Intolerancia
Hay personas que presentan (está en los genes) tendencia a encolerizarse con facilidad. Ha sido posible por los investigadores del comportamiento humano determinar la transmisión hereditaria de la ira de padre y madre a hijos(as), aún cuando no han sido criados por sus padres biológicos.
Las enfermedades terminales o no, lesiones cerebrales, alguna discapacidad, fatiga, síndrome menstrual, pubertad y adolescencia, síntomas peri-menopáusicos, menopausia, andropausia, cúmulo de fracasos, suelen exacerbar aún más la intolerancia en muchas personas, tornándose violentas, incontrolables e intratables, las personas intolerantes siempre culpan a un tercero.
Suele manifestarse la ira cuando “algo” frustra el deseo, en contra de lo que sea y contra quien sea, en algunos casos se identifica la causa o la persona; Cuando alguien genera daño a la salud personal o de un ser querido, a la autoestima, al bienestar, a la realización personal.
La intolerancia se desarrolla en un medio en el que la ira o la hostilidad se permiten y se manifiestan a flor de piel, se remarcan, se presentan como modelo de relación, dando y exigiendo así el trato y recompensándolo, incluso castigando actitudes tolerantes o comprensivas.
Un niño emocional y físicamente maltratado acumula una ira intensa que esta dirigida en primera instancia hacia la persona que lo maltrata y a otras con características similares. Los niños violentados por su madre, en la etapa adulta llegan a presentar misoginia. Los agredidos por el padre tendrán problemas con figuras de autoridad y más.
Intolerante e intransigente son sinónimos, pero el intolerante es incapaz de aceptar que otros tengan ideas contrarias a las suyas, y si así es, las combate abiertamente, el intransigente no cede ni a las más mínimas exigencias de los demás. El intolerante tiende a defender fanáticamente sus ideas, el intransigente no cede ante las pretensiones de los demás, por insignificantes que sean. El intolerante puede ser magnánimo con los que piensan como él. El intransigente es mezquino porque teme perder su autoridad si cede en lo más mínimo.
El intransigente puede ser firme en su postura cuando se trata de defender ciertos principios, se defiende frente a las exigencias de los demás, el intolerante combate activamente a los que creen que son “disidentes”.
Para ser autoritario hay que tener poder, autoridad o mando. El autoritario es el que ejerce el poder sin limitaciones, es decir, de forma intransigente e intolerante.
Es intolerante el que no admite ideas o acciones distintas a sus principios: es intransigente el intolerante incapaz de acomodarse mínimamente a necesidades y deseos de otros; es fanático el que defiende con ahínco y apasionamiento desmedido sus creencias o ideas, sobre todo religiosas y políticas, el testarudo se aferra más de lo prudente a sus opiniones; el terco es, además, irreductible.
El poder es la capacidad para decidir sobretodo lo que esta al alcance y los demás; el mando es el ejercicio del poder; la autoridad es la facultad derivada del ejercicio del poder; la dirección es el proceso de gobierno de una institución (familia, escuela, empresa, organizaciones sociales), estado o país; el dominio es el poder que se ejerce sobre los sujetos a él; el Gobierno es la dirección de un Estado.
EL ODIO Y LA INTOLERANCIA
Elie Wiesel, dice que la intolerancia no solo es el vil instrumento del enemigo, sino que ella es el enemigo mismo, puesto que niega las amplias posibilidades de comunicación que ofrece el lenguaje. Cuando el lenguaje fracasa, entra en acción la violencia. La violencia es el lenguaje de quienes han perdido las palabras, y es también la forma como se expresa la intolerancia, donde germina el odio. El odio es irracional, impulsivo, implacable; sus tenebrosos poderes apelan a lo que hay de destructivo en el hombre. Odiar es encender el fuego destructor de la guerra en toda relación humana.
¿Cómo se puede combatir la intolerancia? No contemporizando con ella, no cayendo en el juego de la persona intolerante, hay que denunciarla, desenmascararla, rechazarla, repudiarla, excluirla de toda relación humana y por ende de la sociedad, porque la intolerancia incita al odio y se sitúa en el umbral del odio.
Humberto Eco, nos dice que: “la intolerancia más peligrosa es siempre la que nace de impulsos elementales” como la envidia, angurria, el lucro, la mentira y el odio.
Si usted, se identifica con algunos de los párrafos, está compartiendo su vida con una persona intolerante, desea darle un cambio a su relación con los demás, atrévase a consultar con un profesional de la salud psicológica, su vida cambiará para siempre.
Psic.Sex. Alicia Vega Álvarez
Tels: 183-12-50 y 51
www.sexualidadypsicologia.com
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