La Formación a partir de la reflexión sobre las propias prácticas docentes. Fundamentos y acciones a realizar
Cuando hablamos de transformación de la educación, nos estamos refiriendo a adaptar los procesos educativos a un mundo quien nos está indicando abandonar ciertas prácticas basadas en la educación tradicional para ir a una concepción más contemporánea donde los sujetos de la educación pasen a ser protagonistas y dejar de ser meros espectadores de la realidad que los rodea.
Esta educación tradicional, que por motivos generacionales los educadores fueron formados, es la que hoy les toca cambiar. En este tipo de educación encontramos al docente asumiendo el rol de modelo y guía quién se erige en el único transmisor válido de conocimientos, valiéndose de un modelo de enseñanza que se basa en una concepción bancaria de la educación donde “la educación se transforma en un acto de depositar en el cual los educandos son los depositarios y el educador quien deposita”[1].
Pero porqué decimos que el educador es quien debe transformar este modelo, porque los grandes cambios siempre se hicieron desde la base hacia los estratos superiores de la pirámide organizacional. Para ello el educador debe vencer su propia resistencia al cambio, sus propios modelos de enseñanza heredados de su propia formación y la comodidad que le brinda mantener el mismo modelo en sus prácticas docentes.
Logrado su propio cambio debe empujar la transformación a la capa superior de la pirámide que son las Instituciones Educativas.
“En la institución escolar no ha cambiado nada porque se ha dejado completamente al margen de este proceso de transformación a los profesores”[2].
Pero, ¿cómo el educador puede producir los cambios en sus prácticas? Para ello el educador debe realizar su propia autocrítica a través de la reflexión que le permita tomar distancia sobre ellas para poder analizarlas y reconocer sus propios errores y aciertos. Para poder modificar sus prácticas el educando debe plantearse nuevos objetivos, dichos objetivos deben estar acorde con la construcción de un escenario donde el ciudadano pueda ser capaz de producir y apropiar los conocimientos fieles a su propia visión de la realidad. Bien lo resume Giroux cuando dice “si los profesores han de educar a los estudiantes para ser ciudadanos activos y críticos, deberían convertirse ellos mismos en intelectuales transformativos”.
El diálogo debe formar parte de las nuevas prácticas que surjan del proceso de transformación. La educación dialógica pone en un mismo nivel a todos los sujetos del proceso educativo, conformando un ámbito de participación que ayuda a formar ciudadanos bajo una concepción democrática de la educación. Un salto de calidad en este aspecto la pueden aportar las nuevas tecnologías de la información y la comunicación. Las nuevas y buenas prácticas del educador se verán enriquecidas a través del uso de herramientas tecnológicas específicas que favorezcan el trabajo colaborativo promoviendo la ejecución de pedagogías constructivistas, donde el conocimiento es producido entre todos los participantes a partir de una mejor comunicación e interacción entre ellos.
El camino de cambio es muy difícil para el educador, son muchas las barreras que hay que romper, pero no debe olvidar el fin de su labor que es la de formar ciudadanos más humanos y socialmente comprometidos con la realidad del contexto.
r [1] Paulo Freire – La Pedagogía del Oprimido – Capítulo II
[2] Francesco Tonucci - ¿Enseñar o Aprender?
Héctor Hugo Ruiz
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