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El 68 ¿no se olvida?

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                Cuando hablamos de la educación, el tema nos lleva a pensar en la necesidad del ser humano de acoplarse al medio social en que se desenvuelve, tal vez del deber investigativo acerca de la pertinencia del contenido temático de las asignaturas que se manejan en los distintos niveles de educación, e incluso podríamos llegar a plantear la necesidad de la eliminación total de un sistema añejo y enfermizo que afecta y doblega; más que edifica y propone.

                Es lamentable que la historia en México nos remita a épocas doradas en que numerosos pensadores con buenas intenciones hayan luchado por crear un sistema educativo justo, propositivo, en el que todos los mexicanos fueran realmente iguales, en el que el desarrollo económico, social y cultural pudiera llegar a todos y en el que se conformara un sentimiento nacionalista que antepusiera al país antes que todo.

                Esto contrastando con los aspectos del que ahora somos testigos: noticias alarmantes acerca del rezago educativo de México, debilidades electorales que pueden subsanarse con la compraventa de numerosos votos (aportados por un sindicato que busca conservar un poder del que no hace uso en el fin que debiera ser común a todos los maestros: enseñar con la mejor de las disposiciones y para beneficio de todos los involucrados),  la incompetencia de las autoridades gubernamentales para cumplir con el artículo 3º. Constitucional: "proporcionar a todos los mexicanos la educación básica", si no ya gratuita, al menos con la calidad que se espera de cualquier centro educativo.

                Poco después de lograrse la independencia de México, Valentín Gómez Farías ocupó repetidas veces el poder; debido a las ausencias del presidente Santa Anna, de esta manera impulsó la creación de la Dirección General de Instrucción Pública en 1833, promovió la eliminación de privilegios para la Iglesia y el ejército; promoviendo también la equidad en la educación independientemente de las clases sociales.

                Son muchos los pensadores y gobernantes que contribuyeron con sus ideas de igualdad en la enseñanza, la necesidad de un sistema de impartición de educación gratuita para todos los mexicanos, el hecho de que debía eliminarse el monopolio de la educación que estaba en manos de la Iglesia y que sólo privilegiaba el conocimiento en las clases sociales poderosas. Así, nos encontramos con Maximiliano de Habsburgo y Benito Juárez que, aunque representaban sistemas opuestos de gobierno mantenían firmes ideas liberales para el progreso de México. Gabino Barreda vendría a impulsar el primer sistema educativo para señoritas en el país, permitiendo y favoreciendo también la educación para las mujeres.

                Entre las ideologías que serían el sustento de las corrientes educativas se situaron fuertemente el Positivismo, basado principalmente en el desarrollo del método científico como forma de llegar al conocimiento y el Liberalismo, enfocado más en la libertad de pensamiento. Así hacen su aparición el maestro Justo Sierra y el Dr. José María Luis Mora, que con su ideología liberal marcaron el progreso de la educación hacia el desarrollo de las artes y oficios, y buscando favorecer no sólo el conocimiento científico sino  la formación integral del ser humano. 

                Luego de la creación de la Secretaría de Educación Pública en 1921 encontramos personajes emprendedores como José Vasconcelos; quien en su proyecto contribuyó a la creación de campañas de alfabetización, el Departamento de Escuelas Rurales, las Primarias Foráneas, la Dirección de Misiones Culturales, el Departamento de Enseñanza Primaria y Normal, el Departamento de Enseñanza Técnica, Industrial y Comercial, el Departamento de Psicopedagogía e Higiene y el Departamento de Bibliotecas. Contribuyendo de esta forma al enriquecimiento cultural y social en todos los rincones del país.

