La realidad no existe, existen formas de ver la realidad
En el lenguaje popular, siempre hemos oído decir, aludiendo a la subjetividad de cada uno, “que nada es verdad ni mentira, que todo depende del color del cristal con que se mira”. No puedo estar más de acuerdo con esta frase, porque efectivamente “La realidad no existe, existen formas de ver la realidad”.
¿Pero qué hay detrás de esta frase?. Detrás de esta frase, se encuentra ni más ni menos, que todo el sistema de creencias del que somos portadores cada uno de nosotros. Pero, si seguimos ahondando, podemos continuar preguntándonos qué es eso del sistema de creencias?. El sistema de creencias es la ideología familiar, la “constitución” por la que se rige o el conjunto de reglas, mapas y guías que nos legan nuestros mayores para poder transitar por la vida.
La ideología familiar o el sistema de creencias pueden ser comparados con la CPU o Unidad Central de Procesamiento (el acrónimo en inglés es Central Processing Unit) de una computadora. Esa CPU es la que interpreta las instrucciones y procesa los datos. Si donde pone computadora, ponemos cerebro humano, quizá lo entenderemos todo mejor.
Una característica fundamental del sistema de creencias, es que se comporta como un mito familiar; y por definición, el mito es inaccesible a la argumentación lógica y por lo tanto no se cuestiona. Es algo que está ahí y es así desde que el mundo es mundo. Es como el aire que respiramos. Nacemos y vivimos con ello, porque no hemos conocido otra cosa y por lo tanto, sus reglas las admitimos sin crítica y con total naturalidad.
Pensamos y decimos tranquilamente una serie de tópicos como que “los hombres no lloran” o “las mujeres conducen fatal” o “todos los hombres van a lo mismo” o “la letra con sangre entra”, etc. Una de las primeras tareas que suelo pedirles a mis pacientes cuando iniciamos una psicoterapia, es que en un cuaderno, apunten de forma rápida y espontánea, todas las frases hechas que les vengan a la cabeza. Esta es una manera sencilla de localizar las creencias, que sin que seamos conscientes de ellas, gobiernan nuestras vidas.
Si tú que me estás leyendo, resulta que has nacido en una familia donde te han dicho “ mira hijo/a, hay que ser buena persona, porque para cuatro días que va a vivir uno...” y yo he nacido en otra familia donde siempre me han dicho “este es un mundo de lobos y quien pega primero, pega dos veces...”. ¿Quién tiene razón de los dos: tú o yo? Pues los dos. Tú tienes “el cristal de las gafas” de la bondad y la tolerancia y yo tengo el de la lucha y agresividad.
Ahí va otro ejemplo: Hace unos años, tuve un paciente que no podía jugarse ni un euro a nada. Sentía mucha ansiedad y aversión al juego. Le parecía algo ridículo pero era incapaz de superarlo. Su razón le decía que podía jugar, pero el bloqueo era superior a sus fuerzas y esa lucha le causaba un tremendo sufrimiento.
Para haceros corta la anécdota, resulta que indagando en la familia de origen, descubrimos que su bisabuelo se había jugado y perdido toda la fortuna familiar, que era mucha. ¿Qué paso realmente en el psiquismo colectivo de esa familia? Pues que a partir de ese hecho, en la ideología familiar (en el CPU familiar), se incluyó una orden que decía: TODA FORMA DE JUEGO ESTA TERMINANTEMENTE PROHIBIDA PORQUE HA TRAIDO LA DESGRACIA A ESTA FAMILIA.
Esa orden, fue muy coherente en ese momento para cauterizar la herida y evitar que la historia se repitiese. Fue una norma no escrita, que pasó sin crítica, de generación en generación. Cuando llegó a mi paciente, esa orden que estaba inscrita en su inconsciente (CPU), pero que ya no tenía sentido, empezó a actuar disociada de su razón. El resultado de esa lucha interna, fue la generación de un conflicto aparentemente irresoluble y portador de un gran sufrimiento.
La primera conclusión que podemos extraer de este caso, es que las creencias deben sacarse a la luz para que puedan ser ratificadas, rectificadas o enriquecidas científicamente. Si a mi abuelo lo fusilaron los rojos en la guerra civil, resulta que odio a los rojos, pero si esa creencia la paso por el tamiz de mi critica actual, me doy cuenta, que en los dos bandos se hicieron salvajadas y que no debo generalizar. En este caso rectificaré mi creencia.
Otro ejemplo, es el de ese hombre que tenia la creencia de que nunca hay que ponerle la mano encima a un hijo, arguyendo que cuando él era pequeño y se portaba mal, bastaba una mirada de su padre para hacerle temblar. Concluía diciendo que estaba muy orgulloso del padre, porque nunca llegó a pegarle.
A ese hombre, se le dio la información de que a veces, esas miradas podían hacer que el niño pensase, que cuando su padre no fuese capaz de sujetarse, podría llegar incluso a matarle. Es mucho mejor para el psiquismo de un niño, tener la experiencia de como un padre puede perder los papeles y luego disculparse por ello. En este caso, ese hombre enriquecería científicamente su creencia, si se diera cuenta que su actitud era muy sádica, y que a su hijo un cachete no le dejaría ninguna huella imborrable.
Por todo lo anterior y a modo de resumen, deducimos que cada uno de nosotros somos depositarios de un “mapa”. Mapa, que contiene las creencias e ideología familiares y con el cual tenemos que movernos por la vida. A modo de analogía, sabemos que un mapa de carretera es la representación simbólica de la misma, pero no es la carretera en sí. Sin embargo, la mayoría de los humanos piensan que su mapa ES el territorio o lo que es lo mismo: “lo que veo a través de mi cristal ES la realidad”.
Como les digo a mis pacientes: “si tu mapa es del siglo XVI no vas a tener forma de encontrar la calle Ayala”. Mi trabajo, como psiquiatra y psicoterapeuta consiste en actualizar mapas.
Una derivada de todo lo dicho, es que cuando dos personas no comparten la misma óptica, falla la comunicación y si falla la comunicación, siempre se atribuirán mutuamente maldad o locura.
Veamos esto con un ejemplo. Imagínate por un momento, que estas sentado/a en una mesa delante de mí y entre ambos hay un cenicero. Si yo te digo: me puedes pasar el cenicero blanco por favor? Tú me contestas que naturalmente, pero que es negro. Yo insisto diciéndote que es blanco, tú me contestas que negro, yo que blanco... y así, después de este forcejeo, lo más probable es que empieces a pensar que estoy mal de la cabeza, porque desde tu óptica, es claramente negro (a mí me pasará lo mismo contigo), pero si sigo insistiendo en que es blanco, llegará un momento en que pensaras que no solamente estoy loco, sino que soy muy mala persona, porque quiero enloquecerte a ti.
Como vemos, para que comience cualquier proceso del cambio, es absolutamente imprescindible que los pacientes empiecen a ser consciente de “su óptica” y como esta condiciona todas sus relaciones.
Para tener acceso a otras fichas puedes consultar mi <a href="http://psicoterapia-facil-online.blogspot.com">blog</a>
Eduardo Cabau
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