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lunes 06 de mayo del 2024
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“LA FORMACIÓN A PARTIR DE LA REFLEXIÓN SOBRE LAS PROPIAS PRÁCTICAS DOCENTES. FUNDAMENTOS Y ACCIONES A REALIZAR”

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“La formación a partir de la reflexión sobre las propias prácticas docentes. Fundamentos y acciones a realizar”

INTRODUCCIÓN

n En este artículo nos proponemos abordar uno de los ejes centrales de la Epistemología de la Educación: “las prácticas docentes”, tanto propias como de nuestros colegas, y reflexionar sobre ellas para aportar ideas con el objetivo de comenzar nuestro camino hacia la  resignificación  y transformación de nuestras prácticas pedagógicas. Nuestra propuesta es válida para todos los educadores y educadoras progresistas de todos los niveles, áreas y asignaturas del sistema educativo que deseen tomar distancia de sus prácticas diarias y hacer una reflexión crítica respecto de ellas,  es decir,  tomar “posición  epistemológica”.

 

DESARROLLO

Consideramos que, para este proceso de resignificación y desde una proyección Freireana, debemos apelar a la coherencia, como la principal virtud de los educadores progresistas, y a la búsqueda de una continua lectura crítica de nuestras propias prácticas docentes; es decir de la realidad que precede a la palabra.  Una  verdadera resignificación de nuestras prácticas se deberá construir entonces sobre los pilares dialécticos, donde la lectura crítica de la realidad precede a la coherencia y donde la coherencia nutre a la palabra y a su lectura. Pensado específicamente en el docente y en la toma de posición epistemológica, el intento de búsqueda de la coherencia acortaría la brecha entre el decir y el hacer dentro del ámbito del aula, y la lectura crítica de la realidad nos aportaría prácticas verdaderamente contextuadas.  

Según nuestras experiencias y prácticas como profesionales de la educación con desempeño en los diferentes niveles del sistema educativo, en distintos ámbitos regionales del país, y luego de haber conversado y reflexionado con nuestros colegas y amigos en la docencia, llegamos a delimitar los siguientes puntos de abordaje: En su gran mayoría, los docentes pertenecen a la generación que fue educada bajo la concepción  de “Educación Bancaria”[1] , según la cual, “el docente imparte conocimientos a los alumnos, cuyos cerebros son como cajas vacías que hay que llenar”. Estos mismos alumnos se ven obligados a mantener una conducta intachable, a respetar el orden y, por sobre todo, a aceptar lo que el o la docente le enseña, sin posibilidad de expresar alguna opinión crítica al respecto. Son educandos pasivos.

Como una consecuencia lógica de haber sido formados bajo esta concepción y  considerando como lógico el hecho de que muchos docentes tienden a enseñar de la formas que a ellos le enseñaron, estos educadores ofrecen a sus alumnos el mismo formato bancario con el que fueron educados, sin detenerse a pensar en que no es posible, de esta forma, “generar conocimientos o aprendizajes verdaderamente significativos”. En primer lugar, porque lo que se quiere enseñar no se “imparte” sino que se “transmite” y, en segundo lugar, porque lo que se “transmite” no son conocimientos sino “información”. El alumno, mediante el procesamiento de la información que recibe, produce su propio conocimiento. Tal como menciona Paulo Freire, “enseñar no es transferir conocimiento, sino crear la posibilidad de producirlo”.[2]    

r r Según nuestra experiencia, vemos que las escuelas están, en general, encuadradas en valores tradicionales y conservadores y,  por lo tanto, son resistentes a los cambios. Observamos en los docentes que desempeñan sus actividades en escuelas con fuertes improntas tradicionales sienten que, de alguna manera también ellos, deberían ser portavoces de la institución y respetar la impronta  con la que se educa en esos establecimientos. Sienten que no pueden, o no deberían, salir del formato institucional preestablecido.

