Escapada a Sevilla
La ciudad de Sevilla enamora. La conocí en febrero, cuando los naranjos dan sus frutos y decoran las calles con su colorido. Disfruté especialmente de largas caminatas por el casco antiguo, asomándome a cada patio para sorprenderme con su belleza, sin cansarme de hacer fotografías y feliz de haberme decidido por estas escapadas fin de semana diferente.
Cuando vi la Giralda -que es en realidad el antiguo alminar de la mezquita almohade del siglo XII, transformada en el campanario de la Catedral de Santa María- pensé que era una de las construcciones más bonita que había visto jamás y decidí dedicarle mucho tiempo para admirarla y conocerla. Así supe que fue durante siglos la torre más alta de España y actualmente lo sigue siendo de la ciudad. Al final, en la punta, está la veleta denominada el Giraldillo de donde viene el nombre de la Giralda.
Tiene noventa y cuatro metros de altura, pero con el entusiasmo que me provocaba esta escapadas fin de semana diferente, fui subiendo las rampas rápidamente. Me pareció curioso que fueran construidas para subir a caballo. Una vez arriba se me presentó Sevilla en su totalidad: torreones, cúpulas, espadañas, azoteas, plazas y jardines; y el laberinto de calles del Barrio Santa Cruz; la Plaza de Toros de la Real Maestranza, la Torre del Oro, el Río Guadalquivir y sus puentes. Rodeando la ciudad, las colinas del Aljarafe y los Alcores, y más a lo lejos la Sierra Norte sevillana.
Después de mirar hipnotizada cada detalle, bajé y visité los Reales Alcázares de Sevilla, que tienen una historia única y especial. Dicen de este palacio que es el mejor ejemplo de arquitectura mudéjar que aún sigue en pie en España, un conjunto monumental cuyos orígenes se remontan a la Alta Edad Media. Con la boca abierta fui recorriendo sus salones y patios asombrada por tanta hermosura y la riqueza de sus detalles.
Cuando salí no podía creer que ya llevaba doscientas y tantas fotografías, me alegré de haber llevado una memoria extra y también otra batería, ya que me gusta luego montar un buen albúm que me recuerde mis escapadas fin de semana diferente.
Crucé el río Guadalquivir rumbo al barrio de Triana, para sentir su ambiente abierto y popular. Con las calles llenas de plantas y flores, de gran colorido, las casas pintadas de blanco y ocre, imágenes, sensaciones, que se iban grabando en mi memoria y en mi corazón.
De este barrio de marineros, artesanos, toreros, cantaores y futbolistas se dice que es cuna del flamenco y ceramista por excelencia desde época romana. En los talleres artesanales de Triana se han creado la gran mayoría de los azulejos de Sevilla, los mismos que pude ver en ventanas, balcones, patios, paredes.
Por supuesto, fui “de tapas” y comprobé que la comida en Sevilla es también exquisita como todo lo que había visto: gazpacho, pescaditos fritos, salmorejo, flamenquines, rabo de toro… un sinfín de delicias para renovar fuerzas.
Decididamente tengo que volver y me he prometido que lo haré para la fiesta más tradicional que es la Feria de Abril y en la fecha más sentida que es Semana Santa, para no abandonar este amor por Sevilla, que ha nacido en mí desde que la conocí.
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