Democracia y Ciudadanía

Democracia y ciudadanía, dos conceptos de los que escuchamos casi a diario y los damos por entendido, pero en realidad, ¿Qué implican estos conceptos en nuestra vida en sociedad? En los últimos tiempos se nos ha bombardeado con campañas para hacernos creer que vivimos en una democracia plural y participativa. Mi percepción es que dicha democracia tal y como nos la pintan no existe. Los “ciudadanos” reconocen que los responsables de promulgar leyes y reformas que permitan resolver problemas son nuestros representantes políticos, que no tardan en salir a las calles a hacerse propaganda en tiempos de elecciones pero se esconden en sus curules o en sus sillas de poder una vez que adquieren el voto popular. En una democracia ideal, toda persona tendría el derecho a opinar y participar en la toma de decisiones que afecten a la sociedad, sin embargo, debido a que esto es imposible se recurre a una democracia representativa. Al decir representativa, me refiero a que una sola persona es capaz de opinar por un colectivo, pero de ninguna manera dicha opinión comulga con el pensar del grupo que “representa”. Por otro lado, nos hacemos llamar ciudadanos por el hecho de tener una credencial que lo único que demuestra es la mayoría de edad pero no garantiza el ejercicio pleno del ciudadano. El término ciudadano se refería en un inicio a la persona con aptitudes para defender su ciudad. Si este término se aplicara en nuestra actualidad, estaríamos asumiendo que todos los que poseemos la credencial de elector somos capaces de proteger nuestros intereses y luchar por ello. Esto es totalmente posible. No estoy diciendo que todos tengamos entrenamiento militar para ser capaces de enfrentar una batalla, pero sí capaces de tener una opinión válida y que sea tomada en cuenta. Esto tampoco sucede y es por eso que podemos decir que vivimos en una democracia de votantes pero no de ciudadanos. Por si esto fuera poco, la mayoría de los candidatos por los cuales podemos votar son personas que carecen de ideas y proyectos reales para resolver problemas sociales y esto lo reflejan desde el momento en el que lanzan sus campañas, sólo hay que recordar el último proceso electoral caracterizado por la falta de propuestas reales. Las campañas electorales se basan más en buscar votos mediante la subsidiariedad y la benevolencia, prometiendo cosas irreales ó hablando mal de sus adversarios para que estos queden mal con los votantes. Lo peor sucede cuando estos candidatos ganan las elecciones y todas las promesas de campaña que se quedan eso; promesas. La mayoría de los mexicanos hemos sentido constantemente esta decepción, al ver a estos candidatos que nos dan la espalda una vez que llegan al poder. Esta decepción cada día va creciendo acompañado de un descontento social pero al mismo tiempo con un desalentador aire de conformismo, pues qué le vamos a hacer. Entonces, si los candidatos que aspiran al poder sólo inspiran decepción y cada vez sentimos que ese cambio nunca llegará, cómo podemos sacar a México de esta situación en donde no se ve ninguna salida y nos conformamos con lo que tenemos. La respuesta es que debemos formar verdaderos ciudadanos mexicanos, capaces de ver por nuestra comunidad y no esperar a que un político venga y logre ese cambio. El famoso cambio se debe de dar en todos los aspectos y comienza desde la forma en que actuamos diario. Si los políticos no quieren ver por el bien común de la sociedad, es necesario que nosotros si veamos por ese bien común y es ahí donde debemos fomentar la ciudadanía activa. Basta de actitudes y de comentarios que a veces decimos los mismos ciudadanos acerca que no se puede cambiar a la gente, que es imposible que todos vean por los demás, que las personas solo ven por ellas mismas y no les importa para nada los demás. Es indispensable que cada uno vea por los demás y esto inicia con educación cívica; desde separar la basura, ahorrar agua, tirar la basura en su lugar, manejar de forma adecuada, respetar lugares de estacionamiento para personas con capacidades diferentes, no dar mordidas, etc.. pero también exigir el respeto activo y cumplimiento a las normas por parte de los demás. Una vez logrado esto nuestros representantes realmente nos representarán tanto en cantidad como en ideología ya que la sociedad estaría generando una nueva clase de políticos, políticos ciudadanos comprometidos con su sociedad y no el político actual caracterizado por la ambición de poder, urgido de votos pero carente de propuestas. El cambio no será inmediato, tendrían que pasar al menos dos generaciones más para ver reflejada dicha actitud pero de igual manera podremos garantizar a nuestras generaciones futuras un mejor desarrollo y equidad. Es entonces que si un partido político promoviera candidatos como los que tenemos hoy en día, la gente simplemente los rechazaría de manera natural y con repudio. Si nosotros somos mejores ciudadanos, los candidatos, por consecuencia, tienen que ser mejores políticos y personas, ya que un candidato como la mayoría de los que tenemos hoy en día no podrá con las exigencias de un pueblo que ha logrado el cambio por si mismo. El cambio debe comenzar y somos nosotros los que lo debemos promover. Surgirán comentarios acerca que es difícil sacar a todos las personas que están dentro de la política mexicana sólo para satisfacer sus propios intereses personales, pero si optamos por el cambio, las generaciones futuras podrán gozar de los beneficios de una democracia ciudadana. Crear una democracia de ciudadanos y no de votantes es el gran reto que tenemos y debemos estar conscientes de que sólo nosotros somos los responsables de dicho cambio.