Penalización del Acto Médico
Recientemente el congreso a propuesto al Ejecutivo una ley sobre un Seguro Médico iniciativa que se hace, con la torpeza de no haber motivado un debate previo sobre el tema y en circunstancias que el presupuesto general de la República para el 2004, .sigue sin atender el clamor de la ciudadanía de ser incrementado sustancialmente lo que dejaría entrever un lobby de las aseguradoras pero en el fondo lo que se pretende es penalizar el Acto Médico, enfrentar al médico o a la población fracturando la romántica convivencia entre confianza y conciencia (como dice Lovis Poster) del Acto Médico, ratificando la persecución histórica contra la Medicina a pesar del gran apoyo que la población brinda a los médicos, pues en una encuesta sobre credibilidad efectuada en el año 2000 por APOYO / MERCADO el 82% cree en los módicos y 16 % en políticos, por ello es que la gran mayoría de médicos tenemos claro que hoy en día los juicios por negligencia o mala praxis han aumentado en todo el mundo, tanto es así que Nelson -Jones, en su libro "Medical negligence case law", les llama una floreciente industria, un rentable negocio, avivado por afectados (reales o no), abogados e intermediario, quienes sin ningún escrúpulo hacen desfilar a los galenos por la policía, fiscalía y juzgados. Estos hechos que nos pueden parecer injustos, exagerados o tal vez mal intencionados no son novedad en la historia. Esta persecución data, desde los mismos albores de la medicina. Siempre hemos sido exigidos a ser infalibles (como Esculapio), generosos (cobrar barato) y solidarios (atender gratis), pero también hemos sido obligados a pagar nuestros errores con compensaciones o castigos. Así tenemos que 3000 años antes de Cristo (aC) los emperadores chinos escribieron el NEICHING, que era un código que normaba la actividad del médico pero que exageradamente castigaba sus desaciertos. Los hindúes obligaban a cobrar barato, atender gratis, pero castigaban los errores; los incas, aztecas, judíos mataban a pedradas al curandero que provocase abortos.
En el Antiguo Testamento aparece la compensación como una forma de resarcir el daño no intencionado hacia una gestante y el castigo cuando el daño era premeditado. Cuando 1800 años a.C., un rey de Babilonia fue más osado cuando escribió un código que lleva su nombre "Código de Hamurabi", donde normó que: "si un médico al hacer una incisión con bisturí o lanceta de bronce en el abdomen de un señor o en la cuenca del ojo provocase daño o la muerte del señor, entonces se le cortará la mano". Toda esta severidad a lo largo de la historia ha tenido casos notables como el de la bella comadrona, Loyce Bougeois, quien le atendió cinco partos a Madame Medicis, consorte del rey de Franciay a muchas mujeres de la realeza, pero no tuvieron ningún escrúpulo en multarla, despojarla de todas sus prerrogativas reales, prohibirle el ejercicio de su oficio por no haber podido evitar que un sepsis puérpera matase a Mari de Orteans. Igualmente ilustrador es el caso de Pantaleón, quien ocupaba el envidiado cargo de médico de cabecera del gran Maximiliano y gozaba de todas las gollerías de tan alto cargo, pero que no pudo evitar que lo decapitaran cuando al fallarle el tratamiento el emperador murió. Fortunato Fedoli, en 1602, escribió un tratado sobre jurisprudencia médica, siendo el primer libro sobre esta materia. 400 años después alrededor de esta materia ha surgido esta floreciente industria ese rentable negocio que implica seguros contra seguros y que ha terminado encareciendo el ejercicio de la Medicina, realidad palpable en los países desarrollados y ha terminado por cuestionar la romántica definición de la medicina de Gregori en 1772, cuando dijo que "era una profesión liberal que es ejercida por caballeros de honor..." pues estos caballeros ahora deambulan por la PIP de San Andrés por el Ministerio Público y por los juzgados como si fueran delincuentes y pagando de su bolsillo los altos costos de su defensa legal, perseguidos históricamente por los fantasmas de Pantaleón y el rey Hamurabi que busca cortamos la cabeza y la mano, perseguidos por el fantasma del juez M¡chale. Foster, aquel que desde su juzgado londinense condenaba cruelmente a los médicos por negligentes aún cuando la corte de Lores le enmendaba sus sentencias injustas. Aún en medio de esa adversidad histórica y actual nos sentimos el legítimo orgullo de ser paladines dé principios fundamentales de la sociedad como el de defensa de la vida desde su concepción hasta su muerte, animado por el precepto platónico Primun Non Nocere e iluminados por el ejemplo de Daniel Alcides Carrión que ofrendó su vida para vencer a la fiebre de la Oroya y por el ejemplo de miles de médicos que día a día; noche a noche, en el más ingrato anonimato) luchan por salvar vidas en los quirófanos en la UCI, en los Box de neonatología, en emergencias! en las salas de parto, sin buscar, muchas veces, nada más que la sincera amistad y agradecimientos de los salvados, como solía decir Ambrosio Pare, padre de la cirugía francesa y los errores que acontecen son esos errores accidentes en la diaria lucha contra las infecciones; los tumores, el cáncer, los traumatismos, las disfunciones, las hemorragias, que son los poderosos enemigos que ponen en riesgo nuestras vidas. Pero la balanza es inmensamente favorable a la medicina y a los médicos. Por ello conservamos nuestro orgullo y altivez, porque somos formados no para matar ni para hacer daño sino para defender la vida y devolver la sonrisa perdida a nuestros pacientes y familiares. Nos enfrentamos minuto a minuto a las enfermedades y a la muerte y esa diaria lucha genera en algunas circunstancias ajenas al médico y su filosofía, algunos errores que son eso: errores y que es un porcentaje ínfimo y es diferente a los excesos punibles y mayúsculos que pudieran haber y que se castigan en el código penal y civil, excesos que no son sólo de los médicos sino de toda actividad humana, no confundamos esos excesos punibles con la ancestral filosofía médica de servicio y humanismo, no necesitamos que se penalice el acto médico para actuar con moral y ética.

Miguel Palacios Celi





































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