Todo tiene su tiempo y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora
Todo tiene su tiempo, todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora.
Palabras del predicador, hijo de David, rey de Jerusalén.
Así se llama a sí mismo, el rey salomón, cuando comienza este interesante libro de sabiduría, en el, el rey ha pasado por un largo periodo de profunda introspección, análisis y estudio acerca del devenir de las cuestiones de la vida del hombre. Siendo heredero del trono de David, salomón comprendió desde muy temprano que todo poder viene de Jehová y que más importante que las riquezas estaban el conocimiento, el entendimiento y la inteligencia, que juntas forman la sabiduría, a las cuales llamo amigas y hermanas.
En su análisis, salomón llega a una realidad terrible, aunque liberadora en cierta medida. Quiero reproducir, en palabras de salomón lo que el mismo hizo y vio y al final concluyó. Para eso voy a tomar de la biblia, del libro de Eclesiastés algunos versículos:
“Dije yo en mi corazón: ven ahora, te probaré con alegría y gozaras de bienes. A la risa dije: enloqueces; y al placer ¿de qué sirve esto?.
Propuse en mi corazón agasajar mi carne con vino y que anduviese mi corazón en sabiduría, con retención de de la necedad, engrandecí mis obras, edifique para mi casas, plante para mi viñas; me hice huertos y jardines y plante en ellos arboles de todo fruto.
Me hice estanques de aguas, para regar de ellos el bosque donde crecían los arboles.
Compre siervos y siervas y tuve siervos nacidos en casa; también tuve posesión grande de vacas y de ovejas, mas que todos los que fueron antes de mi en Jerusalén.
Me amontone también plata y oro y tesoros preciados de reyes y de provincias; me hice de cantores y cantoras, de los deleites de los hijos de los hombres y de toda clase de instrumentos de música.
Y fui engrandecido y aumentado más que todos los que fueron antes de mí en Jerusalén.
No negué a mis ojos ninguna cosa que desearan, ni aparte mi corazón de placer alguno, porque mi corazón gozó de todo mi trabajo y esta fue mi parte de toda mi faena.
Mire yo luego todas las obras que habían hecho mis manos y el trabajo que tome para hacerlas y he aquí todo era vanidad y aflicción de espíritu y sin provecho debajo del sol”
Así concluye salomón esta primera parte de su análisis, aunque el libro es mucho más amplio y extenso, no podemos transcribirlo todo como quisiéramos, pero también nos deja una reflexión y al respecto da sugerencias, veamos cuales son:
“Asimismo aborrecí todo mi trabajo que había hecho debajo del sol, el cual tendré que dejar a otro que vendrá después de mi.
Y ¿quién sabe si será sabio o necio el que se enseñoreara de todo mi trabajo en que yo me afane y en que ocupe debajo del sol mi sabiduría? Esto también es vanidad.
No hay cosa mejor para el hombre sino que coma y beba y que su alma se alegre en su trabajo. También he visto que esto es de la mano de dios.
Porque al hombre que le agrada a dios, dios le da sabiduría, ciencia y gozo, más al pecador da el trabajo de recoger y amontonar, para darlo al que agrada a dios. También esto es vanidad y aflicción de espíritu.
Anda, y come tu pan con gozo, y bebe tu vino con alegre corazón; porque tus obras ya son agradables a dios.
En todo tiempo sean blancos tus vestidos y nunca falte ungüento sobre tu cabeza.
Goza de la vida con la mujer que amas, todos los días de la vida de tu vanidad que te son dados debajo del sol, todos los días de tu vanidad; porque esta es tu parte en la vida y en tu trabajo con que te afanas debajo del sol.
Todo lo que te viniere a la mano para hacer, hazlo según tus fuerzas; porque en el seol adónde vas, no hay obra ni trabajo, ni ciencia, ni sabiduría.
Acuérdate de tu creador en los días de tu juventud, antes que vengan los días malos, y lleguen los años de los cuales digas: no tengo en ellos contentamiento.
El fin de todo el discurso oído es este: teme a dios, y guarda sus mandamientos, porque esto es el todo del hombre.
Porque dios traerá toda obra a juicio, juntamente con toda cosa encubierta, sea buena o sea mala.
Dios te bendiga.
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