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Caos y Cosmos, Orden y Desorden II

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Nuestra primera percepción de la realidad, sea en el infante o en el adulto, es caótica. Así, cuando llegamos a un sitio nuevo, su aparición nos deslumbra de tal forma que no alcanzamos a darle una forma concreta; también los psicólogos señalan cómo el niño se forma una impresión de los objetos como gestalts (figuras) incompletas; y así, el rostro de su madre y de quienes le rodean es más un caos de impresiones que otra cosa: la idea de un orden viene después. Por eso lo más inicial es el caos, que corregido se convierte en orden. Los mitos fueron la primera respuesta a la inquietud del hombre sobre este mundo, y la magia fue la única forma posible de tratar con el azar, ese “dios tremendo que no tiene cara”.

Desde hace unos años ha nacido una ciencia nueva, la Caología, que se encarga de estudiar el desorden, la turbulencia, la desorganización, y hasta lo inesperado. El primer autor que se atrevió a hablar del caos fue Henri Poincaré. Sus temas de estudio no son sólo temas elevados, sino que lo cotidiano es objeto de indagación, y como dice G. Balandier, “para ella, la trivialidad se transforma en misterio”, así por ejemplo, se interesa por el grifo que gotea, el agua de una cascada, el humo del cigarrillo, las nubes; todos estos elementos se caracterizan por ser desordenados o informes, y aún más, fenómenos como el infarto, las crisis epilépticas, el desempleo, han merecido también su atención, pues en vez de ser confusos son tratados como “atraídos por ciertos estados”. Detrás de todo esto se haya la incertidumbre, y su estudio promete muchos logros, pero también cierto dogmatismo al desconocer el papel del orden del viejo cosmos que inauguraron los griegos.

En la física clásica, si bien se introdujo el tema del tiempo, no se distinguía entre pasado y futuro, y esto se debía a que partía de la idea de Dios, y hoy sabemos que ambos tienen papeles distintos en la física, la química, la biología y las ciencias humanas. Tampoco permitía entender la idea de “flecha del tiempo”. Por eso como dice Prigogine, el tiempo es una “paradoja”, y está ligado a las ideas de inestabilidad y caos y a la de los paradigmas evolutivos a partir de la idea de irreversibilidad. La física clásica se basaba en el estudio de la gravitación y del electromagnetismo, y hoy se dan otras formas de interacción, y hasta su unificación. Prigogine plantea además la idea de que la reaparición de la paradoja del tiempo que rompía los fenómenos simétricos, se debe a dos descubrimientos: el primero, las estructuras disipativas, como por ejemplo, la óptica de los rayos láser y la ciudad, que revela el papel creador de los fenómenos irreversibles y de la flecha del tiempo, que contrastan con las estructuras de equilibrio que son estructuras muertas”. Mientras que una ciudad está llena de individuos que establecen relaciones entre ellos y con su medio, suprimidas éstas la ciudad muere como ha ocurrido tantas veces. Estos fenómenos ocurren porque hay un movimiento desordenado incesante, que al recibir flujos de materia y energía, flujos de calor, y químicas.

El segundo descubrimiento es la formación de estructuras estacionarias de no equilibrio que habían sido predichas por Turing. Aquí se plantea el problema de la trayectoria, que puede ser analizada por descripción estadística, y para pasar a las nociones de caos, inestabilidad y probabilidad. Así, la irreversibilidad es una propiedad fundamental, la inestabilidad presente a escala microscópica. Y así el caos, es una descripción probabilística y realista, más cercana que las anteriores. En los sistemas inestables el tiempo entra de manera continua.

El caos nos lleva a unas representaciones estadísticas irreductibles que según Prigogine, es la definición misma del caos y se puede extender a los sistemas cuánticos, “cuya evolución no puede expresarse en términos de función de onda que obedecen a la ecuación de Schrödinger, sino que requieren una definición nueva en términos de probabilidades” (Prigogine).

