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Adicción al alcohol, qué es y cómo vencerlo

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El alcoholismo es una condición de dependencia física y psíquica del consumo de bebidas alcohólicas.

Los criterios que indican si hay dependencia del alcohol (o de cualquier otra droga) se centran en:

1. Patrón patológico de uso: consumo habitual, dificultad para dejar o disminuir el consumo de alcohol con intentos de abstinencia fracasados, y la necesidad de beber antes de empezar cualquier actividad. El alcohol es una preocupación habitual. El enfermo alcohólico se da cuenta de que el alcohol le provoca importantes daños físicos y serias consecuencias (retirada del carnet de conducir, pérdida de memoria, amnesia de lo ocurrido anoche: ¿dónde estuve y con quién?, ¿dónde dejé mi coche?, ¿cómo me hice esta herida?), pero aun así no deja de beber.

2. Deterioro de la actividad: empieza con episodios de embriaguez en los que, en vez de euforia, hay agresividad e irritación. Pierde interés por las cosas. El alcohol lo utiliza con un objetivo diferente al placer de saborearlo, por ejemplo para disminuir la ansiedad o para vencer la timidez. Se encuentra incómodo en lugares donde no hay alcohol. Esconde reservas de bebida en casa y le cuesta hablar de su problema. Evita a su familia y amigos.

3. Dependencia: incluye dos propiedades; la primera es el aumento de la tolerancia al alcohol por la habituación del organismo (necesita más cantidad para lograr el mismo efecto); y la segunda es el síndrome de abstinencia (desasosiego o ansiedad ante la falta de alcohol, con temblores de manos y malestar general). Bebe por la mañana.

Sobre las personas predispuestas al alcoholismo hay dos tipos preferentes:

1. El tímido, con sentimientos de inferioridad y gran dificultad para las relaciones interpersonales. Necesitan afecto y ser valorados por los demás, pero no saben cómo conseguirlo sin la ayuda del alcohol, que bajo sus efectos adquieren la suficiente confianza en sí mismos como para atreverse a actuar venciendo su timidez.

2. El tipo opuesto es el sociable, que llega al alcoholismo por otro camino. Son personas activas, simpáticas y habladoras que van perdiendo su inhibición y autocrítica consumiendo alcohol mientras interactúan con los demás, convirtiéndose en bebedores excesivos creyendo que no les perjudica o que es parte de su trabajo (comerciales, periodistas, embajadores…).

El alcohol produce calorías que, aunque no son de buena calidad, aportan energía y disminuye la percepción del nivel de cansancio. Pero esas calorías no pueden ser utilizadas eficientemente porque embotan el sistema nervioso central, donde actúan como un depresivo. Aunque la ingestión de alcohol produce una desinhibición de las emociones, también produce una disminución del autocontrol que lleva a consumir más alcohol.

Una relación patológica con el alcohol, singular y diferente a las demás, es la dipsomanía: individuos aparentemente normales de mediana edad que realmente no son bebedores habituales, incluso no les gusta el alcohol, pero entran en episodios ocasionales en los que empiezan a beber y ya no pueden parar (generalmente consumiendo la misma bebida). Dejan de comer, de dormir y no hacen otra cosa que seguir bebiendo, hasta que caen rendidos en cualquier sitio al cabo de dos o tres días. Duermen profundamente hasta que se despiertan en algún lugar con amnesia total de lo ocurrido.

Cuando se dan cuenta de que han caído de nuevo, y al enterarse por los demás, o por deducciones propias, de los errores cometidos, estas personas entran en una situación de dolor moral, desconsuelo y arrepentimiento al comprobar que no son capaces de superar esos episodios que aborrecen. Durante la posterior fase de abstinencia se esfuerzan por recuperar su reputación perdida…, hasta que en cualquier día futuro surge la típica disforia, una alteración del estado de ánimo que anticipa en poco tiempo el consumo de la primera copa, tras la que ya no pueden parar de beber y repetir los mismos episodios anteriores. Es, quizá, la forma de vinculación patológica con el alcohol más injusta y dolorosa.

