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El tratamiento de la ludopatía

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Los principales motivos para jugar que tiene un jugador patológico son: a) superar el aburrimiento, b) ganar dinero (una persona normal puede ganar o perder cuando apuesta, un jugador patológico a la larga pierde siempre), c) olvidar los problemas (el juego contribuye a aumentarlos), d) conseguir niveles altos de excitación (mayor probabilidad para tener problemas con el control del dinero), y e) ser fieles a un hábito adquirido.

Todas las conductas potencialmente adictivas comienzan a ser controladas por reforzadores positivos (el aspecto placentero de la conducta en sí misma), pero terminan siendo controladas por reforzadores negativos (el alivio del malestar). Aparece en el sujeto una fuerte dependencia psicológica hacia tales conductas, actúa con ansia e impulsivamente, pierde interés por cualquier otro tipo de actividad gratificante anterior y, a pesar de las consecuencias negativas experimentadas, no es capaz de controlarse.

Un hábito tan negativo para la persona como la adicción al juego se perpetúa, entre otras razones, en función de las diversas distorsiones cognitivas que mantienen los afectados: la negación o minimización del problema, la ilusión de control (percepción de que el juego depende de su habilidad), los recuerdos selectivos de las ganancias en el juego y el olvido de los momentos amargos sufridos, y la subestimación de las pérdidas. Asimismo, del mismo modo que las drogas con sustancia tienen una notable capacidad de aumentar los niveles del neurotransmisor dopamina así también lo hace el enganche a una máquina tragaperras. Los sujetos, una vez adictos a una sustancia o a una conducta, se habitúan a altas concentraciones de dopamina.

¿Por qué un jugador patológico sigue jugando? Por una parte la persona cree que va a ganar mucho dinero y, como consecuencia, le van a respetar y apreciar más. Por otra parte, intenta compensar el malestar soportado a lo largo de todo el día como consecuencia del trabajo, relación con personas, etc. Asimismo, con el tiempo comienza a asociar colores y sonidos a las sensaciones placenteras que le proporciona el juego y, cada vez que ve u oye algunos de estos estímulos, le viene el deseo de jugar. Además, todo hábito adquirido tiene un poder intrínseco de continuar en el tiempo. Aparece también la idea de que su problema no tiene solución. Finalmente, los fracasos en los intentos de dejar el juego originan seguir jugando.

Dada la motivación, activación de la memoria, vivencias, pautas de acción y estructura adictiva de un ludópata, la solución del problema no es fácil. A su vez, puesto que la exposición al juego es continua y actualmente muy factible (debido a Internet) es aconsejable la intervención ante los primeros signos de ludopatía. En último lugar, los ludópatas frecuentemente niegan que tengan un problema y, como consecuencia, el tratamiento comienza con el reconocimiento de dicho problema por parte del afectado.

El tratamiento del juego patológico viene determinado por ciertos fármacos, grupos de apoyo y terapia cognitivo conductual. Los medicamentos utilizados en ludopatía son la paroxetina, el litio y el malmefeno. Entre los grupos de apoyo destaca Jugadores Anónimos, programa de 12 pasos similar al de Alcohólicos Anónimos y que hace hincapié en un enfoque de ayuda mutua. Dentro del contexto de terapia cognitivo conductual y España, uno de los tratamientos eficaces del juego patológico es el llevado a cabo por el Hospital de Bellvitge. Tres de cada cuatro ludópatas vencen su adicción. Las principales actuaciones de su protocolo de intervención son conseguir que el paciente admita su problema, intentar la abstinencia definitiva, un cambio de estilo de vida y concienciar a la familia de que el paciente no es el responsable de su trastorno, sino la confluencia de factores genéticos, de personalidad y de predisposición social.

También dentro de la terapia cognitivo comportamental, las vías de actuación en juego patológico que Enrique Echeburúa postula son: a) control de los estímulos vinculados a la adicción, b) exposición prolongada a los elementos suscitadores de la avidez o ansia por la conducta adictiva, c) solución de los problemas específicos, d) creación de un nuevo estilo de vida, y e) prevención de recaídas.

El control de estímulos se refiere a la evitación de los estímulos asociados a la conducta descontrolada. En la ludopatía se trata de ejercer un control sobre el dinero (p.ej., mancomunando la cartilla de ahorro), eludir los circuitos de riesgo (por la tendencia de los sujetos a jugar en los mismos lugares), evitar la relación con los amigos jugadores y, en los casos necesarios, recurrir a la autoprohibición de la entrada en bingos y casinos, así como hacer una planificación para devolver las deudas contraídas. La recuperación total (objetiva y subjetiva), es decir, la desaparición de la avidez por la conducta inadecuada sólo se produce cuando el sujeto se expone a los indicios de riesgo de forma progresiva y regular, y es capaz de resistirse a ellos sin adoptar conductas de escape. Por ejemplo, un exjugador puede entrar en un bar con un amigo, pedir un café, estar en presencia de una máquina tragaperras y aguantar el desasosiego interno sin jugar y sin marcharse del bar hasta que haya decrecido considerablemente el malestar.

