Maltrato Laboral
La empresa se ha convertido en una productora importante de trastornos emocionales.En los últimos dos años, una cuarta parte de los adultos que llegan a terapia conmigo, están siendo afectados emocionalmente por las circunstancias en las que desempeñan su trabajo. Son mujeres y varones inteligentes, preparados, comprometidos con su desarrollo personal y su trabajo, el denominador común en todos ellos es tener un jefe o una empresa que usa la presión psicológica para obligarlos a rendir al máximo. Las circunstancias que los rodean contribuyen a sentirse en un callejón sin salida, por que la cantidad de buscadores de empleo ha proliferado con las mujeres y cada vez mayor número de jóvenes que entran a diario al mercado laboral; no obstante, las fuentes de empleo en nuestro no dan abasto para todos por lo que la posibilidad de ser contratado se reduce sensiblemente. En estas circunstancias, cualquier detalle puede ser usado en contra del o la solicitante de empleo: la falta de título, de experiencia, la rotación de trabajos, la excesiva permanencia en un puesto, la ausencia de cursos de actualización, la falta de un segundo idioma, etcétera. Para completar el cuadro, aunque hayan sido contratados, la conciencia del desempleo provoca angustia de potenciales de factibles despidos y recortes a todos niveles, incluidos los más altos. Aún con trabajo, subsiste la necesidad de estabilidad. La inseguridad genera dosis de estrés en condiciones normales, pero se multiplica exponencialmente cuando se ejerce violencia laboral. Me refiero a una clase de maltrato emocional que viven personas como mis pacientes en bancos de renombre. En el caso de las mujeres, el acoso sexual del jefe para evitar la destitución o negociar un ascenso solía ser uno de los atropellos que debía soportar en el trabajo fuera de casa, sin embargo, hoy día, la violencia se ha sofisticado, tanto, que ni siquiera las víctimas que la sufren pueden definirla como tal. Muchos centros laborales han desarrollado mecanismos de presión para lograr que sus empleados ingresen promedios de ganancias cada vez más altos que justifiquen su presencia. Utilizan sin reparo, métodos de hostigamiento que colocan psicológicamente a los y las empleados contra la pared. Algunas veces, se trata de una violencia planeada y organizada contra los y las subordinadas, en otras sólo depende de la personalidad siniestra y conflictiva de un jefe, que resulta tan amenazante, que reprime cualquier idea de denunciarlo.La administración por objetivos, la calidad total, las certificaciones para acceder al mercado global, son sólo algunas de las justificaciones para implementar sistemas de evaluación constante y detallada del desempeño laboral que se ejerce por algunos en forma violenta. La perversidad de los líderes aflora cuando tienen el poder en sus manos. Las y los pobres empleados sienten resquebrajar su autoestima en cada prueba, con una carga de culpabilidad que les impide darse cuenta que estando en una empresa humanitaria florecerían.Pero el sistema consumista en el que están inmersos, o bien las necesidades familiares, obligan a soportar cualquier presión, creyendo después de tanto escucharlo de sus superiores, que son ellos(as) a quienes les falta esforzarse para superarse. Sucede en estos casos que, como deportistas de alto rendimiento, deben pasar pruebas de personalidad y de todos los tipos de inteligencia y comunicación; estudiar idiomas y rebasar su propias marcas continuamente. Descalificaciones, exhibición de debilidades en público, amenazas constantes, comentarios ridiculizantes o irónicos, son algunos de los latigazos postmodernos que usan los jefes para hacer que rindan al máximo sus subordinados(as). Como todo acto enfermizo y perverso se enmascara perfectamente. Puede ser severa la presión psicológica para el desempeño con amenaza de ser despedido pero con uso de tecnología de punta, sólo para hacerle saber al empleado en juntas, conferencias virtuales o comunicación electrónica, que es un perdedor si no alcanzó la meta. En el pasado se usaban látigos para que los esclavos trabajaran, en la época postmoderna siguen los azotes pero ahora son emocionales.Por supuesto que la familia y todo lo que sea extra laboral es invisible para estas empresas o jefes. El trabajo, no sólo se coloca en la prioridad numero uno, sino que anula el resto de los intereses del empleado que por su enajenación sacrifica.Para colmo, si surge el desahogo con amigos y familiares, les dicen que no es para tanto y que vale la pena el esfuerzo. El comentario obvia que para éstos, es más importante la pertenencia a una empresa de renombre, un pago, un estatus, una planta o una jubilación que el bienestar de la persona.El resultado es un cúmulo de estrés que finalmente causa síntomas, padecimientos y hasta enfermedades. La mayoría no las asocia ni se da cuenta que la violencia está íntimamente relacionada con el estado emocional del o la empleada, causado por las presiones a las que le someten. Los problemas de pareja y familia son completamente lógicos y esperados en este contexto amenazante.Ni siquiera complace el “éxito” logrado, la aplicación de filosofías de mejora continua originan que nunca sea suficiente para alcanzar la satisfacción. A pesar de todo, hombres y mujeres maltratadas por su empresa piensan que no tienen opción, necesitan un trabajo y su empobrecida autoestima laboral, les impide darse cuenta que podrían encontrar otra empresa donde se sintieran más valorados. No son conscientes que sus personas y su bienestar es lo más importante.Qué ignorantes de la psicología son estos jefes y empresarios violentos que hostigan, esclavizan y enajenan a sus empleados; desconocen principios fundamentales ya que son los estímulos a su autoestima, aquellos que los y las engrandecen y motivan a aportar lo mejor de si mismos(as).
Josefina Leroux Psicologia y Sexualidad www.josefinaleroux.com/portal/
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