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Zen, el Camino del despertar

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Zen, el Camino del despertar

“Maestro, ¿en qué meditas?

En lo que está más allá del pensamiento

¿Cómo consigues meditar sobre aquello que está más allá del pensamiento?

No meditando”

¿Qué es el Zen? Se pueden intentar varias definiciones, pero todas ellas serían inútiles. Podemos más fácilmente decir lo que no es.  No se trata de una religión o una teoría. No se basa en ningún dogma o filosofía. La esencia del Zen no se encuentra en ninguna escuela, maestro o escritura aunque sea sagrada.

Permite el conocimiento directo de uno mismo por encima de valores, naciones y razas. El Zen es una forma de budismo que en China se desarrolló con el nombre de Chan y en Japón se convirtió en una de las corrientes más importantes a nivel espiritual pero también social y artístico. Sus principios se aplicaron a todas las facetas del hombre.

La palabra zen es una contracción de “zenno” , que corresponde a lo que en China se denominó Chan y en la India Dhyana. En los tres casos puede traducirse como “meditación”.

Tradicionalmente su origen se remonta al mismo Buda quien en el llamado sermón del pico del Cuervo, en vez de dirigirse a sus oyentes con palabras permaneció en silencio, haciendo únicamente el gesto de mostrar una flor. Uno de sus discípulos, Kashyapa demostrando que había comprendido esta enseñanza del silencio, sonrió y en ese momento alcanzó la comprensión.

Aunque no haya documento alguno que lo pruebe, se cree que el Buda transmitió la enseñanza zen a Kashyapa, al que siguieron numerosos patriarcas indios, hasta llegar a Bodhidharma.

Los principios del budismo zen llegaron a China de la mano del monje Bodhidharma, descendiente espiritual directo del discípulo de Buda Mahakashyapa, alrededor del año 520. De acuerdo con la tradición Bodhidharma fue el fundador del Chan en China  en el siglo VI d.C. En Japón el budismo zen empieza a desarrollarse desde el s. XII arraigando con mucha profundidad y espíritu creador en la cultura del Japón.

El Zen, a pesar de ser un tipo de budismo, tiene una influencia directa del Taoismo

Respecto a su introductor en China, Bodhidarma, son varias las leyendas que envuelven esta figura. Una de ellas relata que una vez habiéndose dormido mientras meditaba, se puso tan furioso consigo mismo que se cortó los párpados, los que al caer al suelo dieron origen a la primera planta de té. Desde entonces el té ha proporcionado a los monjes zen protección contra el sueño, facilitando la claridad mental.

Bodhidharrna llegó a Cantón proveniente de la India alrededor del año 520, y siguió viaje hasta la corte del Emperador Wu de Liang, entusiasta protector del Budismo. El emperador le contó todo lo que había hecho para promover la práctica del Budismo, la construcción de templos, la protección de monjes etc. y le preguntó qué mérito había ganado con ello, de acuerdo con la concepción de que la gradual acumulación de buenas obras, que llevan a circunstancias cada vez mejores en vidas futuras y a la acumulación de méritos. Pero Bodhidharma replicó: "¡Absolutamente ningún mérito!" Esto socavó la idea que el emperador tenía del Budismo al punto de que preguntó: "¿Cuál es, entonces, el primer principio de la doctrina sagrada?" Bodhidharma replicó: "Está todo vacío; no hay nada sagrado." Entonces preguntó el emperador: "¿Y quién eres tú para estar aquí ante nosotros?" Bodhidharma replicó: "No lo sé."

Después de esta entrevista, Bodhidharma se retiró a un monasterio en Wei, donde se dice que pasó nueve años en una caverna, "mirando la pared" . Suzuki sostiene que esto no debe ser tomado literalmente, sino más bien a nivel simbólico aludiendo al estado interior de Bodhidharma, que consiguió excluir de su mente todos los pensamientos que le aferraban al mundo sensorial. Así permaneció Bodhidharma hasta que se le aproximó el monje Shen-kuang, luego llamado Hui-k'o que habría de convertirse en el sucesor de Bodhidharma.

Hui-k'o pidió a Bodhidharma una y otra vez que lo instruyera, pero siempre era rechazado. Sin embargo, continuó sentado meditando fuera de la caverna esperando pacientemente en la nieve con la esperanza de que Bodhidharma por último cediera. Desesperado, al final se cortó un dedo (según otras versiones un brazo)  y se lo presentó a Bodhidharma como testimonio de su sinceridad. Entonces Bodhidharma por fin le preguntó qué quería.

—No tengo paz en mi espíritu [hsin] —dijo Hui-k'o—. Te ruego que lo pacifiques.

—Trae tu espíritu aquí y ponlo ante mí —replicó Bodhidharma— y te lo apaciguaré.

—Pero cuando busco mi espíritu no lo encuentro —dijo Hui-k'o.

—Ahí tienes —replicó en seguida Bodhidharma—. Ya he apaciguado tu espíritu. En ese momento

Hui-k'o experimentó su despertar, su tun-wu o satori,

Este diálogo se considera el primer ejemplo del característico método zen de instrucción wen-ta (en japonés: mondo), o "de preguntas y respuestas", que a veces se denomina "el cuento zen".

El entrenamiento Zen tiende  conduce al ser humano al despertar completo utilizando el camino de la intuición. Como otras ramas del budismo, el Zen apunta al despertar, a la liberación por medio del despertar, a la consecución del satori o kensho. Es una vía o camino de liberación en el que juega un papel fundamental la atención. El mantenernos atentos en cada momento de nuestra vida, captando en su profundidad lo que sucede dentro y fuera de nosotros mismos, concentrados en nuestra actividad y con un estado interno activo y receptivo.

