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El psicologo online y la hipnosis

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Supongo que Ud., querido lector que está leyendo este artículo atraído por su título tendrá su mente llena de estereotipos y creencias en torno al tema, como todos.  Sin embargo, no solo no va a encontrar en este texto argumentos a favor de la “hipnosis de espectáculo” sino que encontrará precisamente todo lo contrario. El objetivo de este escrito no es otro que precisamente desmarcar lo que es la hipnosis clínica de la hipnosis circense, para no llevar a engaño a muchas personas que creen que “siendo hipnotizados” pondrán punto y final a sus problemas. Alguien lo resumió bastante bien cuando dijo: “La hipnosis de la TV es una caricatura de la auténtica”. No solo no espero defraudarle con la aclaración de estos malentendidos,   sino todo lo contrario...  ayudarle a conocer científicamente y correctamente qué hay de cierto y qué hay de falso en todo lo relacionado con la hipnosis. Así que, vamos allá.

¿QUÉ ES?

Si bien etimológicamente, el término hipnosis procede del vocablo griego “hypnos” que significa sueño, el significado actual de la palabra poco o nada tiene que ver con el mismo.

Hoy por hoy casi todo el colectivo profesional que hacemos uso de esta técnica parece estar de acuerdo con la definición que propuso la APA (American Psychological Association) que la definió como un “procedimiento durante el cual profesionales de la salud o investigadores sugieren al paciente, o sujeto de la experiencia, cambios en sensaciones, percepciones, pensamientos o conductas”. Es decir, la hipnosis no es un tipo de terapia, es una técnica que puede ser utilizada como facilitador o catalizador de determinadas terapias. Por lo tanto, un primer aspecto que ya debería quedar claro es que nadie puede autodenominarse “hipnotizador , “hipnólogo” o cosas por el estilo ya que no es una disciplina en sí misma, ni mucho menos, si no simplemente una técnica terapéutica más situada en mismo plano que las técnicas de relajación, la entrevista clínica o los autorregistros.

¿EN QUE CONSISTE?

Habiendo ya dejado claro que el tipo de hipnosis al que este artículo se refiere es la hipnosis clínica y teniendo ésta ya acotada como “técnica catalizadora de diferentes terapias” diremos que consiste en la inducción de un estado de relajación profunda para intentar persuadir al paciente o sujeto de la experiencia de efectuar cambios en diferentes aspectos de su conducta. Así por ejemplo, un individuo con problemas de tabaquismo o de bulimia puede ser objeto de ésta técnica con el fin de crear una asociación desagradable con el tabaco o con la comida ingerida fuera de horas. De esta manera, se puede conseguir un “punto de freno” a la hora de que el individuo se encienda un cigarrillo o asalte la nevera de madrugada. Si bien ha de quedar claro que si el individuo quiere fumarse ese cigarrillo o ingerir esas calorías lo hará con absoluta normalidad. No es muy distinto su uso clínico del uso que la hipnosis tiene, por ejemplo, en deportes de élite. Todos hemos visto en las retransmisiones televisivas de atletismo cómo el saltador de altura inicia un protocolo previo al salto con manos en las sienes, visualización de todos los movimientos de la ejecución, etc... que no es otra cosa más que tomar conciencia de todo el entrenamiento previo en imaginación que los atletas llevan a cabo cuando preparan este tipo de competiciones. Evidentemente esto no significa que procederán al salto con éxito, pero sí sirve para ganar autoconfianza en el momento de máxima tensión deportiva. Eso sí, en última instancia, la superación o no del salto dependerá de muchos otros factores. Operativamente proceder a efectuar una sesión de hipnosis clínica supondría atravesar varias fases:

1ª fase

El terapeuta presenta la técnica al paciente o sujeto de la experiencia aclarando conceptos y desterrando mitos acerca de la misma. En esta fase, es de gran utilidad alcanzar un buen nivel de confianza terapeuta-paciente con el fin de desterrar recelos o miedos que pudieran aparecer para el buen desarrollo de la sesión. Al iniciar el procedimiento se persigue alcanzar un grado alto de concentración y la sensación corporal de pesadez. Es escenario ha de ser el apropiado, esto es, la persona ha de estar cómodamente sentada o tumbada con lo ojos cerrados,  con un nivel de ruido ambiente bajo y óptimas condiciones de temperatura y luminosidad.

2ª fase

Con el paciente o sujeto de la experiencia relajado se avanza en el proceso hipnótico con sugerencias por parte del terapeuta, con voz suave y uniforme, que incitan a profundizar más aún en ese relax. En este estadío el individuo puede experimentar la sensación de no movimiento, es decir, si quisiera moverse tendría la sensación de no poder hacerlo aunque en pocos segundos, en cuanto  se activara mínimamente, lo podría hacer con total normalidad.

