Se debe priorizar la formación del párvulo en la Educación Primaria
Cuando escuchamos hablar sobre Educación, se nos viene a la mente nuestros primeros años de estudios, y muchos los recordamos con agrado y alegría. Algunos menos, recuerdan aún a sus primeros profesores y profesoras, quienes eran realmente lo que se dice "segundos padres".
Con el tiempo, las múltiples actividades de la gente, las necesidades apremiantes más que antes, y el incesante correr del tiempo (pareciera que ahora el día tuviera menos horas), ha hecho que los padres de familia ya no miren de cerca el desarrollo del aprendizaje de sus menores hijos e hijas, y esto es inaceptable. Si bien es cierto la labor del docente (llámese profesor o profesora) en el Nivel Primaria es de formar a sus menores, no recae sobre sus hombros toda la responsabilidad para lograr este loable y valioso cometido. No! La educación en los primeros años de la niñez debe ser conjunta: padres-profesores, haciendo un sólido bloque de acertadas acciones en procura del desarrollo tanto cognitivo, actitudinal, sentimental y valorativo, entre otros aspectos inherentes a estos pequeños y pequeñas. Es más, en muchos países, sino ya en todos, la educación involucra a la sociedad en su conjunto para esta noble labor. Ser un docente en este nivel implica además para el mismo, unir cualidades esenciales, carismas, voluntades, preparación, identificación con su profesión y sobre todo con los párvulos (educandos menores). Cuando la "fórmula" docente-educando se da, el ambiente de estudio se hace tan agradable como deseable para ambas partes. Pero insisto una vez más, el apoyo de la familia en el hogar es un deber que no se puede ignorar y que no se debe dejar de dar.
Muchos que ya somos adultos recordamos muchas historias, anécdotas, quizá algunas buenas, quizá algunas no tanto, pero al fin y al cabo recordamos con agrado esos años vividos y compartidos, como se podría decir "en familia", y eso es precisamente lo que se propone que sean los espacios de estudio, una prolongación del hogar, en el que los docentes adquieran un papel importante, respetable y querido por los niños y niñas que asisten a los centros de enseñanza. El respeto y el cariño se demuestran de muchas formas por los educandos, cuando realmente la labor del docente se da en forma positiva, llegando no sólo en el aspecto cognitivo al alumno y alumna, sino también en aquellos aspectos que requiera y sean importantes para ellos. Demás está decir que esta etapa es muy importante pues en mucho influye el ejemplo de los docentes en la vida futura de los educandos. Y debe ser siempre un buen ejemplo.
El mundo de los niños y niñas es sensible y en muchos casos el docente o la docente cubren vacíos existentes en las vidas de los menores: afecto, disposición a la escucha, consejería (tutoría), participación de sus inquietudes, etc. A más de un alumno le ha pasado por ejemplo contarle a su profesor o profesora problemas, dudas, interrogantes personales que no pueden ser vertidas a sus progenitores por múltiples razones. Aquí se ve la labor importante de los docentes en esta etapa fundamentalmente.
Hay que valorar la labor de los docentes en particular en este nivel, que es el más delicado, y apoyar toda acción que conlleve a la unidad de la familia. Respetarlos como agentes de formación y educación.
Darío Enrique
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