Otro de los objetivos terapéuticos es enseñar al sujeto a que pueda afrontar adecuadamente las dificultades de la vida cotidiana sin recurrir a la conducta adictiva como solución. Para controlar el ansia por implicarse de nuevo en la conducta adictiva son adecuadas las técnicas de distracción cognitiva, entre las que destacan la orientación atencional a sucesos externos no amenazantes, la ocupación de la mente en una actividad absorbente y el ejercicio físico. Por otra parte, para controlar la ansiedad (tensión, inquietud y nerviosismo) son útiles el control de la respiración y la relajación. Finalmente, dado que un estado de ánimo triste facilita la recaída en la adicción es necesario controlar la depresión. Así, en ocasiones acontecimientos negativos de la vida cotidiana pueden llevar a una persona a un estado de ánimo deprimido. Pero lo importante es que no son los sucesos negativos mismos los que producen la tristeza, sino lo que pensamos acerca de ellos (pensamientos automáticos). Y lo que procede en estas circunstancias es modificar dichos pensamientos automáticos y sustituirlos por pensamientos racionales. Asimismo, dado que un problema adicional en el adicto suele ser la existencia de un repertorio de conductas pobre, sensaciones de aburrimiento y/o soledad, la solución es distraerse, practicar alguna actividad agradable y charlar con otras personas. Finalmente el riesgo de una convivencia difícil es mayor en las personas adictas y, en este sentido, la constancia es necesaria para inspirar confianza a quienes pueden tener un prejuicio negativo sobre el paciente.

Además, dado que es habitual que cuando el paciente ha abandonado la conducta adictiva no sepa en qué ocupar las horas libres y que le surjan pensamientos negativistas o sentimientos de culpa por la vida, hay que prestar atención al estilo de vida global del sujeto. En este sentido, hay que restablecer el equilibrio del paciente mediante la dedicación de un cierto tiempo diario a la práctica de actividades gratificantes y de crear unos nuevos hábitos sustitutivos de los anteriores. Sólo un cambio de vida estable garantiza el mantenimiento de la abstinencia a largo plazo. Un estilo de vida satisfactorio supone un equilibrio adecuado entre las obligaciones y los deseos.

Las recaídas son frecuentes en todas las adicciones y en todas éstas sus pautas siguen un proceso temporal similar: los dos tercios aproximadamente de todas ellas se producen en los tres primeros meses tras la terminación del tratamiento. Si una persona se mantiene alejada de la adicción durante un periodo prolongado (1 ó 2 años), la probabilidad de recaída disminuye considerablemente. A medida que aumenta temporalmente el control de la conducta y que se es capaz de hacer frente con éxito a las diversas situaciones presentadas en la vida cotidiana, el sujeto experimenta una percepción de control, que aumenta la expectativa de éxito en el futuro. Al igual que en otras adicciones, los episodios de recaída en juego patológico aparecen asociados frecuentemente a estados emocionales negativos, conflictos interpersonales y presión social. Hay que distinguir caída y recaída. La caída es un episodio descontrolado aislado, un error, un desliz, mientras que la recaída es una vuelta a la conducta descontrolada anterior al tratamiento. Habitualmente se pasa rápidamente de la caída a la recaída debido a la puesta en marcha de un proceso cognitivo denominado efecto de transgresión de la abstinencia. Estrategias de intervención con una recaída son la identificación de las situaciones de alto riesgo, las respuestas de enfrentamiento a situaciones problemáticas, el cambio de expectativas sobre las consecuencias de la implicación en la conducta adictiva y la revisión del estilo de vida del paciente.

Dado que la mayoría de jugadores patológicos lo son a máquinas tragaperras, hacemos una mención a ellas. Si los ludópatas, entre otras cosas, se percatan del verdadero significado de máquinas tragaperras (es decir, máquinas que tragan las perras de uno sin posibilidad de recuperarlas), si interiorizan que absolutamente no tienen ningún control sobre ellas debido a que los premios están establecidos aleatoriamente y si en lugar de acordarse de sus luces y sonidos se acuerdan de lo cargado de monedas que va el administrador de ellas tras su recaudación pueden abandonar el juego en ellas. Pero si esto no es suficiente y deciden llevar a cabo un tratamiento con un profesional de la psicología, entonces el problema se soluciona.

Dr. Ángel Retuerto

Psicólogo www.psicologoadistancia.com

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Acerca del autor

R. Rodriguez www.psicocentro.net

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