El niño y la esferita de luz en la ciudad oscura
Era una ciudad que con el pasar de los milenios quedó en completa oscuridad, no se distinguía el día de la noche, las horas pasaban y muchos habitantes querían despertar como de una oscura pesadilla porque no se sentían ellos mismos parecía que al llegar las 12:00 AM todo el mundo sufría de una extraña metamorfosis en un letargo sueño desde el inconsciente. Una persona podría transcurrir por las calles de aquella ciudad pero no se libraba de estar al acecho por seres que se volvieron monstruos incluyendo ella misma. Todo lo que sucedía eran actos que en lo más íntimo del ser ellos no querían causar. La gran mayoría quería ya despertar, no sentir miedo; guardaba la esperanza de algún día sentir la paz que los liberara como al ciego que después de abrir los ojos una mañana recobró la vista. Hasta que se llegó la hora y en esos instantes el tiempo señalaba en el oscuro cielo una estela de fuego como el rastro que deja un águila mitológica al despegar por toda la arena que está cerca de la orilla del mar; hasta perderse detrás del horizonte de la gran montaña, hasta que llegó el momento en que la ciudad escuchó eso que era diferente, se sentía como el agua que cae de una gran cascada después de una enorme sequía a causa de un largo verano. Todos voltearon a mirar hacia la gran montaña mientras se escuchó: ¡Miren, allá arriba, en la gran montaña! -dijo un habitante, luego se esparció el rumor y ya todos enfocaron su mirada en una esferita de luz que descendía como una canica por toda la piel de la alta montaña… Muchos se alegraron de ver la luz, es más, casi todos, pero a unos pocos no les convenía, luego desde la gran avenida como el secoya que reparte todas sus ramas hacia las calles… ¡Es un niño! – exclamó el uno, ¡Es un niño con una esferita de luz! – exclamó el otro, todo el mundo que estaba cerca se acercaron en tropel hasta llegar a donde el niño estaba, ahí parado en medio de la calle pero con una lucecita que lo iluminaba todo… ¡Puedo ver!, ¡puedo ver!, ¡yo también puedo ver! – gritaron miles de personas y la alegría de ver y sentir aquel rayito de luz en calor encendió nuevamente la alegría de sus corazones y la armonía de su ser, un joven que estaba cubierto por el capullo de la oscura soledad empezó a salir de él gracias al rayito de luz que cortó ese caparazón, nuevamente el joven abrió los ojos y su mirada empezó a emerger desde la más profunda oscuridad y al llegar a la superficie vio una chica preciosa que le sonreía, aquella esferita de luz causó en aquel joven que una lágrima rodara por su mejilla porque pudo ver nuevamente el amor… En todo el mundo viró su vida. Luego los monstruos de la ciudad empezaron a rodear aquel niño, ¡Quién eres, qué haces aquí! – Dijo el uno, ¡Quién te crees para cambiar las cosas!- dijo el otro, pero al ver que la gran multitud lo protegía no le hicieron daño, ya los monstruos dejaron de de ser fuertes por que la esferita de luz los iba debilitando poco a poco hasta que empezaba una metamorfosis en sentido contrario a las manecillas del reloj dejando ver quien eran en realidad y se retiraron de él; luego el niño levantó la esferita de luz con sus pequeñas manitas lo más alto que pudo y la soltó… ¡Miren la esferita de luz se está elevando a lo más alto del aire, como una antorcha que se pone en lo más alto del centro de una repisa para que pueda iluminar todo la habitación!-dijo un habitante, ¡Ahora todos ya podrán ver y les regalo mi esferita de luz, pero me tengo que ir! -dijo el niño extraño. Muchos no querían que se fuera, escuchó el niño dentro de su corazón la voz de la gran multitud porque le querían conocer, ¡Por un rayito de luz me conocerán! – dijo el niño, me tengo que ir, la luz no los abandonará. Luego el niño se dirigió como un relámpago hacia la gran montaña pero los monstruos al pie de la montaña lo atraparon y se lo llevaron a la tenebrosa mazmorra de la ciudad. ¡De aquí no saldrás nunca hasta que apagues la esferita de luz! – dijo uno de los monstruos. ¡No se puede apagar, las personas necesitan ver la verdad! – dijo el niño. ¡Entonces nunca te dejaremos salir de aquí! –dijo un monstruo, ¡Estás condenado perpetuamente! – dijo otro monstruo, pero ellos se llenaban de terror al ver que en la mirada del niño no existía el miedo ni su apariencia física era capaz de atemorizarlo. ¡Ustedes no tienen poder sobre mí! – dijo el niño. ¡No te conviertas en lo que no eres! – dijo el niño al monstruo que estaba encargado de vigilarlo y sucedió que estas palabras derritieron el exterior del monstruo como a una vela… ¡Niño ya puedo ver, llévame contigo! – dijo el monstruo, ¡te llevaré a la ciudad porque aún no es tu hora y muchas personas allá fuera te necesitan! – dijo el niño. Luego el niño sacó un reloj de su bolsillo, presionó un botón y en pocos minutos se escuchó un trueno en el corazón de la mazmorra y llegó hasta la celda una pequeña nave espacial, ¡Tranquilo es mi nave! – le dijo el niño al nuevo ser y aquel ser que recobró su humanidad, recobró una gran fuerza y con sus fuertes brazos abrió las enormes rejas de la celda donde estaba el niño, ¡Sube pronto! – Dijo el niño, te llevaré a la nueva ciudad, ¡Conduce rápido porque los monstruos son muy rápidos!- dijo el nuevo ser, ¡Tranquilo no podrán alcanzarnos! – dijo el niño y se elevó la nave nuevamente en medio del gran túnel de la mazmorra y despegó como el viento… ¡Estoy volando! – dijo el nuevo ser más un grito de emoción mientras las lágrimas de la felicidad rodaban nuevamente por su mejilla. Los monstruos hicieron lo posible para no dejarlos escapar pero todo les fue inútil. El nuevo ser fue dejado en la superficie por el niño, mientras este miraba al cielo como desaparecía la nave espacial con esa personita a bordo que le transformó su vida. Pasó el tiempo y se corría el rumor que los monstruos de la ciudad solo salían en medio del disfraz de la oscuridad porque ellos decidieron quedarse refugiados en el reino de las sombras esperando quien a ver quien quedaba atrapado en la telaraña de las sombras para poder engañarlo. Siguió rodando el tiempo desde aquel suceso y la ciudad entera iluminada por la esferita de luz volvió a vivir en paz, donde reinaba nuevamente la alegría y la felicidad de todos sus habitantes para siempre…
Fredy Suarez.
Registro automático