Miremos a nuestros médicos desde otro ángulo
En los últimos años de mi profesión de médica pediatra, yo había cambiado sustancialmente y lo atribuía a problemas personales (la inesperada muerte de mi marido por un aneurisma cerebral, el haber perdido mi trabajo en Bancarios por la restructuración instaurada por Zanola (presidente de la Asociación Bancaria) que dejó en la calle a cuatro mil empleados de un solo golpe, el tener que afrontar la vida sola, con mis dos hijos adolescentes , etc.) sin pensar en ningún momento que se debía a que estaba enferma.
Es que en esos momentos nadie hablaba del síndrome de Burn out (el médico quemado) por la sencilla razón que se desconocía. Gracias a un médico en Barcelona que tuvo la percepción que algo estaba ocurriendo con sus colegas y se dedicó a observar y comprender lo que estaba sucediendo, yo pude enterarme, ya estando retirada la causa de mi cambio.
Desde que comencé a ejercer mi profesión había entregado a mis pacientes más que mi conocimiento mi corazón, pues estaba segura que era capaz de ayudar más a la persona en su enfermedad, y durante esos últimos años dejé de hacerlo.
Siempre había sabido escuchar los problemas, del niño, de la madre, del padre y de todo aquel componente familiar que viniera a hablarme. Y siempre también había podido encontrar alguna palabra para reconfortar un ánimo caído.
Pero perdí esa capacidad en la última etapa.
Si yo hubiera sabido que estaba enferma hubiera buscado ayuda pero como creía que era el resultado de las cosas que enuncié y la lógica pérdida de la paciencia que puede tenerse con el paso de los años, no lo hice.
De esa forma, en mi último período ocupacional dejé de asistir a mis pacientes y sus padres, en las necesidades que iban más allá de recetar una medicación o tratar de encontrar un diagnóstico.
Sólo lo pude ver casi un año después de haberme jubilado cuando empecé a leer sobre el síndrome y pude auto diagnosticarme y comprender mi cambio.
¡No se imaginan cuánto me gustaría ir a buscar a cada uno de esos pacientes que no atendí como correspondía, para ofrecerles mis disculpas!
No puedo hacerlo, primero porque no tengo acceso a los archivos de dichos pacientes y segundo porque estoy viviendo muy lejos de mi tierra natal.
Pero este conocimiento me llevó a considerar escribir estas líneas para pedirles a todos aquellos que las lean que sean más comprensivos con lo médicos en general.
Ellos son seres humanos y pueden estar tan enfermos como lo estaba yo sin saberlo. No crean que por ser médicos lo saben todo. Nada más lejos de la realidad!
Los pacientes en general tienden a pensar que el médico no les presta la debida atención que se merecen. Y no es que no tengan razón en muchos casos. Lo que ocurre es que ese profesional puede estar atravesando un período difícil de su vida que no le permite ver las necesidades que tiene su paciente, y tal vez, cuando se de cuenta le pase lo que me pasó a mi que no puede disculparse ni enmendar la falta.
Creo que la gran mayoría de los que hemos elegido esa profesión tenemos como principal meta “Ayudar”.
Si fallamos no es voluntario. No en la mayoría de los casos.
Por supuesto siempre habrá excepciones como en cualquier regla.
Por eso les reitero a todo aquel que lea este artículo que sea más condescendiente la próxima vez que vaya a consultar con uno de ellos y no salga criticándolo y viendo sólo lo negativo.
A veces la presión que sufrimos en nuestra profesión es tan grande, que nos impide razonar con claridad.
Hay una vida en juego en nuestras manos y eso si que no es cosa simple!
Hoy estoy del otro lado, pasé de ser una profesional a una simple paciente y tal vez por eso mi visión sea diferente.
Recuerden, recapaciten y entiendan. Tal vez todos aprendamos a ver el otro lado de las cosas que no siempre son visibles.






































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