Por un nuevo orden mundial
La idea de un “pensamiento único” dominado por el gran capital, ha influido no sólo la mentalidad oficial, sino que ha puesto la universidad al servicio de las empresas, suprimiendo todo pensamiento divergente y creador en aras del pensamiento tecnocrático en el cual lo que importa es la eficiencia, y la reflexión va quedando desplazada, los intelectuales no son tenidos en cuenta y se les trata como chiflados o como simple estorbo. Todo queda supeditado al “pensamiento único” el cual es “la traducción en términos ideológicos y con pretensión universal de los intereses de un conjunto de fuerzas económicas, en particular, las del capital internacional” (Ignacio Ramonet).
Ella habla del fin de la historia, de la omnipresencia y omnipotencia del dinero, el reemplazo de la política por la policía, el presente como el único porvenir posible, la racionalización de la desigualdad social, justificación de la sobreexplotación de los seres humanos y de los recursos naturales, racismo, intolerancia, guerra.
La idea dominante es la de la “globalización”, que como indican autores es una segunda globalización o “mundialización”, debida a dos revoluciones: la tecnológica y la informática, y está dirigida por el poder financiero, barriendo distancias, rompiendo fronteras, en donde el dinero tiene hoy el don de la ubicuidad, el mundo toma el aspecto de un megamercado. Sin embargo, el mundo es un archipiélago, o un rompecabezas, y lo realmente mundializado es la heterogeneidad. El poder financiero sirve tanto de la tecnología y la informática, como de armas de guerra, y según Humberto Eco, “la mundialización es la cuarta guerra mundial, y un mecanismo de destrucción y de reconstrucción que se extiende al planeta entero”.
Según Ignacio Ramonet, el “nuevo orden mundial” (planetario, permanente, inmediato e inmaterial), el poder financiero ha abolido las fronteras y ha hecho una guerra de nuevo tipo, destruyendo la economía nacional, base del Estado-nación, el cual está en vía de extinción, surgiendo en su lugar mercados integrados, o mejor, sucursales del gran “moll” mundial, el mercado mundial.
Cada vez menos personas poseen más y más riquezas producidas por más y más trabajadores más y más pobres. “La pobreza de nuestro siglo no puede ser comparada con ninguna otra, no es el resultado natural como en otros tiempos, de la escasez, sino de una convergencia de prioridades impuestas por los ricos al resto del mundo” (John Berger).
El planeta está poseído por algunos poderosos, luego que millones de emigrantes deambulan sin hallar donde instalarse. El crimen organizado constituye la columna vertebral de sistemas judiciales y de gobiernos (los “fuera de la ley” hacen las leyes).
No es raro escuchar intelectuales elogiar este “pensamiento único”, ejerciendo un verdadero chantaje contra toda reflexión crítica en nombre de la “modernización”, el “realismo”, la “responsabilidad”, y la “razón”; afirman el “carácter ineluctable” del estado actual de cosas, que predican la capitulación intelectual y arrojan a las tinieblas de lo irracional a todos los que rechazan aceptar que “el estado natural de la sociedad sea el mercado” (Ignacio Ramonet).
¿A qué se debe que se hable de la mundialización como algo inevitable, y que casi todo el mundo esté de acuerdo con ello? Responde Regis Debray: “por la tecnología del hacer-creer. El poder de la información es in-formar, con-formar: dar conformidad. Trans-formar: modificar una situación”.
Del mismo modo que se globaliza la economía, se globaliza la cultura y la información. En la mundialización fragmentada, las sociedades son fundamentalmente, sociedades mediáticas. Los “medias” son el gran espejo que muestra, no lo que es una sociedad, sino lo que ella debe ser. Desbordante de tautologías y evidencias es avara de racionamientos y argumentos. Para ella, repetir es demostrar. Y las imágenes se repiten como imágenes grises de la pantalla mundial.
“La ecuación de la era visual es ésta: lo que es visible=real= verdadero”.
Vivimos una “era visual”. Las informaciones no son presentadas en la evidencia de su inmediatez. No hay lugar para la reflexión crítica, apenas hay un espacio para los comentarios que “completan” la lectura de la imagen. El mundo se ha vuelto una pura representación multimedia capaz de ser conocida en la medida que ella es vista. Ver es comprender. La filosofía dominante de este mundo es la del idealismo absoluto.
Ante esta situación, a los pueblos americanos nos toca la responsabilidad de nuestra propia realización cultural que permita una vigorosa nueva síntesis de la cultura.
Los crecientes avances tecnológicos, en vez de servir para nuestra independencia, nos atan cada vez más a los poderes extranjeros, porque a los gobiernos les interesa importar, pero no crear tecnología, y así, las máquinas sustituyen cada vez más personal, creando un desempleo que es crónico y generalizado, vivimos de una tecnocracia que desprecia lo humano.
En las sociedades premodernas el ser humano trabajaba para vivir; en el capitalismo actual, gran parte de la población que puede laborar, entrega su fuerza de trabajo para que los poderosos acumulen riquezas, y las grandes empresas aumenten sus ganancias, contemplando sin compasión, cómo sus acciones se revalorizan, precisamente porque están despidiendo personal.
Por eso, el desempleo actual recibe el nombre de “estructural”, porque no es una situación coyuntural, fruto de una recesión económica que vaya a superarse o a atenuarse con el crecimiento económico. Este tipo de desempleo es fruto del actual modelo de globalización de la economía, de la revolución tecnológica y de la financierización de la riqueza. Según Peter Drucker, en la economía mundial “la producción ha dejado de estar “conectada” al empleo; y son los movimientos de capital, y no el comercio (tanto de bienes como de servicios), los que se han convertido en la fuerza impulsora de la economía mundial”.
Miles de millones de dólares circulan libremente, buscando el mejor postor, y éste se encarna en las leyes de los países que favorecen este sistema, que no tiene ningún sentido de utilidad social. Es un capital parasitario que engorda las finanzas de sus poseedores, pero no genera bienestar. Así, el sistema financiero que debería estar al servicio del sistema productivo, ha cobrado una dimensión mayor, más importante y en gran parte desconectada de la producción. La riqueza financiera es en gran parte ficticia, ya no está compuesta de bienes tangibles, sino en las pantallas de los ordenadores.
Esta es la situación de nuestro planeta, aquejado por mil males, desde el climático, por obra de la producción irresponsable de los países más poderosos, que son los grandes contaminadores, y cuyo precio pagan los países más pobres, y en especial las clases más pobres de dichos países, Bangladesh, Haití, igualmente las catástrofes naturales de nuestros países.
¿Quiénes pueden darnos nuevas esperanzas? No podamos como antaño contar con seres sobrenaturales, la asfixiante presión de los medios de comunicación impide muchas veces que sepamos distinguir entre lo bueno y lo malo, creando una confusión general y un estado de perplejidad. Esto hace que no seamos capaces de leer lo que ocurre a nuestro lado o en nosotros mismos, y que quienes dominan en su omnipotencia nos quieren hacer creer que hacen lo correcto, y tienen los Medios a su disposición para obligar a la gran masa a pensar lo mismo. Sólo cuando se forma una inmensa red global de ciudadanos, que presionen a los políticos, burócratas y dueños del poder financiero a cambiar de reglas de juego, el mundo será más humano y estará hecho a la medida del hombre y no éste al servicio de los intereses “fríos del cálculo egoísta” de nuestros gobiernos y financistas.
Registro automático