El exceso de alcohol provoca trastornos del comportamiento; el alcoholismo crónico ocasiona alteraciones de la conducta, con irritabilidad, falta de atención, trastornos de la memoria (con amnesias de lo ocurrido la noche anterior), disminución de la inteligencia e indiferencia moral.

El alcohol también provoca daños orgánicos significativos, cuyos síntomas empiezan a manifestarse como gastritis (inapetencia), colitis (diarrea) y daños en el hígado, que con el tiempo puede causar cirrosis hepática (formación grave de cicatrices en el hígado que dificultan su funcionamiento). También el páncreas (el que dota de insulina al cuerpo) se ve afectado, aumentando el riesgo de diabetes.

La inapetencia, agravada por el tipo de vida del bebedor y una defectuosa absorción intestinal, provoca insuficiencia alimenticia; la carencia vitamínica del grupo B provoca más trastornos físicos y psíquicos que la propia ingesta de alcohol.

Hay un principio generalmente aceptado: un consumo moderado de alcohol no produce daños significativos, mientras que un consumo excesivo provoca, casi siempre, graves daños (corporales y mentales).

PROCESO TERAPÉUTICO PARA SUPERAR LA DEPENDENCIA

Ante la diversidad de factores que empujan al alcoholismo, se hace necesario recurrir a diferentes tratamientos individuales mediante un enfoque bio-psico-social que trabaje sobre las causas que han determinado la conducta alcohólica.

Desde el punto de vista biológico la primera intervención de desintoxicación, de deshabituación al alcohol, se puede producir mediante fármacos que provocan una intolerancia artificial al alcohol, reduciendo el deseo de beber.

Inmediatamente después es necesaria una intervención psico-social que determine los aspectos socioambientales que hayan favorecido la habituación alcohólica, con psicoterapias dirigidas a desarrollar y mantener la motivación del paciente para evitar recaer en la bebida; para ello se implica a su entorno más cercano, especialmente a la familia, que motiva al paciente a involucrarse en el tratamiento y aceptarlo.

Las técnicas cognitivo-conductuales (técnicas de autocontrol, prevención de recaídas, desensibilización sistemática, entrenamiento en habilidades sociales…) se han demostrado eficaces en el tratamiento del alcoholismo (junto con la intervención farmacológica cuando se requiera).

La terapia cognitivo-conductual trata de analizar e identificar los pensamientos y comportamientos que pueden conducir al consumo de alcohol, para después poder modificar estas creencias y conductas por otras más adecuadas y positivas; por ejemplo se puede asociar mentalmente el consumo de alcohol con consecuencias desagradables o negativas (remordimientos por actuaciones inconvenientes, incapacidad de trabajar sin beber, deterioro de las relaciones familiares…).

El alcohólico, con el apoyo de un terapeuta y de su familia, debe reflexionar sobre unas pocas ideas esenciales: “Eres enfermo alcohólico”. “El alcohol te domina, es más fuerte que tú”. “Sé consciente de los daños que el alcohol provoca en tu entorno y tu salud”. “Trabaja sobre todas las situaciones que te llevan a beber”. “Puedes aprender a controlar tus emociones”.

Las psicoterapias de grupo han demostrado ser muy útiles, puesto que el paciente puede comprobar que no está solo al identificarse con otros que tienen el mismo problema, llegando a comprender que es un trastorno social más o menos habitual y accediendo a diversas estrategias para evitar recaídas.

El alcohólico, al igual que el diabético, necesita un régimen de vida nuevo que acepte su enfermedad como una singularidad de su organismo, sin quejas ni reproches por estar afectado de una enfermedad. No se sabe por qué ciertas personas se convierten en alcohólicas y otras no.

Si se reconociera el alcoholismo como una enfermedad con la misma consideración que la diabetes o la miopía, por ejemplo, sería más aceptable socialmente y menos traumática y vergonzosa para la persona enferma.

Ninguna persona desea ser alcohólica; nadie desea sufrir.

Autor: Iñaki Kabato, colaborador del Centro

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Acerca del autor

Autor: equipo de psicologos en Madrid de Psicoadapta

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