Lo que le da sentido a una ciudad
La respuesta es obvia: lo que le da sentido, pero verdadero sentido a una ciudad, son sus locos. ¿Qué sería de la sociedad sin sus locos? No puedo imaginármela, por que dejaría de ser una sociedad completa. Podemos prescindir de los servicios públicos (de hecho, algunas ciudades que conozco, pueden sobrevivir sin servicio de electricidad y nadie dice nada), de alimentos (algunas personas no recuerdan cuando fue la última vez que los probaron), de sus ilusiones, del fútbol, del sexo, de la seguridad ciudadana, pero nunca nunca de sus locos.
Bien sea en las esquinas, en donde arengan a ejércitos invisibles o en los parques en donde son felices con su saco repleto de artículos inservibles, los locos hacen parte del paisaje urbano y constituyen parte esencial de la comunidad en donde residen.
El diccionario nos dice que un loco es quien ha perdido el juicio pero la realidad, y también los expertos, nos han dicho que lo que les falta en juicio les sobra en felicidad, Ellos no tiene4n preocupaciones por sus carencias ni prejuicios sociales ni temor a lo que dirán sus amistades ni apariencias que guardar y de allí el hecho de que disfruten la vida con sus pocas posesiones.
Los locos vienen y va. Se les ve en un lugar y en otro. Van vestidos con su uniforme clásico similar al de los indigentes o con prendas cuyos colores combinan con el fuego del apocalipsis. Tienen amigos y benefactores y muchas historias para contar: algunas nacidas de sus fantasías y de su diálogo permanente con ellos mismos y con los seres reales que habitan en su mundo aparentemente imaginario o historias reales pertenecientes al drama y la tragedia que los empujó hacia el estado en que actualmente se encuentran.
La mayoría de los locos, los declarados como tales, son habitantes de la calle. Otros viven en clínicas de reposo hospitales especializados o manicomios. Pero otros disfrutan de la vida como cantantes, periodistas, gobernantes y deportistas ( ¿Una persona cuerda se montaría acaso en un auto de fórmula uno?). En la historia de Roma existe un capítulo dedicado a los emperadores locos conformado por Calígula, Tiberio, Claudio y Nerón.
No faltará quien considere a los locos como parias de la sociedad o como una vergüenza pero en algo podemos estar de acuerdos: la locura tiene un dulce encanto y los locos son personas que en algunos casos viven mejor que quienes se confiesan cuerdos. Por eso más de uno se hace el loco o se comporta como tal. Hacerse el loco suele ser un recurso muy socorrido para quienes desean pasar inadvertidos o deshacerse de alguna pesada responsabilidad. Ser loco no es, después de todo lo peor que a alguien le puede pasar.
Las ciudades verdaderamente desarrolladas no solo no maltratan a sus locos famosos si no que los cuidan, los quieren y los protegen. Y sienten cierto orgullo por ellos. Un ciudadano vio a otro que trataba despectivamente a un loco y le dijo con firmeza: "Déjelo tranquilo, él puede ser loco y estar golpeado por la vida pero no le está haciendo nada a usted. Además, sepa que estos locos, sucio y todos, ruidosos y todos, son nuestros locos".
Nuestros locos: ellos son los que le dan nombre a una ciudad. Si usted vive en alguna parte en donde no ha visto ningún loco, preocúpese por que algo raro está sucediendo en ella. Pero no se preocupe: tal vez sí hay locos, pero usted no los ha descubierto. Si los va a buscar le damos una pista: algunos se dedican a escribir. Y otros, a leer artículos sobre locos.
Por: Alejandro Rutto Martínez
Alejandro Rutto Martínez es un prestigioso escritor y periodista ítalo-colombiano quien además ejerce la docencia en varias universidades. Es autor de cuatro libros sobre ética y liderazgo y figura en tres antologías de autores colombianos. Contáctelo al cel. 300 8055526 o al correo alejandrorutto@gmail.com. Lea sus escritos en MAICAO AL DÍA, página en la cual usted encontrará escritos, crónicas y piezas hermosas de la literatura colombiana.
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