La polaridad y la sombra en psicoterapia. Parte segunda
En la UNIDAD, el UNO o el TODO no hay tiempo ni espacio. No hay cambio, ni transformación. En la Unidad todo está en reposo permanente, es el SER puro, sin forma ni actividad. Desde el punto de vista de nuestra conciencia bipolar la unidad equivale a la NADA. Podemos referirnos a esa Unidad, pero no podemos imaginarla porque es la antítesis de la polaridad. Es vital reconocer que lo polar no es el mundo, sino el conocimiento que nuestra conciencia nos da de él.
Ya hemos visto que cuando alguien dice “Yo”, esa palabra significa una serie de características: “mujer, madre de familia, trabajadora, de raza blanca, ecologista, que le gusta cocinar, etc. “. A cada una de esas características le precedió una decisión y se opto por una posibilidad descartando su contraria. Es decir, se identificó con un polo descartando su contrario. Si soy trabajador descarto ser vago. Por lo tanto de cualquier identificación surge una valoración (ser trabajador es bueno) de acuerdo a nuestro sistema de creencias.
Ahora bien, con cada identificación, que se basa en una decisión, se descarta un polo. Pero lo descartado que es todo aquello que no queremos ser, ni ver, ni admitir en nuestra identidad, va formando nuestro negativo o SOMBRA. Esto es así, porque el rechazo de la mitad de nuestras posibilidades no las hace desaparecer sino que solo las destierra de nuestra conciencia. El polo descartado vive desde ese momento en nuestra sombra.
Muy importante de cara a una psicoterapia, es tener en cuenta que todo lo desplazado (disociado) a la sombra, pugna por volver a mí (asociarse conmigo). Por eso, cuando hablaba del “lenguaje y significado del síntoma en la psicoterapia breve integral planificada” (ficha 4), explicaba que el síntoma siempre “sirve” para recordarme “lo disociado” que hay en mí y la necesidad que tengo de darme cuenta y asumirlo. De esa manera lo sacamos de la sombra y resolvemos una polaridad.
En cada familia, inicialmente siempre se presentan dos posibilidades de identificación que son papá o mamá. Imaginemos que tenemos una paciente que nos consulta por su dificultad para relacionarse amorosamente con los hombres. Nos cuenta que su padre es un hombre dinámico, atractivo y con éxito profesional, mientras que su madre es ama de casa con un universo muy limitado y dedicada todo el día a “hacer croquetitas”. Está claro que esta paciente, de las “dos propuestas” de identificación, ha elegido la masculina por ser más gratificante y ha rechazado la femenina por “degradante”. Ha carecido de modelo femenino con quién identificarse y sin darse cuenta se ha convertido en “un hombrecito” que no sabe relacionarse como mujer. Su feminidad rechazada se encuentra en su sombra y el síntoma (angustia frente a la relación amorosa), le “recuerda” su disociación y la necesidad de integrar su feminidad rechazada.
Cuando uno rechaza un principio determinado (la feminidad en nuestro ejemplo), cada vez que lo encuentre en el mundo exterior, sufrirá una reacción de angustia y repudio (no soportará la presencia de mujeres muy femeninas, porque le recuerdan su carencia). Por lo tanto, la paciente se llevará muy bien con los hombres, pero fatal con las mujeres, sobretodo si son muy femeninas. Esto sucede gracias a un mecanismo de proyección.
La sombra siempre la sentimos como algo externo a nosotros, porque si la viéramos en nosotros dejaría de ser sombra. Por eso, lo que más ocupa al ser humano es aquello que más rechaza y de ese modo se acerca al principio rechazado hasta llegar a vivirlo.
Todo lo que nos falta para estar sanos ya está presente en nuestra sombra, pero como no podemos ni queremos verla, la proyectamos sobre superficies de proyección. Nuestros enemigos son superficies externas de proyección que reflejan aquello que no soportamos de nosotros mismos y que, por esa razón, rechazamos en los demás. También para la mayoría de las personas los síntomas de enfermedad son enemigos y su propio cuerpo se convierte en superficie de proyección de los aspectos menos agradables.
La evitación de un aspecto de la realidad indica que la persona tiene un problema con él. A un ser humano solo pueden molestarle los principios del exterior que no ha asumido.
La sombra produce la enfermedad y el encararse con ella cura. Esta es la clave para la comprensión de la enfermedad y la curación. Un síntoma siempre es una parte de la sombra que se ha introducido en la materia. Por el síntoma se manifiesta aquello que falta al ser humano y por él, experimenta lo que no ha querido experimentar conscientemente.
La enfermedad nos hace sinceros.
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Eduardo Cabau
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