                Sin embargo, todos estos logros significaron también derramamiento de sangre en múltiples ocasiones: la lucha por la independencia iniciada en 1810, la revolución mexicana en 1910 significaron para el pueblo de México, que los logros en cualquier ámbito sólo podían ser logrados por imposición y no por diálogo.  Esto generó diversos sentimientos en la propia joven nación: por un lado quienes decidieron acatar a las órdenes de arriba a fin de vivir "en paz", por otro numerosos pensadores que creían firmemente que debían agotarse todas las vías pacíficas de diálogo par lograr la meta y finalmente aquellos a quienes correspondía sustentar el poder que al llegar a tal posición han olvidado cuál era el fin.

              Todavía en 1929 encontramos rasgos revolucionarios, esta vez a manos de estudiantes de la naciente Universidad de México, quienes en un movimiento de huelga y marchas de protesta lograron la autonomía de esta Máxima Casa de Estudios. Y así podríamos mencionar otros movimientos, huelgas, manifestaciones y marchas; siempre encabezados por pensadores que querían un cambio. Años después, los tiempos revolucionarios concluirían con los eventos de 1968, donde la represión del gobierno hacia la población llega a su máxima fuerza y culmina con el acallamiento de cientos de voces que reclamaban el cambio… Pero cambio ¿en qué?

                Hasta el momento seguimos buscando y soñando con un “cambio”. Este cambio pensado en el “bienestar de todos”, sin que realmente llegue a consolidarse como una manifestación solidaria de ver por el bien de todos. En ocasiones este “bien” se convierte en “mi bien”.  Y ya es manifiesto incluso desde el punto de vista de la educación: hace pocos años nos encontramos con el hecho de una nueva decisión gubernamental: eliminar las asignaturas de Educación Cívica y Ética. Sumado a la decisión tomada en 1857 de convertir la educación en una educación laica (desde donde se han adquirido incluso tintes ateos puesto que parece se está en contra de toda educación religiosa), nos enfrentamos con una nueva generación de jóvenes: carentes de principios morales, vacíos desde el punto de vista emocional por carecer también de un apego que es humano a cualquier símbolo sea religioso y no... Más tarde las consecuencias vividas en el país: incremento de violencia intrafamiliar y social, aumento en la tasa de crímenes como no se había tenido precedente, mayor ingreso hospitalario por intentos de suicidio, incremento en la tasa de adolescentes embarazadas, etc. contribuyeron a que algún buen gobernante observara que lo que hacía falta era la formacion ética; y así se reinstalaron las asignaturas perdidas.

                Además de este revés en la educación, actualmente nos enfrentamos a otros múltiples fracasos educativos: rezagos en los temas más básicos como la lectura, escritura y peor aún en la interpretación personal de los textos leídos, el estar generando profesionistas malformados que apenas alcanzan el nivel técnico de otros países, disparidades educativas entre los diferentes centros de educación superior, la alta competencia por desarrollarse en un área académica sobresaturada, entre otros, han contribuido a la conformación de una nación analfabeta; ya no tanto en el índole de la interpretación de los símbolos escritos, sino en la parte afectiva y emocional, si no ¿de qué manera podemos hacer nuestras las palabras y pensamientos escritos y plasmados en papel, si no es a través de la encarnación de las mismas en nuestros propios pensamientos y posteriormente en su reinterpretación y nuevo significado para nosotros y quienes nos rodean?

                Es triste el ver marchar a cientos de jóvenes en distintas ciudades cada 2 de octubre aludiendo a un “no se olvida”, pero desconociendo el por qué de esta frase, aduciendo consignas que han perdido significancia para ellos, la búsqueda de la libertad en la educación ha dado paso a una conformidad y resignación con la misma. El ayer de los grandes maestros y pensadores ha quedado atrás dejando solo una estela de cientos de maestros que requieren de mejorar sus condiciones de vida, en ocasiones teniendo que tomar dos o tres trabajos para sostener a una familia, mientras que su cabeza sindical allana el paso hacia el progreso de la educación nacional y de la calidad de vida de sus agremiados (tanto económica como espiritual), con medidas mediocres y vulgares.

