Inclusión con calidad
Inclusión con calidad
La transformación del sistema escolar de mediados de siglo XX produjo una expansión de la enseñanza media. Este proceso de expansión comienza con una generalización de la educación primaria y continúa con una política de ampliación de la obligatoriedad de la enseñanza. Así, el mayor acceso a la escolarización de un número creciente de sectores sociales impuso cambios de estrategias y disposiciones que involucra a todo el sistema, porque confronta a docentes con alumnos distintos, cuyas expectativas suponen un uso diferenciado de la estructura escolar. Esto, al ser entendido como un comportamiento desigual de los jóvenes de diversos sectores ante el sistema de enseñanza no oculta la confrontación de esos mismos sectores sociales en torno a la escolarización sino que pone en discusión la vigencia de los argumentos sobre el proceso de disciplinamiento estatal o los planteamientos de la reproducción del sistema social a través de la educación.
Los sujetos cotidianamente construyen el orden social a partir de acciones, fantasías y saberes que fundan sus ideologías; por lo tanto, pensar a los jóvenes en términos de la construcción de su identidad, cómo perciben a la sociedad y son percibidos por ella, y analizar las expectativas tanto en cuanto a su inserción en el mercado laboral como a su permanencia o no en el sistema educativo como elemento de movilidad social, nos lleva a tener que indagar acerca de la dimensión simbólica de la vida cotidiana de estos jóvenes. Sabiendo que enmascarados detrás de argumentos fundados en la preocupación de resolver “la problemática” de la fragmentación social se esconden “factores de flexibilización” que precarizan las solidaridades entre individuos y deterioran las protecciones que les aseguraban su inclusión. Al profundizar el relevamiento de datos del distrito, focalizado en una primera etapa en identificar los grupos sociales y económicos que no complementaron su escolaridad y qué factores relacionados con sentimientos de eficiencia y motivación afines con el desempeño escolar obstaculizaron cumplimentar su trayectoria educativa, surgen aspectos culturales locales que suponen estrategias para reconocer las necesidades especiales de cierta franja etaria, pero sin embargo, intentan resolver “la peligrosidad” de gente que amenaza “el proyecto de futuro” de la sociedad. Argumento que desnuda la política de exclusión de determinados sectores por una minoría que domina las instituciones escolares locales. Estas instituciones fueron diseñadas como redes de contención en función de la vulnerabilidad e incapacidad de ciertos sectores para insertarse o mantenerse dentro del esquema educativo formal; la contracara de las mismas es la consolidación del escurrimiento del sistema de jóvenes que no se “adaptan” a esa isla educativa que se pretendió construir en el distrito de 9 de Julio.
La paja en el ojo ajeno: el problema son los jóvenes
En diferentes momentos de la historia, los jóvenes, han sido mirados bajo una óptica de cuestionamientos que oscilaban entre una imagen positiva y una negativa. En lo que respecta a la primera, se les había otorgado la iniciativa del cambio como cumplimiento de la esperanza para la realización de la felicidad humana, una herencia moderna que los identificaba con el futuro, o en la actualidad como contestatarios al desencanto producto de la realidad postmoderna; la negatividad, sin embargo, se hace visible en el rechazo de la sociedad en general, en la modernidad como desadaptados sociales y en la posmodernidad como altermundistas; en ambos casos, se les pretende desterritorializar, no existe cabida en el mundo sino responden al estereotipo de la ley y el orden.
Giroux (1996), define a la juventud como algo fronterizo, influenciado por los medios electrónicos. Expresa que los jóvenes son una subjetividad diferente porque experimentan la cultura de manera distinta, donde los medios se han convertido en sustitutos de la experiencia.
La mercantilización de la cotidianeidad juvenil sustituyó la espontaneidad propia de la etapa biológica e impuso normas transculturales. Un mercado de producciones simbólicas que representa la uniformidad de esas identidades bajo el principio económico de la venta de imaginarios que dan sentido a la diversidad de imágenes y rituales bajo los cuales se asume la juventud.
