos muy serios se necesitan unos 10 mil millones de dólares para lograr una distribución adecuada del agua. El costo es aparentemente alto pero resulta insignificante si se compara con otros gastos en el que incurren las naciones.
Los costos militares por ejemplo, son verdaderamente exorbitantes y, por supuesto, de una cuantía infinitamente superior a lo que se necesitaría para llevar el agua no solo a las poblaciones marginales sino a todo aquel que la necesite: es decir, todos los seres humanos.
El agua se volvió en algunos lugares un producto costoso, casi suntuario. Una botella de agua purificada o de agua mineral cuesta tanto, o más que la misma cantidad de su contenido en petróleo o gasolina.
En el caso de algunas regiones de Colombia el tema es realmente crítico: no se trata solo de escasez o de repartición inequitativa, sino de la calidad. Los acueductos llevan hasta los hogares agua no apta para el consumo humano.
Y en aquellos lugares donde no hay acueductos los ciudadanos, especialmente indígenas, deben recurrir a los pozos, jagüeyes e, incluso, charcas.
La costumbre, pero sobre todo la necesidad los ha llevado a consumir un líquido turbio con un lejano parecido al agua limpia con la cual lavan la ropa en algunas ciudades desarrolladas o con la que lavan los pisos en los países industrializados.
La próxima vez que vea las nubes en el horizonte y sea claro el anuncio de la lluvia, déle gracias a Dios y pida que ese líquido puro y esencial del cielo llegue por igual a todos los hombres y mujeres de la tierra. Y especialmente a los niños que sufren por su escasez.
Alejandro Rutto martínez es un prestigioso académico italo-colombiano, vinculado en la actualidad a varias universidades y entidades de formación profesional. Ejerce además como periodista y es conferencista de eventos en foros, encuentros y seminarios. Usted puede hacer contacto con él a través del correo alejandrorutto@gmail.com o por el teléfono móvil 300 8055526. Visite su página: www.maicaoaldia.blogspot.com
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