Hatonuevo, pueblo de belleza exquisita en el norte de Colombia
Eran las siete de la noche del 5 de noviembre del 2006 cuando Leandro Díaz, uno de los más importantes compositores (letristas le llaman ahora) del país ordenó, en su condición de jurado, repetir el último de los trabajos presentados para participar en el concurso en que se escogería el himno de Hatonuevo. Minutos después dio su veredicto: esa última interpretación merecía ser escogida como uno se los símbolos que en adelante identificarán a este hermoso municipio ubicado en el corazón de la Guajira. Wilder Murgas, quien esperaba ansioso la decisión, no pudo resistir la alegría y se fundió en un abrazo inolvidable con quienes desde bien temprano lo acompañaron en la espera. Precisamente él es compositor de la melodía seleccionada y acababa de ganarse un lugar en la historia.
El 24 de octubre de 1.840 las tierras de Blas Amaya fueron inundadas por las aguas de "El Pozo" un manantial de donde se surtían los agricultores y ganaderos de la región para desarrollar las actividades propias de su negocio. Agobiado por la dificultad y no encontrando una solución mejor, decidió trasladar su finca a un lugar ubicado a no mucha distancia de donde antes la tenía. Cuando terminó el trasteo miró su nueva propiedad con satisfacción y expresó: "ahora sí tengo mi hato nuevo". Sin proponérselo había acabado de darle nombre al pueblo cuya colonización se iniciaba.
Hato Nuevo es un lugar en donde el cielo y el sol se unen con la tierra para componer una canción de amor a la vida por cuyos versos desfilan manantiales inagotables, arroyos refrescantes, tierras fértiles, colinas con aspiraciones de montaña, recursos minerales en abundancia y unos diez mil corazones que palpitan al ritmo del amor por su pueblo.
Wilder Murgas tomó todos estos elementos y los unió en un poema musicalizado de veinte líneas en el que hace alusión a Paladines un hilo de agua en el que se unen los arroyos de Gritador y Manantialito incluidos también en la nueva melodía junto con Arroyo Seco y Arroyo Limpio, el cerro de Veresala y los caseríos de Angostura y Veracruz, así como el desaparecido poblado de Tabaco. Hubo espacio también, a pesar de la dictadura de la brevedad, para lugares de gran significado para la tradición local como Guamachito, El Cerro y Rodeíto y para la noble raza de los Wayuú y su honradez y apego al trabajo.
Los hatonueveros deben estar orgullosos de su himno. Cuando se escuchen sus notas el mundo sabrá que existe un pueblo de paisajes incomparables y gente generosa dedicada a hilvanar el progreso y a tejer su destino a base el esfuerzo de sus mejores hijos entre los que se encuentra Wilder Murgas, autor de 264 canciones
Por: Alejandro Rutto Martínez
Alejandro Rutto Martínez es un prestigioso escritor y periodista ítalo-colombiano quien además ejerce la docencia en varias universidades. Es autor de cuatro libros sobre ética y liderazgo y figura en tres antologías de autores colombianos. Contáctelo al cel. 300 8055526 o al correo alejandrorutto@gmail.com. Lea sus escritos en MAICAO AL DÍA, página en la cual usted encontrará escritos, crónicas y piezas hermosas de la literatura colombiana.
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