La formación a partir de la reflexión sobre las propias prácticas docentes. Fundamentos y acciones a realizar

Cuando se habla de reflexión, hablamos de pensar y considerar un asunto con atención y detenimiento para estudiarlo, comprenderlo bien, formarse una opinión sobre ello o tomar una decisión. En la sociedad en la vivimos nos “entrenan” para formar opinión o tomar decisiones rápidas sobre cuestiones que son ajenas a nosotros; tomar postura, generar juicios o hasta juzgar, pero siempre con el foco puesto en el “otro”, casi como si las propias prácticas, acciones y pensamientos fueran perfectos, al punto que debería servir de ejemplo para el resto de la humanidad.

La práctica de la “naturalización” tampoco escapa a la reflexión, siendo natural, como hablamos, realizar reflexiones que poco (o nada) nos impactan a nosotros como individuos, ya que se forman sobre acciones que realizan terceros y de esta forma transformamos lo que creemos una reflexión en un critica constante hacia los otros o peor aún, nos convertimos en “generadores de juicios” seriales.

Es por esto que para poder reflexionar sobre las propias prácticas, en este caso las prácticas docentes, debemos derrumbar las creencias y prácticas con las que fuimos formados y comprender que la verdadera reflexión es la que logra algún cambio en nuestra forma de hacer las cosas, nuestra forma de pensar, en nuestro ser.

De lo dicho anteriormente, se evidencia que en relación a la reflexión de nuestras propias prácticas es importante considerar dos cuestiones: en primer lugar, que la reflexión debe ser continua, y en segundo lugar, que debe tener como propósito la crítica y transformación de las mismas. La reflexión debe ser un punto de partida hacia una “nueva práctica docente”, de índole progresista.

Sin embargo, no se trata de una tarea sencilla. Es fundamental que como docentes tengamos la capacidad de tomar distancia epistemológica de nuestra realidad y realizar un proceso de autocrítica que nos lleve a reconocer aciertos y desaciertos. Solo así podremos alcanzar el objetivo propuesto de "transformación".

Parar poder convertirnos en docentes progresistas, durante el camino de la resignificación de nuestras prácticas, tendremos que vencer ciertas barreras u obstáculos provenientes de los medios de comunicación, la comunidad educativa, la institución donde trabajamos, entre otros, donde aún hay una fuerte preponderancia hacia lo conservador e importante resistencia al cambio. Nos encontramos por ejemplo, con medios de comunicación que politizan, o mejor dicho, partidizan, los objetos de conocimiento, un sistema educativo que responde a las necesidades de otras épocas históricas y directivos que se oponen a nuevas formas de pensar el proceso de "enseñanza-aprendizaje".

Claro que es muy difícil dar clases hoy en día porque la subjetividad “alumno”, que es la esperada por el sistema escolar, no está o no lo está de manera mayoritaria; muchos alumnos están pero no están en nuestras clases, muchas veces solo unos pocos responde a esa forma que esperamos de dar clases, donde escuchan, toman nota, preguntan.

Esto desarma nuestra posición, ya que las expectativas supuestas, muchas veces son las que impone el sistema educativo, es la que nos dice que los chicos vienen en calidad de alumnos, seres dóciles a los que los maestros con su saber debemos iluminar.

Esta distancia abismal entre los supuestos y lo real nos desestructura como docentes, y lidiamos entre nuestros mandatos y la realidad (hacer lo que “podemos”).

Este cambio de tono habilita mundos y posibilidades totalmente diferentes en el aula. Si lo que podemos es lo que juntos investigamos en un hacer conjunto, la cuestión se vuelve positiva.

Es claro que muchas veces nos decepcionamos porque nuestras clases no son como soñamos, ya que nuestras representaciones de cómo tienen que ser las cosas fondean nuestras expectativas y tonalidades expresivas. Por eso suele ocurrir que la impotencia nos embargue. Pero ¿podemos percibir de otra manera?

Entendemos que la escuela no puede ser pensada como antes, pues la sociedad ha cambiado, no puedo pensar en alumnos sin violencia, con valores, que obedezcan, que no pregunten, que no interrumpan, que estén atentos. Un sujeto disciplinado.

Los alumnos nos están proponiendo otro modo de hacer escuela, están poniendo en juego nuestras capacidades de adaptarnos a situaciones diversas, donde ellos son los que gestionan.

Esto de que "están pero no están", porque no responde a la idea de clase común, aferrándome al papel de docente, tal vez está desconexión es parte del lazo que se ha formado entre docente-alumno.

Quizás debamos afinar la percepción y darnos cuenta de la riqueza que hay en los alumnos y no estamos aprovechando. Tal vez si uno se corre de este lugar y comienza a trabajar con otra perspectiva, ellos tengan mucho para decir y para dar, y de esta manera, juntos poder lograr un mejor y más rico aprendizaje.

Esta cuestión de corrernos de lugar es todo un movimiento gigantesco aunque parezca sencillo. Corrernos de posición, creer que tenemos todo el saber y que lleva adosado cierto poder, nos pone en una situación de fragilidad.

Corrernos de posición, que no es igual a abandonar la posición, nos hace percibir que el principal problema hoy no es de los alumnos, sino es nuestra subjetividad anhelante de obediencia, de jerarquías estables, de certezas.

Corrernos del lugar docente, corrernos del lugar del saber, dejar de ser los único que tenemos los conocimientos y estar “disponibles” para escuchar y ver al otro, manteniendo abierta todas las posibilidades que nuestros alumnos puedan plantear.

Tal vez los alumnos puedan estar en “el justo medio” pudiendo hacer tanto lo uno como lo otro, siendo capaces de atender los dos extremos. Respondiendo a cada situación que surge, sin dejar de lado ni desatender nada; esa ductilidad hay que fomentarla y no obstaculizarla.

No nos olvidemos que la tecnología colabora en esto de atender varias situaciones al mismo tiempo; muchas veces los alumnos en sus casas están mirando la TV, escuchando música y leyendo en internet, sin desatender ninguna situación. Tampoco nos olvidemos que las nuevas tecnologías han ayudado a que la escuela no es el único espacio de aprendizaje, ahora el alumno aprende de una forma distinta a la que se dio en nuestra época. El uso de las TICs tiene mucho que ver en esta nueva forma de aprender y en que el docente no es el único que tiene el saber.

Corral, Gimena

Rosalez, Emiliano

Surdo Mónica