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El arte de Conversar

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Según el connotado filósofo alemán HANS GEORGE GADAMER, la conversación no es más que una estimulación recíproca de la producción de ideas, una especie de construcción artística en la relación recíproca de la comunicación, y llama dialéctica al arte de preguntar por qué es el arte de llevar una auténtica conversación (VERDAD Y METODO). Mas adelante anota cómo el carácter original de la conversación es la mutua referencia de pregunta y respuesta, y es así, un proceso por el que se busca llegar a un acuerdo. Además anota cómo para llevar una conversación, es necesario en primer lugar que los interlocutores no argumenten en paralelo, y que la primera condición del arte de la conversación es asegurarse de que el interlocutor sigue el paso de uno. Llevar una conversación quiere decir ponerse bajo la dirección del tema sobre el que se orientan los interlocutores, o sea, no aplastar al otro con argumentos sino sopesar realmente el peso objetivo de la opinión contraria.

La dialéctica como arte de llevar una conversación, es al mismo tiempo el arte de mirar juntos en la unidad de una intención, es decir, el arte de formar conceptos como elaboración de lo que se opinaba comúnmente. Lo que caracteriza a la conversación frente a la forma que busca fijar por escrito, es que aquí, el lenguaje en preguntas y respuestas, en el dar y el tomar, aquella comunicación de sentido cuya elaboración como arte es la tarea de la hermenéutica frente a la tradición literaria. Por eso cuando la tarea hermenéutica se concibe como un entrar en diálogo con el texto, es un verdadero recuerdo de lo originario. Este es el sentido ejemplar de los Diálogos de Platón. Y así, lo escrito es recuperado al presente vivo del diálogo cuya realización originaria es siempre preguntar y responder.

Por eso para Gadamer, la correspondencia epistolar representa un interesante fenómeno de transición entre lo oral y lo escrito: es una especie de conversación, en que de algún modo distiende el movimiento del argumentar en paralelo y del ponerse de acuerdo. El arte epistolar consiste en no dejar que la palabra escrita degenere en tratado, sino en mantenerla abierta a la respuesta del corresponsal, pero manteniendo la validez de todo cuanto se dice por escrito. De aquí que como anota, el acortamiento de los plazos postales en los telegramas, ha desfavorecido el arte de escribir cartas.

Según los autores Berger y Luckman, en su libro “La construcción social de la realidad”, el vehículo más importante para el mantenimiento de la realidad es la conversación. Según ellos, la vida cotidiana de un individuo humano, puede considerarse en términos del funcionamiento de un aparato de conversación que incesantemente mantiene, modifica, y reconstruye su realidad subjetiva. La conversación significa sobre todo que la gente se habla entre sí lo cual no niega la rica aura de conversación verbal que rodea al habla; no obstante, el habla mantiene una posición privilegiada en el aparato de conversación total, a pesar de lo cual es importante subrayar que la mayor parte del mantenimiento de la realidad en la conversación es implícita y no explicita. Según esto, la mayoría de las conversaciones tienen como trasfondo un mundo que silenciosamente se da por sentado y por tanto no define con tantas palabras la naturaleza del mundo, Así, cuando en un intercambio conversacional como “bueno”, “es hora de que me vaya a la estación de buses”, y “muy bien querido, que tengas un buen día en la oficina”, implica todo un mundo en el que esas proposiciones tengan sentido. En virtud de tal implicación, dicho intercambio confirma la realidad subjetiva de ese mundo.

De acuerdo con lo anterior, anota M. A. K. Holiday, en su libro, “El lenguaje como semiótica social”, la interpretación social del lenguaje y del significado, se aprecia fácilmente que la mayor parte de la conversación cotidiana, si no lo es toda ella, mantiene la realidad subjetiva. Y su voluminosidad se logra mediante la acumulación y la consistencia de la conversación fortuita, conversación que puede permitir ser fortuita, precisamente porque se refiere a la rutina de un mundo que se da por sentado. La pérdida de la contingencia representa una ruptura en las rutinas, y, cuando menos potencialmente, una amenaza para la realidad que se da por sentada; de ese modo, puede imaginarse el efecto sobre al contingencia de un intercambio como el siguiente: “bueno, es hora de que me vaya a la estación de buses”, “ muy bien, querido, no olvides llevar tu pistola contigo”. Al tiempo que el aparato de conversación mantiene la realidad incesantemente, también la modifica. Se quitan y se agregan palabras, debilitando algunos sectores de lo que todavía se da por sentado y reforzando otros; así, la realidad subjetiva de algo de lo que nunca se habla, llega a ser vacilante: una cosa es participar en un acto sexual embarazoso, otra muy distinta es hablar de él previamente o posteriormente. Por el contrario, la conversación, dibuja firmes contornos en palabras captadas previamente de manera fugaz y confusa. Podemos tener dudas acerca de nuestra religión: esas dudas se hacen reales de maneras enteramente distinta al discutirlas; entonces uno “se habla a si mismo en ellas”: son objetivadas como realidad en nuestra propia conciencia. De manera general, el aparato de conversación mantiene la realidad “hablando” de diversos elementos de experiencia y asignándoles un lugar definido en el mundo real.

La potencia generadora de la conversación queda dada en el hecho de la objetivación lingüística, pues como es bien sabido, el lenguaje objetiva al mundo, transformando el “panta rei”, “todo cambia”, que decía Heráclito, de la experiencia en un orden coherente. En el establecimiento de ese orden, el lenguaje realiza un mundo, en el doble sentido de aprenderlo y de reproducirlo. La conversación es la materialización de esa eficacia realizadora del lenguaje en una situación cara a cara de la existencia individual; en estas la objetivación del lenguaje deviene objetos de conciencia individual. Así, el hecho fundamental del mantenimiento de la realidad es el empleo continuo del inmenso lenguaje para objetivar la experiencia biográfica que se despliega. En el sentido más amplio, todos los que emplean este mismo lenguaje son otredades conservadoras de la realidad. El significado de locuaz se puede diferenciar aún más en términos de lo que se quiere decir con el “lenguaje común”. Desde el lenguaje idiosincrático de grupo de los grupos primarios, pasando por los dialectos regionales o de clase, hasta la comunidad nacional que se define a sí misma en términos de lenguaje.

En resumen, de acuerdo con todo lo que anteriormente se ha dicho, el lenguaje depende sobre todo de la interacción si quiere ser efectivo. Así pues, es el contacto social, el que va enriqueciendo el lenguaje, como es bien sabido por las personas que tienen un amplio contacto poseen un lenguaje más rico, mientras quien se va encerrando en el mutismo de la soledad o en el caso de los niños que tienen pobres interacciones, el lenguaje se ve empobrecido. Otro tanto se puede hablar de los lenguajes de grupos cerrados que crean un mundo propio o conversacional que en tanto no se abran a la riqueza de la experiencia ajena, se va convirtiendo en una jerga ininteligible para otros. De aquí podemos destacar la riqueza del lenguaje que como ningún otro fenómeno humano, posee una variedad como ninguna otra realidad, y de ahí que para autores entre ellos Piaget, sea el fenómeno originario por excelencia del mundo humano.

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