¿Cómo motivar a estudiar?
Motivación es conexión. ¿Nos entendemos? Cuando un muchacho, o cualquier otra persona, no siente apego por lo que se supone que tiene que hacer, ya sea estudiar o trabajar, decimos que está desconectado. Por continuar con el símil eléctrico, podemos decir que la motivación es un enchufe que nos proporciona la corriente necesaria para “funcionar”.
Cuando hablamos de adultos, la operación de enchufar y desenchufar no parece tan clara, tan evidente, porque seguramente estamos hablando de una situación compleja, en la que la falta de motivación tiene causas más profundas. Sin embargo, cuando nos referimos a nuestros pequeños, o a nuestros adolescentes, solemos tener más claro que podemos hacer algo por ellos mediante la motivación, sin tener en cuenta que también puede haber causas profundas para explicar la falta de motivación de los pequeños o de los jóvenes. Muchas veces, el significado de la palabra se nos escapa, o se ha convertido en un lugar común eso de motivar a los niños para el estudio, por ejemplo. Es un enchufe, como digo, y como tal, es un medio para conseguir “corriente”.
En general, podríamos decir que una persona se siente motivada cuando sabe lo que quiere, el peor síntoma de la falta de motivación es el despiste, el no saber qué se quiere. Por eso es tan difícil motivar a los jóvenes, porque no saben lo que quieren, dicho en sentido positivo, no peyorativo. No saben lo que quieren porque son jóvenes, y una de nuestras tareas consiste en “presentarles el mundo”, en dárselo a conocer. Del conocimiento surge la motivación. O debería surgir.
Entonces, volviendo al tema de motivar a estudiar, seguramente deberíamos plantearnos las siguientes preguntas: ¿sabemos cómo “presentar el mundo” a nuestros hijos? Esa motivación, o su falta, de la que tanto hablamos, ¿es una carencia suya o nuestra? ¿Conocemos a nuestros hijos? ¿Conocemos su tipo psicológico? ¿Son extravertidos o introvertidos? ¿Se guían por la lógica o por la intuición? ¿Son más racionales que sentimentales o al revés? ¿Cómo responden a las presiones externas? ¿Cuáles son sus predisposiciones innatas? Podríamos seguir todo el día haciéndonos esta clase de preguntas.
Pero, dependiendo de las respuestas a estas y a otras muchas preguntas, obtendremos el punto de partida para llegar a saber cuál es el “enchufe” que necesitamos para provocar la motivación en los niños, y en nuestros hijos en particular.
En el caso de la motivación al estudio, es evidente que habrá muchachos que respondan a motivaciones de tipo materialista, como el dinero, el poder o la promesa de un futuro de éxito personal. Sin embargo, habrá otro grupo al que esta clase de razonamientos sobre futuribles no les haga ninguna gracia, ni provoque en ellos ninguna sensación de estímulo.
Para el caso de los padres a los que les gusta hablar de futuribles relacionados con el éxito, el dinero y la posición social, será necesario advertirles que motivar no tiene nada que ver con forzar la máquina, tratando de convencer a un muchacho para que estudie una carrera o se busque un trabajo que no va con su forma de ser. Eso solo es una garantía de estrés para el futuro.
Los padres tendemos a creer que nuestros avisos sobre el futuro deberían ser tenidos en cuenta por nuestros hijos. Pero no suele ser así. La motivación no funciona de esa manera. Motivar a estudiar no consiste en avisar sobre el futuro, sino en despertar el interés de los jóvenes ahora, en llamar su atención y provocar en ellos un estímulo lo suficientemente potente como para que perciban esa especie de “corriente” capaz de despertar su interés.
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