Por el contrario, quienes se atreven a modificarlo, intentando salir del formalismo bancario con el objetivo de generar una educación más libre, acompañando a sus alumnos en el proceso de aprendizaje como “tutores”, “guías”, dándoles oportunidades de auto-reflexión, de expresar libremente sus opiniones, en ocasiones ven coartado su objetivo, por la resistencia que los integrantes de la propia institución educativa ofrecen.

Esto nos lleva a  afirmar que aún perdura un alto porcentaje de docentes arraigados en la visión bancaria, pero se comienzan a vislumbrar cambios a través de docentes que, teniendo la posibilidad de hacerlo, han asumido el objetivo de generar la máxima autonomía en sus alumnos, promoviendo en ellos una apertura crítica que les permita esclarecer sus ideas y tener un pensamiento crítico de la realidad, la sociedad y el mundo en el que viven.

Será imprescindible entonces, para generar cambios significativos, encontrar educadores capaces de intervenir en la transformación, de comprender críticamente la realidad política-social-económica-cultural, para resignificar y transformar los lineamientos que el sistema educativo prescribe. En el camino de todo docente progresista, hay y habrá obstáculos y dificultades para lograr esos cambios profundos que se proponen, pero también deben ser consientes que todo cambio y transformación debe ser paulatina y progresiva, si se quiere lograr el éxito en la tarea.

Esto nos lleva a reflexionar sobre una posible herramienta que tenemos los docentes que estamos a favor de un cambio, y que es la posibilidad de acceder a numerosos  cursos de perfeccionamiento. Pero observamos que si bien la oferta de estos cursos es muy amplia y variada, no encontraremos en ellos “la receta mágica” para nuestro cambio. El eje de nuestra transformación estará entonces en la reflexión continua sobre nuestras propias prácticas docentes. 

También es de destacar que, aunque la mayoría de los docentes con quienes hemos conversado han realizado cursos de perfeccionamiento durante los últimos cinco años, muy pocos han podido revertir su estilo de enseñanza tradicional y, casi ninguno, ha tenido el tiempo necesario para alejarse de sus propias prácticas docentes, realizar una crítica epistemológica o una reflexión continua respecto de sus propias prácticas pedagógicas, como para poder contribuir a una verdadera transformación de la docencia. Un ejemplo es lo que, con mucha razón, decía desde su enorme saber popular el personaje Mafalda: “Lo urgente no nos deja tiempo para lo importante”. Una expresión que consideramos necesaria apelar dado que su vigencia nunca caduca.

Pero hay cierta luz de esperanza en el horizonte: existe en la actualidad un cierto número de docentes que se encuentra altamente capacitado, o en vías de hacerlo, para desempeñar un rol distinto en la sociedad y en el sistema educativo donde se desempeña. Estos docentes están decididos a realizar una transformación profunda en el sistema tradicional, tienen ya  (o están en vías de tenerlo) una alfabetización política[3] y una alfabetización digital[4], como una alternativa para promover la educación y disminuir la brecha digital existente, es decir, desigualdades en el conocimiento, acceso y uso de las nuevas tecnologías.

Podemos observar también, que algunos docentes están comenzando a incorporar las nuevas tecnologías en sus prácticas educativas. Estas “herramientas de información y comunicación” están generando un cambio significativo en la educación que redundará en la transformación de la docencia, ya que el proceso de enseñanza y de aprendizaje mediado por las TIC, son  procesos en los cuales se da un cambio sustancial del rol docente: pasa de ser el “depositario de los conocimientos” a ser quien “transmite información” a sus alumnos mediante el acompañamiento continuo, favoreciendo el auto-aprendizaje y el trabajo colaborativo. Se reemplaza el aprendizaje memorístico por el aprendizaje que se da luego de que el alumno realiza una investigación del tema, trabaja de forma colaborativa con sus compañeros, reflexiona acerca de los contenidos y llega a sus propias conclusiones, es decir, toma una postura crítica. La incorporación de estas nuevas tecnologías en el ámbito educativo estaría instaurando un punto de inflexión en relación con los modos y métodos tradicionales de la enseñanza, ya que el buen uso de las TIC, a través de un educador comprometido, reflexivo y responsable, produce un impacto positivo y un aprendizaje más rico, ya que como consecuencia se dinamizan los procesos de enseñanza y de aprendizaje con propuestas cada vez más interactivas, colaborativas y participativas. Se trata, en esta oportunidad, de educandos activos.

