Cibercriminalidad
Solía reflexionar con mis alumnos en las clases de Introducción al Derecho sobre las importantes incidencias que tendría la conectividad y especialmente el internet en la sociedad humana. Analizabamos, por ejemplo, la creación de nuevos grupos sociales (no comparables a la noción de "clases sociales", tales como los ciberpunks, los góticos, los transexuales, etc) o la integración digital de nuevas o antiguas sectas religiosas o políticas y las consecuencias de todas esas nuevas realidades en el desarrollo y el derecho. Tema reiterado de esas conversaciones era el del delito en la red y lo que se ha venido llamando la cibercriminalidad. Pero a medida que pasa el tiempo he venido descubriendo que nada de lo imaginado, ni siquiera en el pasado inmediato, sobre las formas, métodos, modalidades e impacto de la delincuencia en el ciberespacio, se acerca aunque sea remotamente a los desarrollos reales del presente, pues nunca en la historia de la humanidad los avances tecnológicos habían creado tantas condiciones para la comisión de crímenes.
En efecto, la red de redes ha sido caldo de cultivo para delitos como el tráfico de drogas, la trata de blancas y de niños, el lavado de activos, la violación a los derechos de autor, la estafa, el hurto, el pánico económico, la injuria y la calumnia, la violación de correo, la falsedad, el año en bien ajeno, el secuestro, el peculado, la extorsión, el homicidio y el terrorismo. Sólo el robo de los piratas informáticos mediante el procedimiento de rastreo de las claves de las tarjetas de crédito vale anualmente unos 500 millones de dólares. Los perjuicios económicos provocados por acciones criminales informáticas alcanzan ya los 10.000 millones de dólares, sin tenerse estadísticas sobre valoraciones económicas de perjuicios causados por delitos contra la administración pública, la seguridad pública, la fé pública, la libertad individual, libertad sexual y dignidad humana, la integridad moral, la vida y la integridad personal.
Mientras tanto, estamos crudos en el contra ataque. La sociedad humana parece ir a la velocidad de la locomotora en su lucha contra la cibercriminalidad, mientras los sofisticados cerebros del delito digital van a la velocidad de la luz. La situación es completamente crítica. El mundo no cuenta todavía con mecanismos efectivos para luchar contra la cibercriminalidad, aunque ya ha empezado a tomar conciencia de la necesidad urgente de cooperación internacional, la investigación y observación de las conductas antisociales cibernéticas, la creación de Tribunales Multi, Trans o Internacionales, la unificación de las legislaciones penales y la creación de nuevos recursos tecnológicos y científicos probatorios. Indicios de ese comienzo de concientización son el reciente Congreso sobre la Prevención de la criminalidad y el tratamiento de los criminales, realizado en Viena el mes pasado, cuya preocupación principal fue, precisamente, el crimen informático y la creación de importantes departamentos para la investigación y persecución de ciberdelito, adjuntos a las clásicas agencias mundiales como la Interpol, la Cia o la KGB.
Pero, desgraciadamente, para derrotar a los malos del ciberespacio se necesita mucho más que cibercarreta.
Carlos Mauricio Iriarte Barrios http://carlosmauricioiriarte.blogspot.com
Registro automático