Lo que nos enseña La Frustración
La frustración es una emoción que aparece cuando no conseguimos aquello que nos proponemos, cuando no se cumplen nuestras expectativas, o cuando las cosas no suceden como nos gustaría. Esta emoción se muestra de formas muy diversas en situaciones de nuestra vida diaria, desde el sonido del despertador, hasta perder el autobús, que se nos queme la comida, o tratar de reservar en un restaurante y que esté todo ocupado. Multitud de situaciones cotidianas implican pequeñas frustraciones, existiendo diferentes maneras de afrontarlas. Lejos de hacernos más infelices, podemos tomarlas como experiencias de las que podemos aprender. Dado que antes o después van a formar parte de nuestra vida de manera irremediable, resulta más adecuado que logremos adaptarnos a ellas, tolerarlas y aceptarlas. Las frustraciones nos ayudan a ser más flexibles, nos hacen más capaces de modificar nuestros planes iniciales, aquellos que no pudieron cumplirse como consecuencia de las limitaciones que nos impone la realidad.
En el caso de los niños podemos observar con facilidad el grado en que toleran la frustración en función de su comportamiento. Muchos niños muestran rabietas, enfados, incluso se aíslan, cuando pierden en un juego, cuando no consiguen un juguete, etc. En definitiva, cuando no logran lo que se proponen. Este hecho sucede en mayor medida en las relaciones con sus iguales, aunque también podemos observarlo cuando interactúan con el adulto. En el entorno familiar es frecuente, especialmente cuando son más pequeños, que tratemos de satisfacer todas sus necesidades de forma lo más inmediata posible. Pero, ¿qué sucede con esto? ¿Es adecuado tratar de satisfacer cualquier deseo de los pequeños de forma inmediata? Para responder a estas cuestiones merece la pena hacer una reflexión acerca de las consecuencias e implicaciones que tiene esta manera de educar.
En primer lugar, de esta forma, estamos privando a los niños de un aprendizaje que es fundamental para su adaptación social y emocional: el aprendizaje de la tolerancia a la frustración. Les estamos enseñando que el entorno se adaptará a él o ella y que siempre podrá conseguir lo que quiere, mensaje que tarde o temprano la propia realidad acabará por desmontar. Cuando, tras una rabieta cedemos ante la petición del pequeño, este entiende que ese comportamiento es útil para lograr lo que quiere. Cuanto más tardemos en mostrar a los niños que la vida implica frustraciones, pequeñas o mayores, en mayor medida habremos instaurado un aprendizaje de algo que por otro lado contradice a la propia realidad, y por tanto más difícil será modificar esa creencia y más intensa será su frustración cuando la experimente. El aprendizaje de esta como parte de la vida es natural y necesario en su proceso de desarrollo y adaptación emocional y social. Conforme el niño va adquiriendo autonomía y capacidad de acción e influencia sobre el entorno, debe ir aprendiendo a lograr sus objetivos por sus propios medios. Para ello es necesario que el entorno vaya dejando de satisfacer sus necesidades, al menos de manera tan inmediata, para dar margen a que él pueda ir haciéndolo por sí mismo.
Por tanto, educar a un niño sin frustración tiene una serie de implicaciones. Estaremos facilitando que se conviertan en niños muy demandantes, que quieran tener todo de manera inmediata, resultando exigentes e impulsivos. Tendrán dificultades para esperar a la hora de conseguir lo que quieren, desistiendo tras el primer intento. Además les será más difícil gestionar sus emociones, tendrán problemas de conducta expresando sus deseos con enfados, rabietas, incluso pudiendo agredir a los demás cuando no consiguen lo que quieren.
Por estas razones es necesario enseñar a los más pequeños algo que tarde o temprano tendrán que aprender, es decir, que no siempre podrán tener todo lo que quieren, y que en el camino hacia sus metas se encontrarán sin duda con frustraciones que tendrán que superar por sí mismos. De este modo les enseñamos la motivación de logro y a ser constantes en sus propósitos. Enseñarles a tolerar la frustración y a aceptarla como parte de la vida facilita que aprendan a superarse y se motiven por enfrentarse a nuevos retos. Educar insistiendo en las normas y los límites les ayuda a ser más flexibles y tolerantes ante la frustración, así como a confiar en que pueden lograr sus objetivos si se lo proponen.
En resumen, educar enseñando a tolerar la frustración implica no proteger en exceso, permitiendo que cometan sus propios errores y aprendan de ellos, desarrollando sus propias habilidades para influir en el entorno. En este proceso es necesario marcar claramente los límites y las normas, enseñarles que las rabietas no les permiten lograr lo que se proponen, motivarles hacia el esfuerzo y a ser constantes en sus objetivos.
Autora: Drissa Delkader Palacios, psicóloga del Centro de psicología Psicomaster
Psicomaster Psicólogos. Centro de Psicología en Madrid Blog: https://www.psicomaster.es/blog/ Nuestro equipo:
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