Integrabilidad e irreversibilidad son problemas estrechamente relacionados, y se demuestra que las resonancias de H. Poincaré tienen un sentido muy profundo, y necesitamos eliminar sus divergencias para resolver la paradoja del tiempo, pues tiene que ver con el problema de la resonancias y las divergencias de la mecánica clásica, pues desde antes se sabía que en el sistema planetario habían resonancias que llevaban a divergencias. Hoy podemos eliminar las divergencias y hacer que el problema sea convergente, lo que resuelve el problema de la irreversibilidad, y las divergencias eran un ideal de la física clásica que buscaba soluciones simétricas en la dirección del tiempo. Las divergencias de Poincaré marcan la barrera entre sistemas dinámicos reversibles y los sistemas disipativos de simetría temporal rota. Eliminar las divergencias de Poincaré es un paso esencial en la resolución de la paradoja del tiempo.

"En las ciencias naturales el ideal era alcanzar la certidumbre, asociada a una descripción determinista”, mientras que las ciencias humanas están dominadas por la noción de incertidumbre; en ambas culturas el manejo del tiempo es distinto; así, el tiempo cósmico es uniforme, por ejemplo, durante cinco minutos, mientras que en el tiempo musical hay aceleraciones, disminuciones de la velocidad, anticipación de temas, etc. Igual, no es lo mismo el tiempo en una persona tranquila que en una que está a la expectativa de algo como empleo, amor, etc. Por eso, el tiempo es nuestra dimensión existencial fundamental, y en él nos apoyamos todos, y es la base de la creatividad de los artistas, filósofos y científicos.

Caos es un concepto claro y sustancial y lleva a la indistinción y a la lucha, vuelve así el viejo Pólemos de Heráclito a instalarse en nuestro mundo. Y como lo dice Thom, “nuestros modelos atribuyen toda morfogénesis a un conflicto, a una lucha entre dos o varios desordenes o varios atractores”. Así, ¿cómo entender la relación Caos- Logos, que según un autor “habla el lenguaje del delirio”. En suma, el caos está subyacente como infraestructura de nuestra Physis y es la transformación de este caos en organización.

Igualmente los soles manifiestan la inseparabilidad de caos y cosmos, y es una máquina que produce átomos pesados, es decir, organización compleja. Con la física de las partículas, o sea, el estudio de las partículas elementales, sabemos que los átomos y los soles “son los dos núcleos duros sobre los que se asienta lo real”. El átomo es un verdadero “hervidero subatómico de electrones, protones, fotones” (René Thom).

De ahí la necesidad de reconciliar un pensamiento que vincule el orden con la estabilidad, a una concepción que rechaza lo irracional y lo imaginario, a fin de realizar a toda costa una sociedad de la razón.

La idea de Cosmos se ha enriquecido hoy con las ayudas tecnológicas, que nos permiten conocer estrellas lejanas, lo más profundo de nuestro planeta y de nuestro cuerpo, pero paradójicamente nuestra estrechez mental y el culto a la tecnología nos impiden ver ese planeta “azul y blando que vieron los astronautas desde el espacio”. De ahí la necesidad de un giro mental o como dice Chopra, una “crisis de percepción” que lleve a superar la visión analítica y fragmentada de la realidad que hemos vivido durante los últimos siglos y que se ha incrementado con el consumismo depredador capitalista.

No nos debemos sólo a nosotros (antropocentrismo), sino a las rocas, los ríos, plantas, animales y al mismo cielo estrellado, como hablan los indios americanos, y lo refleja la Filosofía perenne de todos los pueblos. Es ese saber que no es dominio sino consciencia, saber compartido de todos los individuos. Podemos recordar la imagen de la música del siglo XVII en la que el concierto era un grupo de músicos buscando esa forma armónica, y no unos instrumentos en lucha con otros, como se da hoy día, esa armonía infinita que rige en todo el universo. (Las siete leyes del Caos).

La teoría del caos nos dice que nuestras intervenciones en la naturaleza por obra del hombre, tienen límites y que la naturaleza es como los árboles en los que su red de rizos retro-alimentadores es muy fuerte, pero pueden también colapsar si se abusa de ellos.

En el convulsionado mundo en que vivimos, esa visión totalitaria, es la que ha llevado a que muchos, en especial los jóvenes duden que haya un orden y hasta un sentido de este universo, cuando la verdad es lo contrario. Debemos recuperar esa visión de un universo bio-amigable y no de una lucha de unos contra los demás.

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