                Seguimos viviendo en un país con sed de grandeza, con hambre de conocimiento, con un espíritu fuerte y valeroso; pero ahora acallado. Recordando la frase del maestro Vasconcelos: “Por mi raza hablará el espíritu”, nos corresponde ahora plantearnos la pregunta como docentes: ¿podemos "despertar ese espíritu dormido" en las generaciones de jóvenes que actualmente acompañamos en su formación académica?.

                Sin duda, alguien debe tomar el control de los pensamientos juveniles, ahora confundidos por muchas preocupaciones; al igual que nos sucedió a nosotros en nuestra juventud. Alguien debe encauzar y guiar estas fuertísimas vidas hacia un camino más provechoso que sólo pasar la vida. Es nuestra responsabilidad ser líderes que despierten inquietudes de conocimiento, de libertad y de descubrimientos mayores en nuestros futuros colegas.  Por esta razón propongo un decálogo de la labor docente, la cual todavía muchos, tenemos la fortuna de ejercer más por amor que por el significado económico:

  1. Vivir con verdad. Puesto que la peor forma de engaño es engañarnos a nosotros mismos, debemos conocer el verdadero significado de lo que hacemos; siendo conscientes de que si podemos decirlo públicamente sin avergonzarnos; estamos hablando con la verdad.
  2. Responsabilidad en mi formación. Como personas adultas, los únicos responsables de educarnos y corregirnos somos nosotros mismos, este principio confiere entonces la total responsabilidad para nosotros mismos; pero también debe ser transmitida a nuestros estudiantes.
  3. Humildad en el servicio. Nuestro deber cívico para con nuestra patria es servir a nuestros congéneres, lo cual sólo podemos lograr cuando nos reconocemos como semejantes.
  4. Generosidad y altruismo. La madre Teresa de Calcuta decía “hay que dar hasta que duela”, con esta consigna podemos comprender que la generosidad no debe poner límites debido a perjuicios internos, y que si todos contribuimos con nuestra generosidad pronto tendremos un cambio total en nuestro país y en nuestro porvenir.
  5. Sentido ético y moral. Así como no hay forma de llegar a un destino si no es a través de un sendero; también el conocimiento requiere de cierta luz que guíe al estudioso cuidando de que no desvíe su rumbo de la claridad y verdad que ofrecen sus propios principios.
  6. La alegría del trabajo. La mejor profesión u oficio es aquella que se ejerce cuando nos divertimos haciéndolo. Cuando nuestro trabajo deja de divertirnos verdaderamente se convierte en una carga.
  7. Comunicación efectiva. Cada estudiante requiere de un trato especial, en ocasiones una técnica puede ser útil para algunos pero difícil o poco clara para otros, por eso debe encontrarse la mejor manera de comunicar a cada uno el mensaje que queremos transmitirles.
  8. Formación crítica. Nuestra principal labor es construir una sociedad pensante, donde nuestros estudiantes se conviertan en profesionistas críticos, analíticos, seres preparados para cuestionar y encontrar mejores soluciones que las previamente marcadas.
  9. Trabajo colaborativo. Debido a la inmensidad de conocimiento que encontramos alrededor, es imposible vivir aislado y conocerlo todo. Es entonces necesario que los nuevos profesionistas comprendiendo este principio, sepan hacerse valiosos en equipos de trabajo donde puedan aprovechar las virtudes de otros y pongan a servicio de los demás sus propios dones.
  10. Tenacidad y perseverancia. La labor docente requiere siempre de investigación, actualización, compromiso con el saber. Estas virtudes deben transmitirse también a los jóvenes para garantizar una sociedad fuerte y propositiva, nuevos sentimientos vigorizantes de un nacionalismo bien entendido como triunfo de las buenas personas que conformamos nuestra tierra.

Universidad del Valle de Atemajac, Plantel Querétaro.

Maestría en Educación

Asignatura: Análisis Sociohistórico de la Educación en México.

Docente: Dr. Ubaldo Chávez Morales

Alumna. Julia Alonso Luna

Clasificación: 2.4 (20 votos)
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