Consideramos importante mencionar entonces que, como educadores, deberíamos intervenir, tomar conciencia y definir cuál es el rol de la educación, para producir la transformación educativa que estamos necesitando; creemos que necesitaríamos más educadores que incidan en el sistema educativo formal accionando a través de las políticas educativas, con claridad política y crítica, desde un sentido realista, para hallar nuevos cambios y producir modificaciones en las prácticas pedagógicas. Desde una mirada crítica consideramos entonces que somos los docentes quienes deberíamos provocar cambios progresivos desde las bases, es decir, en el ámbito del aula, desde allí a la institución educativa, y direccionarlos luego hacia  la comunidad y que, para que esos cambios sean sustentables, deberían darse desde la base, desde la raíz misma donde se origina la necesidad del cambio, para luego trasladarlo a otras esferas. Con bases sólidas, los cambios quedarán arraigados en el seno del aula, en los educandos, quienes serán  los ciudadanos del futuro y, tal vez, educadores y representantes de un nuevo sistema educativo, más libre, más comprometido con las necesidades individuales de los alumnos, más participativo, con propuestas innovadoras y creativas.

Para que nuestra autocrítica se traduzca en cambios reales en nuestra labor diaria, la reflexión sobre nuestras prácticas pedagógicas debe ser continua, debemos tomar distancia  y mantener una alerta crítica permanente, para luego poder rectificar el camino. Solo así lograremos una verdadera y duradera transformación. Consideramos importante volver a la cita de Paulo Freire: “la principal virtud de los educadores y educadoras progresistas es la “coherencia´”[5].

Para que se produzca este cambio, es necesario, en primer lugar, tomar conciencia de nuestra realidad como educadores,  hacer luego una opción ético-política, tomar distancia de la educación tradicional y finalmente comenzar una reflexión sobre nuestras propias prácticas pedagógicas. Recién después surge la exigencia de resignificar y transformar nuestra labor docente, respetando los límites de nuestros educandos, con sus sueños, sus miedos y sus intereses. Los pasos sugeridos para hacerlo serán entonces:

a-Tomar distancia epistemológica de la sociedad y el mundo, de la comunidad educativa inmersa en esa b-sociedad y de la institución en la que trabajamos. Hacer un análisis crítico de nuestras prácticas docentes.

Elaborar estrategias para resignificar y transformar esas prácticas.Esta tarea tendrá dos momentos:

La resignificación y transformación de nuestras relaciones  con la sociedad y las  comunidades educativas.[6] La  resignificación y transformación de nuestras prácticas pedagógicas[7].

Si asumimos un papel crítico y progresista podremos facilitar que nuestros alumnos desarrollen su capacidad de autonomía, autocrítica y, por consiguiente, que ellos también puedan reflexionar sobre la sociedad en la que viven y sobre sus propias prácticas como ciudadanos para poder lograr su  máxima autonomía intelectual.

 

CONCLUSI&Oacut e;N

Lo desarrollado en el presente artículo nos lleva a la siguiente conclusión: un importante porcentaje de docentes no está aún sensibilizado para adoptar una posición epistemológica ya sea por falencias en la formación, porque aún no han tomado la decisión, porque no cuentan con las herramientas analíticas necesarias para la resignificación o porque no encuentran el apoyo institucional como para reconstruir críticamente sus prácticas educativas

Para finalizar, creemos que es necesario luchar para obtener una transformación y para contribuir con el posicionamiento crítico ante la lectura de la realidad y del mundo. La tarea no es es sencilla, pero sin lugar a dudas, es motivante. El valor de la educación, independientemente de la meta, está en el camino y es en ese viaje, donde aprendamos a estimular la creatividad, el talento, la autocrítica, los deseos de cada uno de nuestros alumnos. Tal como mencionó Paulo Freire en una de sus entrevistas, “buscar sumar, en lugar de restar” y “multiplicar, en lugar de dividir”[8].

