¿Qué diría Jesús de Nazaret sobre la festividad del toro embolao?
Poco después de que Cataluña prohibiera las corridas de toros, Extremadura prohibía la celebración del toro embolao, una segunda buena noticia que hizo pensar en un posible efecto contagio en Comunidades como Aragón, Valencia y Cataluña donde se celebra desde tiempos inmemoriales; sin embargo esto no sucedió así, todo lo contrario, el toro embolao se convirtió en un festejo blindado en algunas Comunidades como Cataluña.
Si bien es cierto que el animal no muere quemado, como se esfuerzan en demostrar los defensores de tal festividad, son indiscutibles los efectos que tal práctica deja en el animal: Insufrible dolor producido por el sebo ardiendo y chorreante que cae por su cabeza, ceguera, miedo y un nivel de estrés que lo hace enloquecer.
El dilema planteado en España es si los derechos que tienen los animales a no servir de divertimento, está o no por encima de los derechos que tenemos las personas a divertirnos con ellos. Pero, ¿acaso es necesario hacer sufrir a otros seres vivos para divertirse? ¿Y que clase de “diversión” enfermiza puede estar detrás de divertirse a costa del dolor y la desesperación de otras criaturas? ¿No somos capaces de sentir y escuchar los lamentos y el sufrimiento de los animales, dotados de un sistema nervioso central que trasmite el dolor como lo hace el nuestro?
La mayoría de simpatizantes de los festejos con toros en España, suelen coincidir con el día de algún “santo” y son celebrados por cristianos, es decir seguidores de Jesús de Nazaret, cuya vida fue un símbolo para la humanidad, ¿pero saben acaso el trato que dio Jesús a los animales?
En el llamado Evangelio de Jesús “Esta es Mi Palabra” se encuentra una visión profunda de los sucesos acaecidos hace 2000 años. Allí encontramos un pasaje que refleja que sería digno de ser cristiano:
1. Aconteció que el Señor salió de la ciudad, e iba por la montaña con Sus discípulos. Y llegaron a un monte de caminos muy escarpados. Allí encontraron a un hombre con un animal de carga.
2. El caballo se había desplomado a causa de la sobrecarga, y el hombre lo golpeaba hasta hacerle sangrar. Y Jesús se le acercó y dijo: “tú, hijo de la crueldad, ¿por qué golpeas a tu animal? ¿No ves acaso que es demasiado débil para su carga, y no sabes que sufre?”
3. Pero el hombre respondió: “¿qué tienes que ver Tú con esto? Puedo golpear a mi animal cuanto me plazca; pues me pertenece y lo compré por una buena suma de dinero. Pregunta a los que están contigo, pues son de mi vecindario y lo saben”.
4. Y algunos de los discípulos respondieron diciendo: “sí, Señor, es tal como dice; estábamos presentes mientras compraba el caballo”. Y el Señor respondió: “¿no veis acaso cómo sangra y no oís cómo gime y se lamenta?” Pero ellos respondieron diciendo: “¡no, Señor, no oímos que gima y se lamente!” (Cap. 21, 1-4)
No actuaría Jesús en la actualidad de forma parecida ante los mozos de cada pueblo. Probablemente también Les preguntaría: ¿Qué haces con ese toro? ¿Te gustaría si alguien colocara 2 bolas de fuego sobre ti durante horas, y tu cabeza ardiera de calor y el sebo ardiente quemara tus ojos y te impidiera ver a quienes te golpean y persiguen? ¿No sentirías acaso miedo de estar rodeado de seres que te hacen daño y te golpean sin saber por qué? El seguiría diciendo: Hijo mío, deja tranquilo a tu hermano y procura no hacer más tal cosa, sino cuidar de aquellos que están por debajo de ti.
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