Dos Visiones de El Dorado
He estado revisando en la biblioteca y entre muchos otros he encontrado estos dos libros en los que los autores utilizan "El Dorado" como sinónimo de paraíso, como concepto caracterizador asociado al misterio, la aventura y a la maravillosa riqueza (no necesariamente y solo en términos del legendario oro) que se esconde en la región amazónica venezolana y brasileña. Por un lado, en su libro "La Pérdida del Dorado" V. S. Naipul, (que es un escritor que me encanta, mucho más en este tipo de libros que en sus novelas), apunta más bien hacia una visión histórico-romántica del asunto. Desde la perspectiva de su propia naturaleza y origen: trinitario descendiente de inmigrantes de la India, empeñado también en este, como queda de manifiesto en muchos de sus libros, en una búsqueda de la propia identidad, de un camino para salir de su aislamiento cultural de una sociedad y una historia que no termina de hacer suyas, nos presenta una relación histórica teñida de reflexión sobre la inevitable y consecuente conexión entre la isla de Trinidad y la búsqueda del hipotético Reino de El Dorado que frente a las costas de su tierra natal se escondía en la espesura de las selvas de Venezuela y nos hace una detallada exposición de todos los cambios, movimientos y sucesos históricos y también anecdóticos que marcaron la existencia y desarrollo de la isla de Trinidad como cabeza de puente, frente a la desembocadura del río Orinoco, y su importancia como punto de partida estratégico para cualquier "emprendimiento" orientado a la búsqueda del mítico y maravilloso reino del oro. Bajo la guía de Naipul nos enteramos de los "cambios de manos" que sufrió Trinidad, pasando de los españoles, conquistadores y colonizadores originales, a los ingleses; de los intentos fallidos de los españoles por recuperarla y de las calamidades de los colonos (de uno y otro bando) durante todo este inestable período; de las penurias de los pobladores autóctonos de la isla en medio de este drama y de las escaramuzas por el control del territorio y de el poder político y militar entre los mismos colonos; de las relaciones que se establecieron con los primeros revolucionarios independentistas de Venezuela y (¿cómo no?) de la loca e increíble aventura de Raleigh en su fantasiosa convicción de poseer el secreto del mítico reino y su desesperada necesidad de encontrarlo pues si no lo encontraba y dominaba, si no tomaba posesión de su inmensa riqueza... debía volver a Inglaterra para ser ejecutado. Es un libro que a pesar de la sencillez con que está escrito no puede, de ninguna manera, calificarse de ingenuo o ligero pues página a página va quedando en evidencia la acuciosa investigación histórica realizada por el autor enriquecida además por su profundo conocimiento de la isla de Trinidad y sus pobladores. Por su parte, Tierney, asume en su libro “El Saqueo de El Dorado” una posición de denuncia, en verdad muy seria y contundente, asociando el concepto de "El Dorado" a una perspectiva mas contemporánea y desde un punto de vista crítico también muy bien documentado. Presenta una relación detallada de las terribles consecuencias que para las tribus indígenas, particularmente de la etnia Yanomami, ha significado la irresponsable manipulación y dudosos propósitos de los "supuestos" estudios antropológicos llevados adelante por Chagnon y sus asociados y seguidores y del aparente empeño de este de hacerse de una especie de "franquicia" en exclusividad de los estudios sobre esta etnia y del control de su territorio ancestral (con la sospechosa anuencia de algunos gobernantes de Venezuela) para “protegerlos” de la intromisión de extraños. Partiendo de la base de la falaz presentación de los Yanomami que hizo Chagnon, mostrándolos al mundo como una tribu "feroz" y de los subsiguientes "estudios" y filmaciones en los que se manipularon con gravísimas consecuencias las interacciones de los investigadores con miembros de estas tribus, nos presenta un panorama actual debidamente estructurado y sustentado con entrevistas directas a testigos presenciales y a descendientes de estos, y con abundancia de pruebas documentales y testimonios de autoridades civiles y militares de la región, además de los testimonios de miembros de instituciones y ONG’s que laboran en la zona, un cúmulo imposible de subestimar de pruebas fehacientes de las terribles consecuencias que puede ocasionar la investigación antropológica irresponsable, de la corrupción de las autoridades, (no exclusivamente gubernamentales y militares de la época si no también académicas) y de la destrucción y el fin, no solo del medio ambiente, sino de la existencia misma de culturas que no tienen defensa alguna ante la intromisión del "hombre moderno" en sus espacios y sus vidas. El libro deja abierto ante los ojos del lector un panorama que, a pesar de estar precisamente enfocado en la “experiencia” Yanomami, tiene ecos en otras partes del mundo, en otras etnias y culturas que han sido modificadas y profundamente afectadas, no siempre de manera inocente, por el “afán” de figuración de antropólogos e investigadores no del todo inocentes o, al menos, no del todo conscientes de las consecuencias de sus acciones. Ninguno de los dos libros es una novedad en el mercado, pero no por ello dejan de darnos información vigente y relevante; ambos trabajos nos presentan el sugerente concepto de El Dorado bien como un sueño que motorizó la historia de la conquista de todo un continente en un caso o bien como un paraíso real perdido por la estupidez y la ambición humanas en el otro. A veces, por estar a la caza de novedades o por pretender ceñirnos a determinados géneros de lectura “preferidos” dejamos de lado libros como estos que pueden abrirnos ventanas hacia ideas, eventos y realidades en los que ciertamente no ahondamos en nuestra vida cotidiana. Ambos libros, en mi humilde opinión, merecen lecturas y re-lecturas calmosas pues nos proveen de una cantidad importante de información que, en verdad, no tienen desperdicio alguno.
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