 

REFERENC IAS

[1]  Según P. Freire “No hay educación ni alfabetización que sea neutral. Toda educación entraña, en sí misma, una intención política… en nuestra condición de educadores educandos del pueblo debemos tener una claridad cada vez mayor acerca de nuestra opción política y estar vigilantes en cuanto a la coherencia entre la opción que proclamamos y la labor que realizamos.” En Paulo Freire: Pedagogía del oprimido , Capítulo II, Buenos Aires, Siglo XXI Editores, 1972

[2] Paulo Freire: Pedagogía de la Autonomía , Sao Paulo, Editorial Paz e Terra. S.A., 2004

[3]Según Paulo Freire “Como educadores y educadoras somos políticos, hacemos política hacemos política al hacer educación” es Dialogo con Paulo Freire sobre la Dimensión política de la educación http://www.youtube.com/watch?v=5TJi1UW9Q2I

[4] Respecto de la Alfabetización digital  necesaria para desterrar la existente brecha digital: en la Cumbre Mundial sobre la Sociedad de la Información (CMSI)  en Ginebra, diciembre de 2003 y en Túnez, noviembre de 2005 en dónde se definió a la brecha digital como el espacio que “…separa los que están conectados a la revolución digital de las TICs de los que no tienen acceso a los beneficios de las nuevas tecnologías. Esta brecha se produce tanto a través de las fronteras internacionales como dentro de las comunidades y como consecuencia los individuos quedan de uno u otro lado de las barreras económicas y de conocimientos…”.

[5]  Paulo Freire coloca la virtud de la coherencia, es decir, de la congruencia entre lo que se dice y lo que se hace. Esta debería ser una virtud básica de todo educador. No puede existir contradicción alguna entre lo que predica en el aula a sus alumnos y su conducta personal, so pena de caer en la hipocresía y la inautenticidad. La falta de coherencia haría perder toda la legitimidad a su discurso docente y lo transformaría en simples palabras huecas. Y el primero en advertirlo sería, seguramente, el alumno. “Yo no puedo, dijo Freire, proclamar mi opción por una sociedad justa, participativa y, al mismo tiempo, rechazar a un alumno que tiene una visión crítica de mí como profesor”. En su presentación del  viernes 21 de junio de 1985 en el  Centro Cultural General San Martín de Bs.As. Argentina sobre “Las virtudes del educador comprometido”

[6] Consideramos que es importante mirar de manera crítica la sociedad y el mundo en el que vivimos, porque es allí donde encontramos los condicionamientos como ciudadanos y como docentes que trabajamos en instituciones educativas que, naturalmente, están insertas en esa sociedad y, en consecuencia, se impregnan de sus características propias. Está en nosotros entonces hacer una reflexión crítica de esa realidad social, participar como ciudadanos socio-políticos y contar con una alfabetización política para trabajar en pos de un cambio social y así poder ayudar a nuestros educandos.

[7] La mayoría de los docentes que integran las comunidades educativas, pertenecen a una cultura tradicional, bancarizada, con ideas político-ideológicas tradicionales y conservadoras y muchos de ellos son resistentes a los cambios. Por eso, como educadores, debemos tener en claro cuál es su relación con la institución educativa en la que se desempeñan y cuál es el nivel de adhesión a los valores que en ella se imparten.

[8] P.Freire: Su Filosofía educativa en “Las siete Miradas” Mihttp://www. youtube.com/ watch?v= pmcGbbmBr1I

 

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Acerca del autor

Alicia R.Padín, Victoria Camperi y Pablo A. Calvo

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