Jalisco Mocho a Ratos
Jalisco es uno de los estados más importantes en la República Mexicana en diversos sectores como lo son el económico, político, social y sin duda religioso. Es bien sabido, por lo menos para los habitantes del estado, que en Jalisco, existe un gran sentimiento religioso hacia el catolicismo, lo que se hace presente en nuestra vida diaria. Lo podemos ver desde las primeras horas del día cuando el comerciante toma sus primeras monedas y se persina a manera de agradecimiento, hasta las frases de alivio como “Gracias a Dios es viernes” o “Si Dios quiere”. Claro que estas expresiones por sí solas no demuestran lo apegado de la gente a la religión. Las largas procesiones a lugares distantes, caracterizadas por las mandas de los fieles, son uno de los principales rasgos que definen la religiosidad del jalisciense, siendo la romería la mayor de ellas. Las procesiones a San Juan de los Lagos y a Talpa son otras muestras de la fe del jalisciense. Sin embargo, estos ejemplos son puntos radicales, si es que se puede decir así, ya que en la vida cotidiana es muy poca la gente que practica su religión a diario y no únicamente los domingos de 6 a 7 pm si es que no se atraviesa un buen partido de futbol, o al menos esa es mi percepción. Estas expresiones de fe son la viva muestra de que en nuestro estado tenemos una cultura netamente religiosa que es difícil negar.
Se podría caer en el error de pensar que Jalisco es mocho (término dado a las personas, sobre todo a los hombres, que se destacan por ser muy dedicados a la religión) debido a estas manifestaciones, pero la verdad es que simplemente se queda en un estatus religioso. Las procesiones y actos de fe mencionados ocurren esporádicamente cada año pero sólo es necesario un día para hacer sentir el fervor y la pasión hacia el catolicismo. En dichos días del año es cuando las personas normalmente religiosas terminan mochos en sus procesiones, y no por el hecho de que el cansancio afecte su integridad física, sino porque específicamente durante ese trayecto acompañado de cantos, oraciones y alabanzas elevan su fervor a su máximo punto y no dejan que nada les impida llegar a su objetivo: agradecerle a su patrona por algún favor recibido o simplemente venerarla.
¿Qué seria de un pueblo mocho a ratos sin un gobernador de igual calibre? Emilio González Márquez se ha caracterizado por brindar apoyo en más de una vez a la iglesia católica. Este no parecería ser problema si el apoyo fuera equitativo a otros cultos, pero es bastante obvia la preferencia del gobernador hacia la iglesia católica. Como ejemplo, la donación de cerca de 90 millones de pesos del erario público en apoyo a la construcción del Santuario de los Mártires, recinto dedicado a los participantes de la Guerra Cristera y promovido por el cardenal Juan Sandoval Íñiguez. El donativo fue realizado bajo la excusa de promover el turismo religioso, pero a fin de cuentas, la iglesia católica decidió rechazar el donativo para apaciguar las críticas. Por un lado, si la mayoría de la gente hubiera estado de acuerdo con este acto, podríamos afirmar que los jaliscienses somos profundamente religiosos, casi mochos, pero al tener a la sociedad dividida, sólo podemos decir que nos quedamos con el mote de religiosos y cómo no hacerlo cuando existen otras prioridades fundamentales que atender.
Este no ha sido el único acto que ha desatado polémica entre la sociedad, otras cifras como 30 millones para la “Ruta del Peregrino”, 1 millón para el templo de Yahualica, 15 millones para el Banco Diocesano de Alimentos y 800 mil pesos en figuras navideñas donadas al Vaticano que suman en total 136.8 millones de pesos en donaciones (Bautista), hacen pensar que el gobernador o tiene un complejo mocho o simplemente busca la popularidad mediante un pacto con la religión. Si fuera lo primero, en un Estado en donde se supone la separación con la iglesia ¿con qué cara acepta los donativos dicha institución, sabiendo que el dinero viene del erario público? Y ¿Con qué derecho el gobernador promueve dichos donativos? Si fuera lo segundo, simplemente el acto quedaría en una estrategia fallida para ganar popularidad, que trata de aprovecharse de la verdadera religiosidad del pueblo.
Siendo una persona que se considera como católica pasiva a ratos, veo a la sociedad jalisciense con un aire de alta religiosidad pero que sólo llega al extremo durante ciertas épocas del año en las que los llantos y el cansancio parecen ser sinónimos de fervor y lealtad, pero cabe señalar que este fenómeno no es exclusivo del estado, es un denominador común en todo el país. Herencia dejada por nuestros conquistadores y alimentada por nuestras tradiciones, el culto religioso de nuestro país es parte de nuestra cultura y como buenos mexicanos que somos, nos acordamos de ello por lo menos una vez al año y lo celebramos hasta el grado de caer en puntos extremos.
Sin duda Jalisco ha sido, es y seguirá siendo, por lo menos en un futuro inmediato, un pueblo religioso con sus esporádicos días mochos y dichos aspectos ya forman parte de nuestra identidad como pueblo, identidad que nos hace ser distintos a otras regiones tanto de nuestro México como de las demás culturas y siendo este un mundo cada vez más globalizado, es importante por lo menos tratar de conservar aquellos rasgos que nos separen de los demás, al fin y al cabo, Jalisco se convierte en “Mochilandia” de vez en cuando y debemos sacarle todo el provecho que podamos.
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