De Attlee a Thatcher: Reino Unido del 45
Los grandes políticos tenían el control sobre todos los aspectos que afectaban a la sociedad. La excesiva concentración del poder económico en manos de unos pocos, sus intereses y beneficios, las dictaduras disfrazadas de políticas y la miseria provocada a conciencia abrían aún más la brecha entre el socialismo y el capitalismo.
No era la España actual aunque la comparación podría servir. Se trataba del periodo entreguerras donde el desempleo masivo, el racionamiento alimenticio y el cierre de las canteras eran el pan de cada día de los que transitaban por las calles de Reino Unido.
La población hastiada de la situación aplaudía cada vez más las políticas laboristas que garantizaban medidas de vivienda, transporte, sanidad, educación y cultura pública prometiendo nacionalizar la industria y su propiedad pública. El partido laborista defendía la propiedad común de los medios de producción, distribución e intercambio, valores que lo llevaron a la aplastante victoria .
Y así lo hizo. Tras la victoria laborista de Clement Attlee en 1945 con un 46,7% de los votos, comenzaron en 1946 con el Proyecto Ley de establecer el Servicio Nacional de salud para garantizar la atención sanitaria desde el nacimiento. Nacionalizaron en ese mismo año el Banco de Inglaterra y dos años más tarde el transporte por carretera a lo que posteriormente le seguiría las minas de carbón, la electricidad, el gas , el agua y durante un breve periodo la industria siderúrgica . Los laboristas, elaboraron además, un programa de construcción de viviendas tras las guerra, medida que, sumada a las anteriores contentaban a la población que aclamaba cada vez más las ideas del ministro de sanidad y vivienda del momento, Bevant.
La presencia estatal estaba casi todos los ámbitos de la vida y era el paso decisivo para la construcción de un Estado socialista democrático que continuaba preservando las costumbres británicas (las libertades individuales, la monarquía, etc). Se trataba de continuar el planteamiento keynesiano de evitar a toda costa la crisis económica a través de la intervención pública en la economía.
“Se trataba de
evitar la crisis
a través de la intervención pública en la economía”
Nacía de este cambio, el Estado de Bienestar que daba primacía a las finalidades sociales y una forma de distribución de bienes que distaba de la que ya se había hecho con anterioridad.
Este giro reformatorio de la distribución y novedosas medidas sociales no obstante, supuso un alto coste financiero que no tardaría en convertirse en el principal problema de su planteamiento. Gran Bretaña tenía entonces grandes trabas financieras para sufragar sus gastos lo que inclinaba la balanza cada vez más hacia la devastación económica.
El Gobierno para radicar este problema se vio obligado a establecer medidas de austeridad y, por consiguiente, los sindicatos retiraron su apoyo del mismo provocando la división del partido laborista.
Y así fue como Churchill llega al Gobierno en 1951 provocando el ascenso de los conservadores que aceptaron las reformas económicas y sociales planteadas pero rebajaron ligeramente el control estatal en la economía y aunque ésta continuaba a flote como medianamente podía no terminaba de alzarse por lo que, Churchill ya a los 80 años dimitió y dejó paso a su sucesor también conservador Anthony Eden que tras el fracaso de los acontecimientos de Suez en 1957, también presentó su dimisión.
En el año 1964 se terminó el mandato conservador y, el laborista Harol Wilson entró como presidente del Gobierno. Se trataba de una continua lucha entre conservadores y laboristas, un bucle en el que se perseguía la mejora económica sin dejar atrás las reformas sociales realizadas.
En 1970, ganó las elecciones inesperadamente Edward Heath quien consiguió la entrada en la CEE en 1973 pero no lograría reducir el déficit, la inflación ni el paro, motivos por los que en el 74 volvería Wilson al poder sustituido dos años más tarde por otro laborista, James Callagham.
El invierno del descontento
En ese periodo de tiempo tuvieron lugar numerosas huelgas reivindicativas que mostraban el descontento popular con las políticas del momento y que se vio reflejado en el invierno de 1978-1979 – conocido como el invierno del descontento- donde estas huelgas no cesaban y se pedían medidas para combatir el paro y superar la deficiente situación económica del Reino Unido que Callagham se negaba aceptar.
Como si fuera sacado de un diario español del año 2008, en enero del año 79 la prensa inglesa de The Sun titulaba “¿Crisis, qué crisis?” parafraseando – y burlando- al presidente en una de sus declaraciones donde restaba magnitud a las condiciones de la población.
“¿Crisis? What crisis?”
Los sindicatos ante estos sucesos se revelaron y continuaron sus huelgas lo que terminó en la victoria de la conservadora Margaret Thatcher en las elecciones generales de esa primavera.
De personalidad fuerte y carácter tirano y patriótico, conocida como la Dama de Hierro, Thatcher fue de las primeras mujeres en política en plantarle cara a la población . El ser mujer jamás la frenó y al contrario de muchos que la criticaban por ello, ella nunca realizó distinciones de género “tanto si es en Europa como en la cumbre de los países industrializados, o en cualquier otra parte, nos centramos en nuestro trabajo, en las discusiones, en el caso que nos ataña. Así que yo no encuentro nada extraño o difícil a ser mujer” afirmaba para una entrevista en 1986.
Tras su llegada al poder, bajó los impuestos, facilitó el mercado laboral y privatizó los servicios públicos (acero, agua, minas, electricidad, ferrocarril, etc). La inversión decaía y el keynesianismo se veía fracturado por la barrera instalada entre la población obrera y el libre mercado y se instauraba así una política neoliberal que muchos incluso clasifican de neoliberal.
Dividió a la población en dos grupos. Por un lado, quienes la apoyaban decían que sacó al país de la crisis y lo puso otra vez entre los primeros del mundo. Por otro, los que se oponían al thatcherismo, afirmaban que terminó con los servicios públicos implantando la austeridad pública.
Las calles se llenaban de carteles con lemas que, casualmente, los españoles conocemos muy bien. “¿Recortes? Lucha!”, “ Reino Unido sin recortes” eran algunos de los mensajes que se podían leer en las manos de la clase obrera que se sentía estafada por la clase media y que rechazaban los recortes a las ayudas sociales , sus políticas económicas y la privatización de gran parte de los servicios.
El malestar general derivado del thatcherismo hizo caer en picado su popularidad en 1982. Así, el Estado de Bienestar se veía destruido y se daba paso a la desregulación económica.
Tras la victoria militar de 1982, en Reino Unido emergió de nuevo la fiebre patriótica que favoreció de nuevo a Thatcher en las urnas pero fue a partir de 1987 cuando comenzó su tercer mandato cuando fue cuestionada en el interior de su partido.
La economía empeoró y la primera ministra puso en marcha el poll tax, el impuesto de comunidad mediante el que se obligaba a la comunidad a contribuir por igual independientemente de los ingresos y de la zona de residencia. Esta última medida fue la desencadenante de numerosos actos violentos en las calles que la llevaron a su dimisión en 1990 dando paso a su sucesor, también conservador, John Major.
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