Plataformas vibratorias, una herramienta muy limitada
Durante los últimos meses, el bombardeo de anuncios vendiéndonos plataformas vibratorias ha crecido de forma espectacular. Es curioso ver como hace pocos años sólo existían un par de fabricantes a nivel mundial, mientras que ahora hay decenas de marcas que comercializan este producto, a la vez que el precio medio de cualquiera de estas máquinas ha pasado de unos 6000€ a unos 600€. ¿No es extraño? Resultados rápidos, sin esfuerzo, con diez minutos diarios basta… ¿pero aún no has aprendido que los milagros no existen?
Las plataformas vibratorias nacieron con un único objetivo, la recuperación, y un único perfil de usuario, el deportista de élite. El entrenamiento en la plataforma incrementa la secreción de hormona de crecimiento y testosterona, con lo que el deportista consigue llegar a sus niveles de fuerza máxima más rápido que con un entrenamiento normal. Fíjate donde está la diferencia; no consigue más fuerza sino que lo hace más rápido, no hay más. Así que el interesado debe ser alguien que tenga prisa por recuperarse, algo lógico para un deportista de alto nivel que quiere volver cuanto antes a la competición. Incluso a pesar de su salud…
Con el tiempo también se descubrió que el entrenamiento sobre la plataforma, basado en ejercicios muy concretos y a frecuencias de vibración muy determinadas, incrementa la sedimentación cálcica en el esqueleto, algo muy beneficioso para las personas que padecen osteoporosis.
Pero fuera de estos dos campos, recuperación de los niveles de fuerza y osteoporosis, no busques resultados directos. No te hará adelgazar, no eliminarás la celulitis,… la plataforma no deja de ser una máquina de entrenamiento más que se ha puesto de moda. Bueno, una más no.
Primero, por lo engañoso de su publicidad y lo absurdas que son frases como “Diez minutos en la plataforma equivalen a una hora y media corriendo”. Vamos, que puedes hacer la maratón en 25 minutos… También es interesante la de “Ejercicio sin esfuerzo”. La propia frase en sí es una contradicción. Además de ser mentira el hecho de que no cueste entrenar sobre la plataforma, ya que precisamente una de sus características es la gran intensidad que conlleva entrenar con ella y por ello no poder utilizarla más de 10 minutos por entrenamiento. Intensidad para la cual no todo el mundo está preparado…
Y segundo, su enorme lista de contraindicaciones. ¿Las conoces? Bien, más que enorme, el problema es lo comunes que son. Por citar algunas: postoperatorio, lesiones musculares y óseas, lumbalgia, dorsalgia, cervicalgia, dolores de cabeza (cefalea o migraña), prostatitis, patologías oculares y de la retina, enfermedades vasculares en fase avanzada, tumores y procesos de metástasis, embarazo, hernia de cualquier tipo, artrosis, epilepsia, marcapasos, placas óseas, clavos óseos, DIU, patologías del aparato reproductor o intolerancia psicológica al estímulo vibratorio. Incluso una vez fui testigo de como le saltaba un empaste a una persona mientras entrenaba en la plataforma.
Es difícil encontrar a alguien que no padezca alguna de estas contraindicaciones. O eres una persona muy afortunada a nivel de salud para poder utilizarla, o ser alguien a quien le importe más su rendimiento físico que su salud, como pudiera ser un deportista profesional.
Así que, antes de usarla, asegúrate de que puedes hacerlo sin correr ningún riesgo. Y si finalmente te decides por entrenar con ella, no la compres. Aprovecha el centrifugado de tu lavadora para hacer sentadillas encima… Nooo, era broma. Acude a un preparador físico o un fisioterapeuta y déjate guiar por él.
¿Quieres resultados? Cambia el chip. Haz ejercicio, sal de casa, levántate del sillón. No creas en los milagros ni en las máquinas. Ya tienes la máquina perfecta, tu propio cuerpo. ¡Muévete!
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