Posturas más negativas hablan de jóvenes ajenos, extraños, aburridos, desmotivados, y desconectados del mundo real, con un gran sentimiento de vacío e indeterminación, para los cuales la violencia es una práctica cotidiana. Un reduccionismo que ignora la falta de oportunidades en que este sector de la población se encuentra. Considerado como un grupo vulnerable, jóvenes en edad de insertarse en el mercado laboral no cuentan con un empleo que les garantice el mínimo de bienestar; si consideramos que por su edad, tendrían que dedicarse a estudiar para prepararse para poder acceder con mayores competencias en el mundo del trabajo, así como tampoco es posible asegurar su permanencia en la escuela ya que la trayectoria educativa de los jóvenes es interrumpida o sistemáticamente flexibilizada a través de un esquema articulado por el sistema educativo formal que permite “depositar” a los alumnos de condiciones sociales humildes o simplemente problemáticos, a los cuales se considera como incapaces de adquirir los requerimientos necesarios para la nueva sociedad tecnológica, en instituciones de adultos, de manera que se les apruebe el cumplimiento formal o legal pero sin atender a los lineamientos pedagógicos que refieren las competencias necesarias que permitan su inserción real. Un rasgo característico de esta práctica es la discontinuidad en la asistencia a la escuela. Los niños y jóvenes se convierten en los proveedores de la familia o quedan a cargo de las tareas del hogar para cuidar los hermanos más chicos o realizar tareas domésticas. Nos encontramos así ante una valoración particular del joven como útil para la familia y una devaluación de la condición escolar del mismo. La familia considera el espacio y el tiempo escolar como innecesarios para el desarrollo de sus hijos, algo que se observa como desfavorable para una inclusión más o menos permanente en el sistema escolar. La reformulación de la alianza entre familia y escuela, a partir del consenso otorgado por los padres para el desplazamiento de sus hijos hacia la modalidad de adultos, ha favorecido la flexibilización del capital cultural de sectores sociales más humildes
En este contexto consideramos que la escolarización mantiene su carácter autoritario y elitista, según Guevara (1994), el papel que juega el espacio educativo se constituye en factor de diferenciación, no de integración, sin ignorar que el desarrollo de las comunicaciones y la rapidez con que transcurre la innovación tecnológica han afectado las relaciones sociales de la sociedad argentina, la escuela profundamente influenciada por el pensamiento neoliberal flexibiliza el futuro de miles de niños de bajos recursos que están en una situación de desventaja en un espacio social que requiere de seres competentes, capaces de adaptarse a los nuevos modos de producción y de relación en el mercado de trabajo actual. Es decir, los docentes –como parte de ese pensamiento homogéneo neoliberal- se han transformado en reproductores de una ideología meritocrática, al trasladar a las aulas los principios de eficacia y polivalencia formativa donde los alumnos son un producto a obtener y la escuela una factoría.
Este pensamiento transferido al seno familiar a permitido la no permanencia de adolescentes y niños en el sistema educativo por ser considerados incapaces de adquirir los conocimientos necesarios que le permitan insertarse dentro de los parámetros del nuevo patrón tecnológico-productivo. Con la consolidación de este paradigma se ha favorecido la desestructuración y la reestructuración de nuevas subjetividades en el marco de una sociedad que intenta construir nuevas formas de ciudadanía a nivel local; y es en esa nueva realidad compleja y contradictoria donde la singularidad territorial -atravesada por la exclusión y la injusticia- genera formas alternativas de inclusión dominadas por la unilateralidad del prejuicio. Es decir, la definición del perfil de alumno y las modalidades del proceso de enseñanza y aprendizaje han desarrollado una mentalidad en el sistema que piensa en términos de “educandos de desecho”. De esta manera la sociedad y la escuela instalan temores que silenciosamente construyen una subjetividad con hábitos de aprendizaje pobre o con ausencias de habilidades básicas.
Fernando Ciccarelli
Especialista en Nuevas Infancias y Juventudes (UNICEN)
Diplomado en Educación, Cultura y DD.HH. (UNIPE)
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