Más que ninguna otra escuela de misticismo oriental, el Zen está convencido de que las palabras nunca pueden expre­sar la verdad última, y ello porque nuestro lenguaje solamente es el medio o instrumento para expresar conceptos. La realidad trascendente no puede expresarse con palabras, como dice el Tao Te King, “El tao que se expresa con palabras no es el verdadero Tao”.  Por eso es importante cultivar un modo de escucha en el que las palabras cobren un significado interior y no sean solamente expresiones de conceptos. Este modo especial y no acostumbrado de escuchar es el silencio interno que constituye la puerta de acceso al estado zen.

Podría decirse que es un modo de vivir diferente basado en el presente captado con facultades que se encuentran más allá de la mente. Por ello enseña a superar las limitaciones que nuestra mente lógica nos impones y a colocarnos en el terreno de la intuición, facultad que no depende de nuestro intelecto, sino del desarrollo de la conciencia.

La idea fundamental del Zen es la posibilidad de entrar en contacto con aquellas fuerzas o energías ubicadas en las profundidades de uno mismo, porque toda autoridad, toda sabiduría y todo el valor del Zen procede de nuestro interior. El Zen por sí mismo no enseña nada, no tiene Dios alguno que adorar, no tiene ningún rito ceremonial, no promete ningún futuro en el más allá. Sin embargo se le considera uno de los caminos o vías de “Liberación”.

Como los antiguos maestros decían, zen es “esto, aquí, ahora”

Para acercarnos al Zen hay que buscarlo donde realmente se encuentra, dentro de nosotros mismos. Es una experiencia, una vivencia personal, un estado interior al que se llega a través de la vía del silencio. ¿Qué es silencio?

Si buscamos  un contacto con este estado zen hay que saber estar callado no sólo externamente, sino cultivar el silencio interior. Si estamos llenos de conceptos, ideas, proyectos, anhelos, recuerdos, etc. y vivimos con este lastre psíquico, muy difícilmente accederemos al nivel silencioso de nuestra psique.  En estado de silencio se diferencia claramente la información que va dirigida al centro intelectual y aquella que no corresponde a la mente. El estado de silencio es íntegro e ilimitado, desde él comunicamos realmente con el entorno y aprendemos a escuchar.

El nivel en que normalmente vivimos es el de la superficialidad, las opiniones, ideas, y juicios. No hay espacio en nuestro interior para algo nuevo. Tenemos el hábito de pensar dentro del dualismo. Si trascendemos esta situación y nos colocamos en  el estado interno que está más allá de la lógica común del intelecto, nos estamos acercando al zen.

El silencio es el estado interno que se encuentra más allá del pensamiento, en el cual no hay conceptos, pero tampoco juicios, críticas, ideas ni reacciones mecánicas, y si las hay, no nos arrastran tras ellas. En este estado percibimos lo nuevo. ¿Qué es lo nuevo? ¿Lo que nunca hemos oído o visto? No, es más bien un descubrimiento, una revelación interna que nada tiene que ver con la memoria. Una historia zen nos muestra claramente este aspecto.

Las historias zen, o los diálogos entre maestro y discípulo son uno de los sistemas de transmisión zen. La mayor parte de la literatura zen consiste en estas anécdotas. Su finalidad es siempre precipitar en la mente del que pregunta cierto tipo de súbita conciencia, o poner a prueba la hondura de su penetración. Pero si son recibidas en un estado mental inapropiado, la mente reacciona mecánicamente y su efecto no tiene lugar. Si las escuchamos y pensamos: ya lo conozco, ya lo he oído, ya lo sé... pierden toda su eficacia. Lo que pretenden es ir más allá de la mente, de este modo, la misma historia consigue ser nueva cada vez. Por ello es importante mantener un estado receptivo, dejar de escucharnos a nosotros mismos. Entonces comprendemos...

La taza de té

Es conocida la historia de Nan-in, un Maestro japonés que vivió en la era Meiji, y lo que le sucedió con un intelectual de la época que fue a visitarlo intrigado por la afluencia de jóvenes que acudían al jardín del Maestro.

Nan-in era admirado por su sabiduría, por su prudencia y por la sencillez de su vida, a pesar de haber sido en su juventud un personaje que había brillado en la Corte.

Cuando el prestigioso intelectual  llegó, saludó al Maestro y, sin más preámbulos, le preguntó por el Zen. Nan-in le ofreció el té y se lo sirvió con toda la calma del mundo. Y aunque la taza del visitante ya estaba llena, el Maestro siguió vertiéndolo. El intelectual vio que el té se derramaba y ya no pudo contenerse.

- ¿Pero no se da cuenta de que está completamente llena? ¡Ya no cabe ni una gota más!

Nan-in respondió sin perder la compostura ni abandonar su amable sonrisa -, Al igual que esta taza usted está lleno de sus opiniones. ¿Cómo podría mostrarle lo que es el camino del Zen si primero no vacía su taza?

Airado, el profesor se levantó y con una mera inclinación de cabeza se despidió sin decir palabra. Mientras el Maestro recogía los trozos de porcelana y limpiaba el suelo, un joven se acercó para ayudarle.

- Maestro, ¡cuánta suficiencia! Qué difícil debe de ser para los letrados comprender la sencillez del Zen.

- No menos que para muchos jóvenes que llegan cargados de ambición y no se han esforzado por cultivar las disciplinas del estudio. Al menos, los estudiosos ya han hecho una parte del camino y tienen algo de lo que desprenderse.

- ¿Entonces, Maestro, cual es la actitud correcta?

- No juzgar, y permanecer atento.

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Acerca del autor

Rubén González e Inés Martín

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