Revolución 2.0.
“Estamos viviendo un tira y afloja para ver con cuánto es capaz de conformarse la gente, hasta qué punto acepta una reducción de su nivel de vida para que las élites puedan mantener el suyo”Eric McCormack.
Europa Occidental lleva casi 70 años de paz ininterrumpida. Inmersa en una revolución social y tecnológica que nos ha llevado de sueños nazis y comunistas a fuertes democracias basadas en el Estado del bienestar. Hemos vivido décadas de experimentación social, de avances científicos y de crecimiento económico pero, al final del camino, cuando casi soñábamos con poder vivir en paz, ahí estaban los de siempre.
El comunismo fue derrotado en la Guerra Fría, pero el enemigo silencioso al otro lado del telón de acero era sólo uno de los dos fantasmas que lucharon a vida o muerte en la segunda mitad del siglo XX. El capitalismo, superviviente de aquellos días, no por la bondad de sus tesis sino por la eficacia de su praxis, engorda ahora en el retiro. Sin enemigos.
Un país occidental, cualquiera de la Unión Europea, puede servir de ejemplo: desarrollado tecnológicamente, con un largo bagaje cultural y social, tiene hoy recursos más que de sobra para mantener a toda su población en una cómoda clase media. Luego, la igualdad de oportunidades, el esfuerzo personal y la propia ambición deberían matizar la posición exacta de cada cual, siempre dentro de unos niveles razonables, sin abismos sociales y protegidos por lo que antes se llamó Welfare, y de lo que ahora no quedan ni las espinas. Pero un país lleno de hombres y mujeres dispuestos a trabajar, con los recursos naturales y la tecnología de la que disponemos actualmente no puede ser un país pobre. Alguien ha metido la mano más de lo que podía disimular y ahora todo se cae a pedazos.
No hace falta hilar muy fino ni adentrarse en complejas teorías políticas sobre cómo funciona el sistema. Marx lo analizó correctamente y, estemos de acuerdo con él o no en otras cosas, podemos servirnos perfectamente de su análisis. Desde que el hombre primitivo descubrió la agricultura y empezó a acumular excedentes, descubrió también que, por la fuerza, uno o varios de esos hombres podían adueñarse de los excedentes y usarlos en su beneficio. Así nació el concepto de Poder, y el resto de la historia de la humanidad es una batalla por disponer de él, por conseguirlo y disfrutarlo, por mantenerlo y, por último, el drama de perderlo.
En el Siglo XIX, tras soportar cientos de años de dominación del hombre sobre el hombre, primero unos pocos y luego muchos otros, se dieron cuenta del poder de la colectividad. La conciencia colectiva domó a ese feroz animal que era el capitalismo liberal de la post-revolución Industrial y así se sucedieron doscientos años de batalla, todos empujando en una misma dirección, luchando por lo que hoy tenemos y que demasiadas veces ignoramos, dándolo por sentado. Al resultado de aquello algunos le llaman democracia, libertad, o participación, otros, más humildes, dijeron que por fin se le había puesto límite al Poder, que estaba lo suficientemente controlado como para poder hacer la vida soportable.
Cormack lo dice ahora, pero Orwell ya lo dijo antes, ¿Cuánto estamos dispuestos a perder? ¿Y en nombre de qué nos lo vamos a dejar arrebatar? ¿Terrorismo? ¿Seguridad? ¿Economía? El poder público ha vuelto a ser una Oligarquía, ya no necesita un líder carismático ni un dictador, se basa en nuestra indiferencia por los asuntos políticos y se nutre de sus propias bases para perpetuarse. El ciudadano, al que antes adulaban, ya no es más que una comparsa al que hay que engañar cada 4 años para que vote (da igual a quién) y legitime el sistema, y si no vota que al menos tolere la farsa.
Hace casi cuarenta años inventamos una Democracia en este país. Ahora unos pocos han descubierto cómo funciona y la usan para sus propios fines, crecen y se alimentan en ella, ejercen el poder por el mero placer de hacerlo.
Varios autores trataron el tema del contrato social. De entre ellos, Hobbes describió al hombre como un lobo que devora a otros hombres, y al que únicamente el miedo a ser devorado a su vez por otros lobos, le lleva a ceder su cuota de poder, a crear y mantener un sistema político que regule la convivencia.
Nuestros políticos ya no nos temen, creen tener la fuerza suficiente para engañarnos y, si no, reprimirnos. Pero el mundo cambia y esta generación tiene armas nuevas, la vida es casi virtual, al menos una parte importante de ella. Y en esta segunda vida muchos hemos perdido el miedo y la vergüenza a manifestarnos, tenemos la fuerza y los medios, la red arde a cada provocación y sólo será cuestión de tiempo que acabe estallando. El potencial de un internauta cabreado ya se ha dejado notar en la primavera árabe, el contagio entre países es masivo e instantáneo, las ideas se propagan como nunca soñaron en la Revolución Francesa, quizás hagan falta algunos líderes, pero nadie es imprescindible y a la vez todos somos necesarios. Es hora de que el lobo en que nos hemos convertido empiece también a enseñar los dientes. Es hora de preparar los fuegos artificiales, el Hombre tiene otra cita con la historia. Podemos defender nuestra democracia o inventarnos una nueva, pero nunca dejar que nos la roben.
http://hombresgrises.org
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