3ª fase

En esta tercera fase, la relajación ha de ser total y es el momento en el que se lleva a cabo el trabajo encaminado a conseguir el objetivo terapéutico. Por ejemplo, en el caso del tabaquismo o de la bulimia, se intentarían crear asociaciones desagradables con el cigarrillo o con la comida fuera de horas o excesiva. Sugestiones como “imagina que cada calada a un cigarrillo es como inhalar el humo del tubo de escape de un vehículo” o “imagina que ese bocadillo de madrugada que pretendes ingerir está en mal estado o desprende un olor nauseabundo” son el tipo de instrucciones hipnóticas que se facilitan al individuo en esta fase. La repetición de las mismas enriqueciéndolas con el mayor número de detalles posibles (color, textura, olor, sonido, etc...) y el aumento de la intensidad de las asociaciones son lo que hará que aumente la posibilidad de que ese “punto de freno” sea efectivo en estado de plena vigilia. Alcanzar los estados propios de la 1ª y 2ª fase supone relativamente poco tiempo. Casi todo el mundo alcanza ese estado pasados 10 o 20 minutos. En cambio una relajación profunda no todo el mundo es capaz de conseguirla, costando ésta bastante más tiempo. Por ello, es pertinente efectuar lo que se denominan “pruebas de susceptibilidad a la hipnosis” que es un modo rápido y fiable de determinar con quien y con quien no puede ser útil aplicar esta técnica. Estas “pruebas de susceptibilidad” suelen consistir en inducir a la relajación instándole a elevar un brazo “como si de una pluma mecida por el viento se tratase” o a “entrelazar los dedos de ambas manos de manera que imagine que están unidas de un modo macizo como si de un bloque de mármol se tratase”. Los individuos que tras unos minutos reportan que han alcanzo una u otra sensación serían individuos susceptibles de ser hipnotizados clínicamente. Por otra parte, no solo el novelesco y literario péndulo se ha confirmado como bastante ineficaz sino que ésta principalmente se lleva a cabo  con los ojos cerrados y si se prefiere llevar a cabo con los ojos abiertos es mejor inducir a la relajación concentrando la mirada en un punto fijo estático, no dinámico.

MITOS, LEYENDAS Y MALENTENDIDOS

Sin discutir la utilidad que la hipnosis circense, televisiva o de espectáculo tiene a nivel de entretenimiento que sería similar a la utilidad de los espectáculos de magia; lo cierto es que ha terminado por perjudicar bastante el buen uso clínico de ésta técnica siendo necesario dedicar un tiempo en consulta antes de llevarla a cabo para aclarar al paciente que lo que ha visto en televisión no es ni real ni en lo que consiste la hipnosis. En el espectáculo en sí se entremezclan además diferentes factores. El montaje propiamente dicho en el que colaboran algunos sujetos del público que de fracasar la buena marcha del número simularán haber alcanzado trances hipnóticos normalmente cómicos. Pero también es cierto que está presente las ganas de creer en esto que mucha gente tiene y los sujetos capaces de cualquier cosa por exhibirse. Con todo esto en marcha sin duda el resultado entretendría al más pintado.

Mis respectos a los profesionales de este campo del ilusionismo pero, al mismo tiempo, no conviene confundir una cosa con otra.

¿PARA QUE SIRVE?

Circulan todo tipo de aseveraciones al respecto del uso de la técnica hipnótica si bien no hay evidencia experimental y científica de muchas de ellas. En realidad, proporcionar un listado de problemas con los que se ha utilizado alguna vez la hipnosis puede no tener mucho sentido, dado que es una técnica.

Conviene huir de la fascinación o devoción por la técnica. Hace escasos días una persona me planteaba la siguiente consulta vía correo electrónico: “Me gustaría que informaran del tratamiento de la ansiedad con hipnosis”; a lo que le tuve que contestar que es un punto de partida equivocado que un paciente intente sugerir las técnicas terapéuticas al psicólogo. En otra ocasión, una lectora de la revista contactó conmigo por teléfono pidiendo que se le hipnotizara para superar un problema de ataques de ansiedad. En esta ocasión, igualmente, es pertinente hacerle comprender a la persona que quien decide usar una u otra técnica terapéutica siempre ha de ser el profesional de la salud formado para ello. Y, además, que en ningún caso someterse a una sesión de hipnosis implica solucionar tal o cual problema.

Sin duda en ambos ejemplos se observa una clara influencia mediática al respecto del uso de la hipnosis. Influencia mediática que desaprensivos autoinvestidos como mentalistas, hipnotizadores o hipnólogos (recuerdo al lector que, como tal, ese título es absurdo en sí mismo) aprovechan ese río revuelto para sacar tajada económica.

Es en estos casos cuando la hipnosis si puede entrañar algún riesgo para el la estabilidad emocional del sujeto que se somete a esta experiencia más por las creencias con las que acude a consulta y por la nula formación del “oportunista” que por el riesgo de la técnica.

Desde aquí os insto a huir de ese tipo de circuitos y acudir a profesionales acreditados y serios.

UNA REFLEXION FINAL

Quizá haya desilusionado a más de uno poniendo sobre la mesa que la hipnosis circense no es real del mismo modo que el conejo que sale de la chistera ya estaba allí cuando el mago enseña el interior vacío. No por ello hay que restarle mérito al profesional del espectáculo. En realidad, lo tiene. Cuanto más sorprenda el truco y más difícil resulte encontrar una explicación más mérito hay detrás del trabajo del ilusionista. Pero, por otra parte, cuando ese ilusionismo puede inducir a error al respecto de técnicas psicoterapéuticas como la que nos ocupa, modestamente creo que no está de más poner los puntos sobre las íes.

R. Rodriguez

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